En este artículo continuaré comentando algunos libros de Isaac Asimov donde lo dejé en el primer artículo del Ciclo de los Robots, que podéis leer pinchando sobre el enlace. La llamada Trilogía del Imperio consta de tres novelas escritas entre 1950 y 1952. En un principio fueron novelas aisladas, pero dada la continuidad lógica con la que Asimov dotaba a sus novelas, se incorporaron años después al Universo de la “Fundación”, siendo el portal de entrada a ella.
Los títulos que forman parte de esta trilogía son:
-En la Arena Estelar (1951)
-Las Corrientes del Espacio (1952)
-Un Guijarro en el cielo (1950)
Notaremos cómo se escribieron en un orden diferente a como deben ser leídas; en estas tres novelas, la Tierra cobra una importancia clave ya no en su desarrollo, sino como escenario histórico y motivador. En las épocas de estas tres novelas, el Imperio Galáctico no se ha formado como tal, Trántor (planeta capital del Imperio en las novelas de “Fundación”) todavía es insignificante, y la Tierra es un simple planeta casi olvidado y podrido por la radiactividad, tal como acabó en “Robots e Imperio”. Ninguno de los argumentos posee un resultado sobre el futuro de la Humanidad y el Imperio, por lo tanto, son historias cerradas y aisladas. El dato más significativo es solo el hecho de que conforman un documento histórico para entender la creación del Imperio.
Quizá la novela con más peso filosófico sea “En la Arena Estelar”, donde la intriga de un planeta dictador llamado Tyrann, es excusa para debatir los derechos humanos. Varios milenios después de la segunda expansión planetaria desde la Tierra (tal como vimos en “Robots e Imperio”), Tyrann posee varios planetas en su dominio (concretamente 50 de los 1099 colonizados) y pretende hacerse todavía con más, manteniendo un gobierno casi fascista y represor contra el que surge una rebelión oculta para derrocar al Kan de Tyrann. De nuevo tenemos las metáforas con el título del gobernador tyrannio, referencia clara al emperador mongol. Como subtrama surge un documento misterioso que puede traer la paz y la libertad a todos los planetas bajo el dominio tyrannio.
En el personaje de Gillbret Hinriad, primo del director de Rhodia (uno de los planetas pertenecientes a Tyrann) encontramos a un anciano brillante que no tiene más remedio que hacerse el loco para sobrevivir. Se trata de un inventor de sublime imaginación y guarda los argumentos más sólidos en contra de Tyrann en pro de la libertad del individuo. Sus discursos acerca de los derechos resultan dignos de leer. Transcribo aquí unas líneas que, sin duda, nos recordarán a cierto país en la actualidad:
“(…). Los tyrannios están destruyendo el derecho de veinte mil millones de seres humanos a tomar parte en el desarrollo de la especie (…) y nuestra industria estaba creciendo. ¿Y ahora? El crecimiento ha sido detenido (…). Entorpecería el control de los tyrannios sobre nuestras necesidades industriales. Por su parte es una inversión a corto plazo, porque finalmente llegaremos a dejar de ser provechosos, a medida que nos vayamos empobreciendo. Pero entretanto, se aprovechan. Además, si nos industrializamos, podríamos fabricar instrumentos bélicos. Por lo tanto se detiene la industrialización, se prohíbe la investigación científica. Y al final el pueblo se acostumbra tanto a ello, que incluso no se da cuenta de que le falta algo.”
Sin embargo, a Asimov le desconcertaba, según se dice, esta novela, reduciéndola a un nivel ínfimo de calidad. En realidad estas tres obras son consideradas menores, pero no por ello de poca importancia.
