Cuando decidí aventurarme a escribir críticas cinematográficas llegué a la conclusión de que, para poder ofrecer a los lectores una crítica objetiva y coherente, debería desprenderme en total medida de todos los prejuicios o predilecciones desarrollados en mi interior hacia determinados géneros, directores o actores. Algo así como llevar al terreno del análisis cinematográfico el famoso “vacío moral” que los estudiantes de derecho deben aprender a dominar para defender, si fuera preciso, a sujetos cuya culpabilidad está fuera de toda duda razonable. Si bien yo no tengo (ni de lejos) la trayectoria ni reputación que sí tienen insignes y conocidos críticos que publican sus trabajos en medios generalistas y en periódicos de tirada nacional, creo que he aprendido a dominar bien ese campo y me sorprendo cuando no logro ver trabajos objetivos y documentados en críticos sesudos y reputados.
El motivo de esta divagación se ha creado después de leer algunas de las injustas críticas sobre ‘Pacific Rim’, el último trabajo del mexicano Guillermo del Toro, que han visto la luz en diversas cabeceras de renombre. Aún tratándose de casos aislados y no siendo un dato amenazador para el paso de los robots titánicos de Del Toro por las taquillas de nuestro país, puesto que el grueso de la crítica alaba el film del realizador de ‘El Laberinto del Fauno’, no deja de indignarme el que alguien que a priori entiende de cine y ha visto la película (se supone) le dedique al cineasta, basándose tan solo en el lado más puramente comercial del film, una línea tan inexacta y vil como “Del Toro pierde su esencia”. Porque si algo desprende ‘Pacific Rim’ no son los efluvios nauseabundos de las entrañas de los Kaijus (las criaturas de la función) sino el aroma de marca del cineasta mexicano. Y ese aroma es lo que convierte al film en uno de los blockbusters veraniegos más inteligentes y cuidados de los últimos años. Evidentemente, este no es el trabajo más personal de Del Toro, pero si de algo puede presumir este genio es de disponer del talento suficiente para convertir una labor de encargo en un proyecto destacado y original. Algo que ya demostró hace más de una década con ‘Blade II’, la que a la postre se convirtió en la mejor entrega de la trilogía fílmica sobre el personaje de Marvel Comics interpretado por Wesley Snipes.
La premisa creada por el guionista de ‘Furia de Titanes’, Travis Beacham, nos narra los intentos de la humanidad para combatir la amenaza de una invasión interdimensional llevada a cabo por grotescos monstruos de proporciones colosales utilizando para ello unos enormes robots tripulados, llamados Jaegers, capaces de plantar cara a tan dantescos seres. Una idea, la de robots y criaturas gigantes pulverizándose mutuamente, creada y desarrollada miles de veces durante los años cincuenta y sesenta en Japón, país donde estas historias se consideran un género en si mismas recibiendo el nombre de ‘daikaju eiga‘ (algo así como relatos de monstruos enormes). Una premisa manida y poco original, pero que en las experimentadas manos de Del Toro y envolviéndola dentro del universo del realizador mexicano, termina convirtiéndose en una apasionante historia donde el factor humano otorgado a los personajes protagonistas es tan importante como los asombrosos efectos especiales (obra de Industrial Light and Magic) capaces de hacer creíbles tanto a los Kaijus imposibles (reconocibles en su diseño como criaturas surgidas de la fértil imaginación de Del Toro) como a los colosales robots Jaegers.
Una de las aportaciones más inteligentes de Guillermo del Toro al proyecto fue el interesante concepto del pilotaje de los Jaegers, en el que son necesarios dos pilotos para su manejo (en el film se nos narra el motivo por el que un solo soldado no puede hacer funcionar la maquinaria del robot). Para poder conducir y pelear al unísono con la enorme máquina, los pilotos unen sus mentes con un vínculo neuronal que les permite compartir todas sus vivencias, sensaciones y recuerdos. Una brillante idea que aporta humanidad al relato y que se utiliza para ofrecer al espectador un intenso trabajo de las almas de los personajes, algo que aparta al film totalmente de otras producciones en principio similares, pero con una abismal diferencia de calidad, como ‘Transformers’. Y hablando de la saga de Michael Bay, uno (por poco nivel ‘friki’ que posea) no puede dejar de pensar durante el transcurso de la acción del film lo bien que hubieran lucido las adaptaciones al cine de los juguetes transformables de Hasbro de haber contado con alguien con la calidad de Del Toro en la dirección.
Hasta ahora tenemos un gran director, una idea sencilla pero bien desarrollada y unos espectaculares efectos especiales que lucen asombrosos en 3D gracias a que gran parte del trabajo de ILM en efectos visuales fue realizado en 3D nativo. Pero estos importantes ingredientes no son suficientes para preparar un buen menú fílmico para disfrute del espectador si no se cuenta con un convincente y apropiado casting de actores, y Del Toro también es famoso por acertar en este aspecto: el trío protagonista, formado por Charlie Hunnam (‘Hijos de la Anarquía’), Idris Elba (‘Thor’) y la actriz nominada al Oscar por ‘Babel’ Rinko Kikuchi, nos ofrecen unas actuaciones convincentes que alcanzan el sobresaliente en algunos momentos y que al apoyarse en un rico plantel de secundarios, entre los que destacan Charlie Day y Burn Gorman, logran llevar a buen puerto la parte interpretativa del film.
La película también nos regala dos breves intervenciones de lujo de los que podríamos llamar los “actores fetiche” de Del Toro y disfrutamos así de la aparición en pantalla de Ron Perlman, que con su físico tan particular (muy bien aprovechado por el director de ‘Cronos’ en las dos partes de ‘Hellboy’) encaja perfectamente en el papel de un excéntrico traficante de órganos de Kaiju, y de una fugaz colaboración “amiguetil” de nuestro revienta taquillas patrio Santiago Segura, que aparece como secuaz del personaje de Perlman en unas divertidas escenas (tal y como le comenté al propio Segura, hubiera sido un acierto de cara a la taquilla española por parte de Del Toro el haberle otorgado un papel con más peso. Habría estado curioso observar ojipláticos al amiguete Santiago siendo uno de los dos pilotos de un Jaeger español, luchando al lado de los robots estadounidenses, japoneses, rusos y chinos al grito de “¡Viva España!” al más puro estilo Torrente).
Respecto al soundtrack del largometraje, los temas compuestos por el efectivo compositor alemán Ramin Djawadi (cuya aún corta carrera ya nos ha dejado joyas como el main-theme del primer ‘Iron Man’ o la estupenda banda sonora de ‘Juego de Tronos’) encajan perfectamente con las imágenes en pantalla. La secuencia inicial, en la que vemos por vez primera el funcionamiento interno de un Jaeger, adquiere una tremenda fuerza gracias a la sinergia perfecta entre el trabajo de Djawadi y el de Del Toro.
En definitiva, ‘Pacific Rim’ es una entretenida película de origen puramente comercial que se torna en una obra inteligente, espectacular y sorprendente. Aunque si uno ya conoce la trayectoria y el talento de Guillermo del Toro, quizás no sea tanta sorpresa.
Escrito por Adolfo Saro