La increíble vida de Trina Robbins, desde la moda hasta Wonder Woman y Vampirella
En un mundo donde las páginas de los cómics capturan tanto la imaginación como las realidades más profundas de nuestra sociedad, la partida de Trina Robbins a los 85 años deja un vacío imposible de llenar. Robbins, una fuerza inquebrantable en el ámbito de los cómics, música y moda, nos ha dejado tras una ilustre carrera que desafió y definió géneros. Su legado, tejido a través de las décadas, abarca desde los emblemáticos trazos de Vampirella y Wonder Woman hasta su activismo por los derechos de las mujeres.
Del este de Nueva York al corazón de la cultura pop
Nacida en 1938, Trina Robbins se sumergió en el fandom de la ciencia ficción en los años 50 y 60, dejando su marca inicial en fanzines. Pero fue su boutique, Broccoli, en el East Village a mediados de los 60, la que la colocó en el epicentro de un vibrante cruce cultural. Allí, confeccionó prendas para íconos como Mama Cass y David Crosby, e incluso entabló amistad con figuras legendarias de la música como Jim Morrison y The Byrds. Robbins no solo se vestía con cuentas de wampum y añadía encajes a las ropas de luto, como reza la canción de Joni Mitchell, “Ladies of the Canyon”, sino que también se inmortalizó en ella.
Sin embargo, su contribución al mundo del cómic comenzó casi por casualidad, diseñando el icónico traje de Vampirella mientras trabajaba en su tienda. Este fue solo el inicio de una carrera que la llevaría a fundar el primer cómic realizado íntegramente por mujeres, It Ain’t Me, Babe Comix, y posteriormente, Wimmen’s Comix, una publicación que sostendría su voz por veinte años.
De las páginas a los derechos: Un legado inquebrantable
Robbins trascendió los límites del papel para impactar en el movimiento feminista, desde la creación de Angry Isis Press hasta la cofundación de Friends of Lulu. Su serie GoGirl! buscó inspirar a jóvenes lectoras con historias de empoderamiento y aventura, fomentando una nueva generación de fans de cómics con protagonistas femeninas fuertes. Sus obras históricas, como The Flapper Queens y Pretty In Ink, no solo exploraron el papel de las mujeres en el arte secuencial, sino que también reivindicaron su lugar en la historia del cómic, desafiando la narrativa dominante y mostrando la rica contribución femenina en este medio.
Su autobiografía, Last Girl Standing, publicada en 2017, ofrece una ventana a la vida de una mujer cuya existencia fue tan vibrante y multifacética como los personajes que cobraban vida bajo su lápiz. Su paso por este mundo dejó una marca indeleble no solo en el ámbito de los cómics sino en todos aquellos que encontraron inspiración en su trabajo y su vida. Nos deja un legado de lucha, creatividad, y la convicción de que las páginas de un cómic pueden ser tanto un refugio como un campo de batalla por la justicia y la igualdad.
Legado y memoria: Un final que no es tal
La despedida de Trina Robbins no es un punto final, sino una coma en la continua reivindicación de la mujer en el arte y la sociedad. Su obra permanece, desafiante y poderosa, inspirando a generaciones futuras a tomar el lápiz y la palabra para construir mundos donde, al igual que Robbins, puedan ser verdaderamente libres. Ella demostró con su vida y su arte que es posible trazar nuestro propio camino, dejando un legado que anima a no solo soñar con mundos mejores sino a crearlos.
Su memoria se entrelaza con las historias que nos contó, recordándonos que, aunque los artistas pueden partir, sus creaciones y su espíritu perduran eternamente, guiándonos como un faro en la noche hacia un futuro donde la igualdad y la justicia para todas las voces en el cómic sean una realidad innegable.
