En el primer volumen de la cabecera, vimos que, mientras Stephen King nos contaba el origen de Skinner Sweet como el primer vampiro americano, Snyder hacía lo propio con Pearl Jones en el Hollywood de los años 20. Después de esta necesaria introducción, en la que se nos presentaba la trama presente en toda la colección, a saber, el relato de la historia norteamericana -y, en menor medida, europea- a través del conflicto de viejos vampiros -europeos- y nuevos vampiros -americanos-, es hora de afrontar una nueva etapa en la serie.
Concretamente, Scott Snyder, esta vez sí como único guionista, nos traslada a Las Vegas de 1936. Contextualizando un poco la situación, mencionar que Estados Unidos estaba viviendo La Gran Depresión, la crisis económica más importante del siglo pasado. Para luchar contra ella, tras varios años de inactividad, el recién electo presidente Franklin D. Roosevelt optó por aplicar un plan de medidas keynesianas, el New Deal, que consistió estimular la economía a través del gasto público mediante la construcción de varias infraestructuras.
Esta situación histórica es importante, ya que la construcción de una gran presa en Las Vegas tendrá una gran importancia en el tomo. Pero empecemos por el principio. El primer arco del volumen, El Diablo de las
Arenas, nos pondrá en la piel del sheriff o jefe de policía de la Ciudad del Pecado Cashey McCogan. A raíz de la construcción de la presa, la ciudad ha visto aumentada notablemente su población, sin que ello haya significado un incremento de las fuerzas del orden. Así pues, en medio de un clima de gran tensión como este, alguien o algo empezará a asesinar a los dueños de las cuatro empresas constructoras de la presa, grupo conocido como el Consorcio.
Tras unas breves investigaciones, “Cash” y el recién llegado agente del FBI, Straw, junto a su ayudante, la señorita Book, descubren que el crimen está relacionado con un conocido burdel de la zona; lugar en el que, además, asesinaron al padre de Cashey apenas dos meses atrás, y cuyo dueño es el principal sospechoso del homicidio. Además de eso, Jim Smoke es un viejo conocido para los lectores de American Vampire, como descubriréis al verlo.
Esta primera saga o arco sirve para mostrarnos varios datos interesantes, tanto relativos al mundo de American Vampire como a la historia del mundo en sí mismo. En primer lugar, descubrimos que, en un principio, la legalización del juego y de la prostitución en Las Vegas era sólo temporal; algo cuanto menos curioso, pues más de setenta años después todavía sigue vigente. Aun así, no nos impide conocer, pese a que de forma superficial, los sentimientos de sus habitantes tanto respecto a las nuevas actividades como a la llegada masiva de trabajadores.
Por otro lado, sin desvelar mucho, averiguaremos que existen otras clases de vampiros además de las dos que ya conocemos, y también conoceremos algo intrínseco a los vampiros: los cazadores de los mismos. Esto último, como veremos, es bastante curioso, tanto por quienes practican dicha profesión, algunos de los cuales vimos en el tomo anterior, tanto por su vinculación a cierta entidad.
A su vez, este arco nos muestra la vida de Pearl y Henry diez años después de lo acontecido en el primer volumen. Vida que será muy importante en el siguiente arco argumental, de tan sólo dos números, dedicado a la feliz pareja y sus desventuras en su nuevo hogar y, más concretamente, en un concierto. Por otro lado, volveremos a ver a alguien que no esperábamos, alguien con muchas ansias de venganza sobre Pearl y que promete hacerle la vida muy difícil a esta última.
Al término de la lectura de este segundo volumen, en mi mente fluyeron dos palabras: ¡ahora sí! Si en la reseña del primer tomo había dicho que me parecía demasiado introductorio para hacerme una idea del potencial de la colección, no podía estar más en lo cierto, puesto que este volumen es bastante mejor. El guonista intercala a los personajes magistralmente y sabe cómo caracterizarlos, por lo que ningún personaje sobra y todos ejercen su papel a la perfección. Además, a lo largo del tomo Snyder nos va dejando pistas acerca de las enormes posibilidades que tiene el mundo que ha construido.
Si a todo lo anterior le añadimos un muy buen argumento, sobre todo en el primer arco, debido a que el segundo actúa como transición, obtenemos un excelente apartado argumental, con algunos -bastantes, mejor dicho- giros verdaderamente interesantes. Y lo mejor de todo es que, si sigue a este ritmo, la calidad argumental no hará más que aumentar.
Del dibujo, poco que decir que no haya dicho anteriormente: Rafael Albuquerque tiene un estilo muy personal muy acorde con la temática vampiresca del volumen, sabiendo reflejar muy bien las más horrendas criaturas y los sentimientos de los personajes. Mateus Santolouco, el dibujante suplente o el relevo de Albuquerque, cumple con su función y nos ofrece un estilo similar al del brasileño. Mención especial al colorista, Dave McCaig, quien vuelve a hacer un magnífico trabajo intercalando gamas de colores.
Respecto a la edición, ECC Ediciones ha recopilado en el segundo tomo de la colección los seis números siguientes -del 6 al 11, ambos inclusive- en un tomo de 144 páginas a color en formato rústica. Además de los séis capítulos, incluye todas las portadas al final del volumen.
En definitiva, este volumen nos muestra el verdadero potencial de la cabecera: un mundo muy rico donde los vampiros no son lo esencial, sino las relaciones entre ellos y la sociedad norteamericana. Ciertamente, de puntuación le daría un 8,5; pero como sólo puedo elegir entre números enteros opto por redondear al alza debido al buen sabor de boca que me dejó. Personalmente, lo considero un imprescindible para todos aquellos que piensan que no se puede hacer nada más con los vampiros. Muy recomendado.
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