Una película que antes de estrenarse ya se ha convertido en un clásico de la ciencia ficción, esa sería la mejor forma de resumir mis impresiones tras ver ayer Oblivion, la nueva película de Tom Cruise, Morgan Freeman y Olga Kurylenko. Pero antes de intentar justificar mis impresiones permitidme poneros en situación con la historia que nos quiere contar Joseph Kosinski, artífice de la idea original y director en el que es su segundo trabajo como tal (su primera película fue Tron Legacy, de la cual los redactores de La Casa de El guardamos un grato recuerdo).
Tom Cruise es Jack Harper, un técnico de mantenimiento asignado a una Tierra desierta de vida humana. Estamos en el año 2077, sesenta años después de que una raza extraterrestre atacase nuestro planeta destruyendo la luna primero, provocando terremotos, tsunamis y otras catástrofes. A pesar de tenerlo todo en contra vencimos, aunque el coste fue demasiado alto: la mayor parte del planeta se ha vuelto altamente radiactivo, por lo que la humanidad ha migrado a Titán, una de las lunas de Saturno. Desde una nave nodriza Jack y Victoria (Andrea Riseborough) son supervisados mientras se aseguran del funcionamiento de las máquinas encargadas de recolectar los recursos valiosos como el agua, además de arreglar o buscar los drones de seguridad, encargados de proteger los extractores de los alienígenas que aún permanecen ocultos en la Tierra.
Durante el primer acto de la película veremos como Jack recuerda a Wall-e, el mítico robot de Pixar, “abandonado” en la tierra con una tarea, mientras va saboreando todas aquellas cosas y pequeños detalles que las personas dejaron atrás, como un libro, una gorra o vinilos, y al mismo tiempo nos muestra que el día a día es difícil, sobreviviendo, arreglando drones letales que en caso de un funcionamiento incorrecto podrían confundirle como un objetivo o huyendo de los letales carroñeros alienígenas. Todo cambia cuando encuentra una superviviente de una nave espacial y el resto de la película… bueno, eso es algo que deberéis descubrir por vosotros mismos.
Y es que precisamente lo mejor de Oblivion es como juega con el suspense y los giros de guion, demostrando a Jack (y por extensión al espectador) que nada es lo que parece. En eso Joseph Kosinski demuestra algo que ya dejó intuir en Tron Legacy, y es que tiene un talento natural para la ciencia ficción clásica. ¿Por qué uso el adjetivo “clásico”? Porque en mi opinión la ciencia ficción es un género de capa caída últimamente, no siendo más que un medio para esconder operas espaciales (en el mejor de los casos) o simples películas de acción. Por suerte en esta película tanto los personajes como los efectos especiales sirven a la historia, no al revés.
Kosinski se reúne con la mayor parte de sus colaboradores en Tron y crea así una película que recuerda a su anterior trabajo, creando momentos que probablemente definirán su filmografía (e incluso algunas escenas parecen repetidas, a destacar la de tres personajes cenando, bajo una luz azulada y artificial, y el personaje femenino arranca a reír a carcajadas de manera inapropiada). Lo mismo ocurre con la banda sonora: el compositor Joseph Trapanese vuelve a colaborar con sus composiciones junto a un grupo de música electrónica, esta vez M83. Claudio Miranda, ganador de un Oscar a la Mejor Fotografía por La vida de Pi, cierra el equipo técnico con un maravilloso trabajo en todo momento que sin duda ayudan a una mayor inmersión en el argumento.
Todos los actores están correctos en sus papeles, aunque por motivos argumentales todo el peso de la trama recae sobre el personaje de Tom Cruise. Por suerte su actuación se aleja de sus últimos papeles, los cuales parecían (y a veces simplemente lo eran) creados para su lucimiento personal, y aquí se limita a interpretar a Jack Harper de una manera convincente teniendo en cuenta su historia. Las tres mujeres involucradas también cumplen su cometido, desde una estupenda Melissa Leo en la que todas sus apariciones consigue poner tenso al espectador con su enigmático comportamiento y su forma de hablar, pasando por Andrea Riseborough convincente por la que es fácil sentir empatía, y terminando con Olga Kurylenko, eclipsada por su papel, mil veces visto en la historia del cine y que perfectamente podría resumirse como “la chica”, uno de los pocos aspectos negativos de la película. Cierran el casting Nikolaj Coster-Waldau, nuestro querido Jaime Lannister aunque al igual que Olga su papel no le permite destacar lo más mínimo, y un Morgan Freeman que si bien sus apariciones son escasas su carisma y su voz llenan la pantalla en cada una de ellas.
La historia, como ya hemos dicho, se centra en emocionar al espectador gracias a sus giros argumentales y sus sorpresas, por lo que es altamente recomendable disfrutarla sabiendo lo más mínimo de ella, con la única idea de ver una entretenida y bella película de ciencia ficción en la que nada es lo que parece. Si os consideráis amantes del género y lo hacéis así os aseguro que al igual que yo cuando abandonéis la sala del cine lo haréis con la sensación de haber visto una gran película que afianza a su director como un nombre a tener en cuenta.