En está última entrega de El nacimiento del “Comic Book”, vamos a continuar por donde lo dejamos en El nacimiento del “Comic Book” – parte 3, donde podíamos ver cómo la National Periodical Publications decidía emprender un nuevo y prometedor rumbo al publicar una serie de cómics que ha llegado a la actualidad, y que en la actualidad nos ha llegado bajo la cabecera de “Detectives Comics” (DC).
El primer número llevaba fecha de marzo de 1937, y fue el primer “comic book” que contenía material nuevo, y cuyas historias trataban de un solo tema. Además fue el primer “comic book” cuyo claro modelo eran los “pulps”, es decir, el tipo de publicación que más competía con los “comic books” en pos de la lealtad de los lectores. En los años treinta los quioscos americanos estaban llenos de “pulps” como “The Shadow”, “Phantom Detective” y “The Spider”; en estas revistas de narrativa, pintorescos y heroicos detectives – generalmente enmascarados o disfrazados de alguna forma – libraban tremendas batallas contra malvados siniestros. “Detective Comics” se hizo eco de la atracción de tales revistas, hasta el punto de presentar un personaje en las mismas – el doctor FuManchú- en la portada de su primer número y en la de varios números sucesivos.
No había transcurrido mucho tiempo desde la primera aparición de DC cuando el mayor Wheeler-Nicholson vendió su negocio a Harry Donenfeld, hombre al que un escritor de la revista “Saturday Evening Post” describiera como “propietario de una imprenta, socio de una compañía distribuidora y bromista incorregible que en una ocasión se la dio con queso a Jack Dempey”. Donenfeld había estado imprimiendo los “comic books” de la National y evidentemente adquirió la compañía cuando Wheeler – Nicholson empezó a tener dificultades financieras.
Donenfeld heredó tres títulos – “Detective”, “Adventure” y “More Fun” – de Wheeler Nicholson y pronto decidió añadir un cuarto. Este nuevo “comic book”, al igual que “Detective”, reflejaría la influencia de las baratas revistas “pulps” (aunque algunas de sus series, como Zatara Master Magician, eran obvios derivados de cómics como Mandrake). El nuevo “comic book” se titulaba Action Comics, y su primer número llevaba fecha de junio de 1938. La serie principal de Action Comics era Superman, cuya historia ha llegado hasta la actualidad. Aquí os dejo un vídeo con el primer número de Action Comics:
Con Superman ya en los nuevos cómics se encontró por fin la fórmula de éxito que se venía buscando desde los inicios del cómic. En efecto, Superman era un héroe de “pulp”; en muchos aspectos se parecía a Doc Savage, dechado de cualidades mentales y físicas cuyas aventuras aparecían en una popular revista mensual. Pero Superman llegaba a unos extremos que los autores de “pulps” raramente alcanzaban. Un personaje sobrehumano como Superman hubiera parecido ridículo si se le hubiese descrito con palabras, como se hacía con los héroes de los “pulps”; pero tal como se le presentaba en los cómics, con dibujos vigorosos y toscos y colores llamativos, resulta irresistible.
Con el debut de Superman la industria del “comic book” en los EEUU empezó a cambiar rápidamente. En el plazo de dos años el número de títulos se había expandido en gran medida y la mayoría de los nuevos cómics estaban llenos de personajes que, al igual que Superman, eran versiones exageradas de los héroes de los “pulps”. Algunos, como en el caso de Superman, eran sobrehumanos, aunque por regla general tenían menos poderes que Superman. Otros héroes no eran sobrehumanos, pero tenían una musculatura bien desarrollada y una serie de habilidades especiales; eran los herederos de los vigilantes con antifaz que habían protagonizado los “pulp” durante muchos años. Todos estos personajes ofrecían a sus lectores las mismas historias descabelladas y la misma acción violenta que anteriormente sólo se encontraba en los “pulps”, pero los cómics las ofrecían corregidas y aumentadas; y los “comic books” podían leerlos personas semianalfabetas a las que les resultaba difícil leer incluso las novelas baratas.
Los editores de “pulps” empezaron a pasarse a los cómics y lo mismo hicieron sus lectores. La circulación de los cómics aumentó prodigiosamente: en 1940 ya se vendían más de 12 millones de ejemplares al mes.
De hecho, los cómics habían comenzado como una tecnología – la prensa a cuatro colores de gran capacidad – en busca de una fórmula que atrajese lectores en número suficiente para justificar la impresión de muchos miles de ejemplares de cada número. Con el éxito de Superman la tecnología y la fórmula por fin se encontraron la una y la otra: que su matrimonio fue duradero, llegando incluso hasta nuestros días.