En la primera parte de este pequeño homenaje a Edgar Allan Poe dejamos al escritor en Richmond, ebrio y sin trabajo, tras haber pasado por varios periódicos. Poe no deja de escribir en ninguno de estos períodos. En muchos trabajos no conservó el puesto por no acudir o asistir ebrio o por pasar el tiempo dibujando o escribiendo.
Poe no sólo escribió relatos de terror. El género policíaco lo trató muy especialmente, y a él pertenecen cuentos como “La carta robada”. Todos los relatos policíacos de Poe tenían una característica común, ya que estaban protagonizados por Dupin, un brillante detective al más puro estilo Sherlock Holmes, que resolvía crímenes.
Curiosamente, a diferencia de otros detectives populares de la literatura, como puede ser Hercules Poirot, Dupin no llegó a alcanzar la fama. Y es una pena, porque las historias en las que se ve involucrado el detective no sólo eran enigmáticas sino perfectas para un guión cinematográfico. “Los crímenes de la Rue Morgue” ha sido versionada varias veces en el cine, aunque si cabe destacar una versión realmente fascinante y original de este relato, sería “Los nuevos crímenes de la Rue Morgue”, de Clive Barker. Ya de por sí, la lectura de Poe no tiene discusión alguna, en cuanto a argumento y estilo se refiere. Los escritos del autor rozan la perfección en los cuentos de misterio, que nunca dejan de sorprender al lector por más que los relea. Pero Barker dibujó la historia desde la perspectiva de sus ojos, dándole un giro al maestro como nunca se había visto antes. Lo macabro se vuelve realmente escalofriante bajo la pluma de Clive Barker.
Con veintiséis años de edad, Edgar Allan Poe contrae matrimonio en secreto con su prima Virginia de trece años, por lo que tiene que falsificar la partida de nacimiento. Ya casado, vuelve a conseguir su puesto en el periódico Southern Literary Messenger, donde permanecerá casi dos años, abandonándolo ya con gran fama nacional. Es esa época vuelve a casarse con su prima, esta vez públicamente.
Tras esto, se muda a Filadelfia donde trabaja en varios periódicos y publica alguna de sus más famosas obras, como son “Cuentos de lo grotesco y lo arabesco”, que es un compendio de cuentos, y “Las aventuras de Arthur Gordon Pynn”, que es su única novela. Los cuentos publicados no son cronológicos y reflejan las vivencias desagradables y tan constantemente relacionadas con la muerte que había experimentado el autor durante su vida. “Las Aventuras de Arthur Gordon Pynn”, en cambio, es un libro más orientado a la aventura que al terror, con todos los clichés típicos del romanticismo: piratas, hazañas grandiosas y una perspectiva del viaje y de la guerra idealizada. No se trata de un libro para adultos y, como tampoco es de extrañar, Poe nunca llegó a darle un final definitivo. Este detalle es recurrente en la obra del autor, el cual deja caer entre líneas una cierta dejadez y hastío que se refleja hasta en el modo en el que están escritas las historias. El “¿para qué?” parece repetirse en cada narración y en cada expresión de Poe. Siempre de espectador, pasivo e imposibilitado ante lo que no puede o no es capaz de evitar.
Con este éxito, empieza a forjarse la idea en su cabeza de crear su propio periódico, proyecto que nunca llegará a cobrar vida. En este período gana suficiente dinero como para comprar una casa y vivir acomodadamente con su esposa la cual, a la edad de 20 años, empieza a tener los primeros síntomas de la enfermedad que acabó su vida. Según relata Julio Cortázar, “Poe y los suyos tomaban el té en su casa, en compañía de algunos amigos. Virginia, que había aprendido a acompañarse en el arpa, cantaba con gracia infantil las melodías que más le gustaban a “Eddie”. Súbitamente su voz se cortó en una nota aguda, mientras la sangre manaba de su boca”.
En esta época tiene la oportunidad de trabajar en una institución pública, como alto cargo. Pero no se presenta a la convocatoria por encontrarse “indispuesto”. No volvieron a llamarle Nunca Jamás. Tras esto se muda a Nueva York donde publica su poema “El Cuervo”, trabajando en distintos periódicos y adquiriendo fama internacional.
“[…]
De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.
Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
“Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,
no serás un cobarde,
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca jamás”.
[…]”
El Cuervo, Edgar Allan Poe
Cuando Virginia contaba con veinticinco años de edad, en 1847, fallece de tuberculosis. Poe va adquiriendo cada vez más deudas, hasta quedarse casi en la ruina.
Un 7 de octubre, en 1849, un hombre ingresa en el Washington Collegue Hospital, aquejado de grandes dolores y con un aspecto que rozaba lo desahuciado: se trataba de Edgar Allan Poe. Las causas de su muerte son aún desconocidas. En ningún momento tuvo la lucidez para explicar de forma coherente cómo había llegado a dicho estado. Muchos señalan que se debió a una cirrosis u otra afección hepática. La sífilis y el delirium tremens fueron otras hipótesis. Pero la más curiosa, que últimamente ha cobrado más veracidad por sus biógrafos, es la posibilidad de que fuese “secuestrado” por agentes electorales que le emborracharon para hacerle votar varias veces, abandonándolo cuando ya no era útil. El pobre hígado de Poe no lo pudo soportar. De existir, hubieses sido un interesante caso para Dupín.
El reverendo que ofició el entierro decidió que no valía la pena pronunciar un sermón debido a la poca concurrencia. Poe fue enterrado en un ataúd económico al que le faltaban las manijas. El féretro tenía una placa y estaba forrado de trapo con un almohadón para la comodidad del cadáver.
Es obvio que tocó numerosos palos de la fantasía y del de terror, aunque lo que lo encumbró como maestro fue el modo en el que lo hizo: impecable, extraordinario y creativo. El manejo del idioma en los escritos de Poe es sobresaliente, y sus tramas originalmente inmejorables. Pero el lector avanzado en Poe se dará cuenta de que el autor no quiere hacer gala de su dominio de la escritura ni regocijarse en lo creativo de sus historias. Poe intentó, a través de su legado, impactar. Y eso es lo que encontramos entre sus páginas: una marca, que fue la que impregnó a tantos otros escritores y creativos que le sucedieron.
“Quien fue capaz de escribir Rey Peste dejó de ser un ser humano” Robert Louis Stevenson |
Escrito por P. Borrego