En la siguiente entrega del tríptico, “Las Corrientes del Espacio”, la teoría de que existen corrientes de carbono en el espacio, a modo de las corrientes marinas, se vino científicamente abajo años después al demostrarse que es imposible, y que el sol de un sistema solar con planetas cercanos no puede convertirse en nova, tal como explica esta novela. Pero dejando a un lado las exactitudes científicas, nos sitúa en un conflicto racial, comparativo al Norte y Sur americanos en la época de la esclavitud en las plantaciones de algodón. El planeta Sark tiene sometido al planeta Florina para aprovecharse del kyrt, una planta con la que se fabrica un tejido perfecto y preciado que no es posible cultivar en otros planetas. Las diferencias raciales entre los habitantes de los dos planetas son notables, habiendo en esta ocasión una inversión en el color: los sarkianos poseen tez morena y los florinianos tez clara. Una intriga de interés político y económico con el kyrt de base y el peligro de Florina de ser destruída por su propio sol envuelven a los protagonistas en una lucha a contrarreloj para hallar una solución.
Podremos observar cómo Trántor está cobrando importancia reuniendo en su gobierno ya a unos pocos millones de planetas y la Tierra se ha convertido en un mito, olvidada como origen de la Humanidad. De nuevo Asimov escribe una novela con argumento aislado pero que ayuda a comprender la formación del Imperio Galáctico.
Por último, y con más milenios de avance en el tiempo, “Un Guijarro en el Cielo” sitúa la historia en la propia Tierra. Un sastre de mediados del siglo XX se ve transportado, mientras camina por las calles de su ciudad, hasta el siglo IX de la Era Galáctica en el mismo sitio que ocupaba en su tiempo. La Tierra continúa siendo radiactiva, y la fisonomía humana ha cambiado, de tal modo que nuestro viajero en el tiempo es analizado por sus llamativas características físicas. Entretanto, existe un complot para fabricar un arma biológica que pondrá en peligro al Imperio, asunto que tendrá que resolverse gracias a la ayuda de varios científicos que acompañan al protagonista.
Como he comentado más arriba, el fondo de estas novelas es la formación del Imperio Galáctico, y la forma de las mismas, es simplemente aventuras en el espacio, el choque de culturas, la curiosidad científica. Respecto al Ciclo de los Robots, echamos en falta que las culturas planetarias evolucionadas no sean extrañamente diferentes a nuestro tiempo a pesar de los miles de años transcurridos. Partimos de la premisa de que muchos de esos planetas han sido colonizados y habitados hace relativamente pocos milenios, por lo que, por mucho que la tecnología desplazada a esas nuevas tierras fuese de lo más avanzada, está el hecho de que para que la sociedad de un planeta madurase debían pasar muchos milenios más de lo que quizá nos pudiéramos imaginar.
Ya lo vimos en el proceso de terraformación en “Robots e Imperio” o en el discurso de Gillbret Hinriad en “En la Arena Estelar”, donde el sabio habla también del proceso de evolución de las sociedades de los planetas colonizados. Teniendo en cuenta los patrones a seguir por estas nuevas sociedades nos encontramos con una lógica para pensar que por muchos milenios que pasen en el futuro, las nuevas sociedades creadas por la Humanidad no posean esa exclusividad de lo inimaginable, lo imposible, y sigan pareciéndose relativamente a nuestro tiempo.
Por otra parte tenemos el factor de Tyrann, reprimiendo la cultura y tecnología de sus planetas sometidos. Tyrann podría no ser el único Imperio represor en la historia de la Era Galáctica, lo que hace más susceptible el atraso de tantos y tantos planetas en su evolución social y tecnológica.
Asimov crea en cada planeta, en cada tiempo, de cada novela, sociedades tan diferentes entre sí, que nos abre una puerta a la reflexión sobre las diferencias en las sociedades de nuestro propio planeta Tierra. En el anterior artículo hablamos de que Asimov fue presidente de la Asociación Humanista Estadounidense, por lo que no nos sorprende que hiciera tanto hincapié en los conflictos sociales y la tolerancia entre culturas. Por otra parte, el autor también era historiador, de ahí su increíble habilidad para explicar hechos históricos, pronósticos, diagnósticos. Construye así un universo particular pero a la vez, de cada uno de nosotros.
Después de este artículo tardaré en comentar la saga de “Fundación”, hasta que no acabe de leerlos, que será pronto. Mientras tanto, os acercaré algunos otros artículos sobre Asimov, su vida y su obra.
“No creas que es suficiente reemplazar unos gobernantes por otros, que el simple cambio trae consigo la libertad”
“En la Arena Estelar”, 1951.