Lo prometido es deuda: hace unos días os traje mis primeras impresiones (sin spoilers) de los dos primeros capítulos de la segunda temporada de El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder. Ahora, con tiempo suficiente para que la mayoría los hayáis podido ver, vamos a contar (ahora sí, con todo lujo de spoilers) todo lo que ha ocurrido en estos tres primeros episodios. A partir de ahora todos los lunes os traeré el recap de cada capítulo semanal.
Los Anillos de Poder: La Era de Sauron
Comenzamos esta segunda temporada de la mejor manera posible: recuperando la mejor trama de toda, la de Sauron.
Se nos muestran los últimos años (hasta ahora) de este Maiar, cómo es objeto de traición y cómo va sobreviviendo hasta conocer a Galadriel (lo que vimos en la Primera Temporada). Me parece un excelente recurso para hacernos recordar todo lo que ha pasado y, así, “engancharnos” a lo que está por venir.
Desde luego, de entre todas las tramas que pudimos ver entonces, una de las más interesantes era la relacionada con el Mal. Quién era Sauron y todo lo relacionado con Adar es la manera perfecta para volver a captar a los espectadores.
Nos centraremos en Sauron y sus maquinaciones. Sauron, con la forma humana de Hallbrand, fue apresado por los orcos, comandados por Adar, quien no le reconoce (Charlie Vickers hace un buen trabajo cambiando de humano a elfo… y a una sustancia viscosa negra). Gracias a su inteligencia, consigue que Adar le libere (y le considere casi un aliado). Sauron/Hallbrand nos muestra en estas escenas tanto su inteligencia maquiavélica como su maldad.
Tras ser liberado, se dirige a ver a Celebrimbor, ya que quiere continuar con su plan de la construcción de los Anillos de Poder (recordemos que en la temporada pasada construyeron los tres anillos de los Elfos, pero quedan 7 para los Señore Enanos, Nueve para los Hombres y, por supuesto, el Anillo Único “para gobernarlos a todos”.
No sabemos cuánto tarda Hallbrand en llegar, pero se nos sugiere que, en el trayecto sigue trazando y desarrollando varias partes de su gran plan, como veremos más adelante.
Cuando llega ante Celebrimbor (y como es lógico), éste no quiere recibirle a pesar de que no es consciente (como lo es Galadriel), de que Hallbrand es, en realidad, Sauron. Sin embargo, el gran ego del maestro artesano le hace una víctima fácil ante los planes de Sauron, y aun más cuando éste se encarna en Annatar, el Señor de los Dones, ante el que Celebrimbor queda totalmente fascinado.
Si bien tengo algunos problemas con la interpretación de Charles Edwards en estas escenas, la historia en si es bastante lógica y coherente. Nos señala un declive personal del maestro elfo que terminará en tragedia, acorde al punto de partida tan alto.
Todo apunta a que la trama mejor planeada por los guionistas es la de Sauron (lo cual es bastante lógico, por otra parte, ya que él es el verdadero artífice de los Anillos): ahora tiene, más o menos, la confianza de Adar; recordemos que también tiene la de ciertos miembros de Númenor; y ahora recupera la confianza de Celebrimbor. Ha conseguido frenar las advertencias de Galadriel que pretendían avisar a Celebrimbor. Ahora tiene que jugar bien sus cartas, enfrentando al ejército de los orcos con humanos y elfos para que muera Adar y, así, conseguir de nuevo su Ejército del Mal, mientras sigue fabricando los Anillos.
Mientras tanto en Khazad-Dûm, la Piedra, La Montaña parece que se vuelve contra el pueblo de los Enanos provocando confusión y hambruna. Si a esto le sumamos que Durin IV recibe una invitación de Celebrimbor (y conoce a Annatar), está claro que todo es parte del plan de Sauron. La situación que sufren en Khazad-Dûm obliga a los enanos a plantearse comerciar con Mithril, algo que tiempo antes era impensable (recordemos que el Mithril es un metal que solo se puede encontrar en Khazad-Dûm, imprescindible para la construcción de los Anillos de Poder). Durin IV no termina de ver claro este trato, intuye que algo malo está detrás de todo, pero su obligación es comunicárselo a su padre, el Rey, quien no parece tener tantas dudas, apremiado por los problemas para con su pueblo.
Vayamos ahora con los Hombres. En Númenor siguen los problemas: la legítima (y ciega) rey Míriel (Cynthia Addai-Robinson), acompañada de su leal Elendil, intentan reprimir a los usurpadores, aunque son demasiado astutos y, finalmente (Águila mediante), Míriel queda apartada y Pharazôn es aclamado por la mayoría. Pharazôn, en los libros, es el vigésimo cuarto (y último) rey de Númenor.
En cuanto a los Pelosos (los hobbits) y el mago, aunque se nos presenta un nuevo enemigo (¿otro Istari que llegó antes que el compañero de los hobbits?) en mi opinión sigue sin ser interesante, repitiendo conceptos sin aportar nada nuevo.
¿Y los elfos? Los he dejado para el final expresamente. Galadriel ha confesado a Elrond y a Gil-Galad su gran metedura de pata: que Hallbrand es, en realidad, Sauron. Obviamente esto traerá consecuencias (alarma ante el peligro del Señor Oscuro). Además, todo parece indicar que el tiempo de los elfos en la Tierra Media está llegando a su fin… y puede que la única solución sean los Anillos que forjó Celebrimbor con la ayuda del que ahora saben que es Sauron.
Elrond se opone ferozmente a que sean utilizados estos Anillos, por temor a que estén “corruptos”. Finalmente Gil-Galad accede a utilizarlos, apremiado por los problemas que acechan a su raza (en un claro paralelismo con Durin III).
Y esto es, en líneas generales, lo que han dado de si los tres primeros capítulos de la segunda temporada de El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder. Como afirmaba en el artículo anterior, esta temporada parece que adolece de las mismas virtudes y defectos que la anterior. Por un lado tenemos una excelente puesta en escena, con unos paisajes muy bien fotografiados y unos escenarios (tanto palacios como cavernas) muy bien rodados.
Por otro lado, pienso que su mayor problema es el guion. Sin entrar en comparaciones con la obra de Tolkien (¡qué fácil hubiera sido no defenestrar lo poco a lo que tienen que ser fieles!), varias de las tramas no avanzan, muchos personajes siguen sin ser interesantes para el espectador y los diálogos, en general, son en buena medida mediocres. Por ahora, en la balanza predomina lo positivo. Esperemos que ésta sea la tendencia y terminemos la temporada con gran satisfacción.
