Allá por verano, en una noticia sobre posibles personajes del mundo del videojuego que harían un cameo en la nueva película de Disney dije lo siguiente:
Apuntad esto: ¡Rompe Ralph! es la película a tener en cuenta las próximas navidades, independientemente de vuestra edad, y será todo un éxito.
Pues ayer, 25 de diciembre, se estrenó finalmente en nuestro país (en USA se estrenó en noviembre), y aunque lo del éxito comercial está por ver, sin duda se trata de una de las películas de animación más divertidas y entrañables para el público adulto de los últimos años.
¿Qué la hace tan excepcional? Por un lado tenemos su argumento, que aunque nos cuenta la nada original historia de un chico malo que está cansado de ello y quiere ser el bueno, la novedad viene esta vez del universo creado para contar la historia, el mundo de los videojuegos, que si bien los más importantes son inventados para la película (aunque recuerdan vagamente a Donkey Kong, Mario Kart o Call of Duty/Killzone), la película cuenta con cameos de otros videojuegos más conocidos, desde los clásicos Pac-Man o Q-Bert a juegos más actuales como Street Fighter o Sonic. Y más allá de eso, la película está cargada de referencias al mundo de las máquinas arcade y las consolas, pasando por el vocabulario, las costumbres o referencias más directas que tan solo los adultos (y que hayan pasado muchas horas en los recreativos) reconocerán, como por ejemplo el truco necesario para entrar al código del juego que usan en un momento determinado de la película.
Luego tenemos a sus personajes, con Rompe Ralph, villano de su videojuego pero protagonista de la película, preguntándose qué es lo que se sentiría al ser el bueno por una vez, pero que realmente no es más que una excusa para esconder su verdadero anhelo, que es sentir que encaja en un sitio y para alguien, con lo que es muy fácil empatizar con él y su causa. Sin embargo cuenta con el “inconveniente” del personaje de Vanellope, una auténtica robaescenas que desde su primera aparición con su desparpajo y su peculiar vocabulario eclipsa a Ralph, además de ablandar su corazón como suele ser habitual en estos casos. Los otros secundarios, como Felix o la sargento, son igualmente resultones y cumplen a la perfección su papel con parodias de personajes clásicos, aunque se echa en falta un villano más definido.
La música cumple a la perfección, dejándote con las ganas de escuchar de nuevo algunos temas, y por suerte en nuestro país han resistido a la tentación de contar con voces “famosas” y generalmente sin talento como suele ser común en estos casos (todavía me duele lo que hicieron con Ted), dejando su aportación para papeles secundarios (por lo que uno se pregunta realmente su utilidad entonces).
La película cuenta con un aspecto negativo bastante serio y criticable, que es el “product placement” del que hace gala. Por un lado está el excusable uso que se le ha dado al personaje de Sonic, el cual cuenta con un lugar especial en la promoción de la película (es protagonista de varios pósters) pero que su aparición es escasa, sin aportación alguna al argumento e incluso ridícula en ocasiones, convirtiéndolo en una especie de juego en el que debes encontrarlo en la escena, escondido normalmente al fondo, como si de “Buscando a Wally” se tratara, supongo que con la intención de justificar el desembolso que tuvieron que hacer con su fichaje.
Sin embargo lo que realmente me incomodó durante la mayor parte de la película fue los numerosos productos reales que hacen aparición en la película, a los que se les llama por sus marcas sin ningún tapujo: Coca-Cola, Oreos, Mentos… Son más que simple apariciones, pues muchos de ellos incluso protagonizan parte de los gags que vemos durante la película y fue precisamente tras una broma con las galletas Oreo cuando escuché a un niño en la sala pedirle una a su madre y pensé si era realmente intencionado o no…
Pero nada de eso eclipsa la verdad, y es que Disney consigue mirarle por primera vez por encima del hombro a Pixar, demasiado dormida en los laureles tras un producto desastroso (Cars 2) y otro que no cumplió del todo las expectativas (Brave), y consigue una película que da sentido a la expresión “para toda la familia”, pues aunque los más pequeños sin duda disfrutarán como siempre hacen en estos productos, hay momentos en los que la película parece pensada más para los adultos, aquellos treintañeros que pasaron parte de su infancia en los salones recreativos gastando una moneda tras otra.