Nuestra memoria es la base sobre la que construimos nuestra vida y nuestra forma de ser. Un recuerdo lo suficientemente relevante puede condicionar nuestra reacción en algunos casos, por lo que no es descabellado afirmar que es la memoria lo que nos define. Aunque recientes investigaciones científicas afirman que no es tan infalible como creemos y que el cerebro suele adornar y rellenar huecos aquí y allá, imaginarse que nos quedamos sin recuerdos es una idea aterradora. Si no sabemos quiénes somos, ¿cómo saber si las cosas que hemos hecho han sido buenas o malas? ¿Y si todo lo que nos rodea, ahora nuevo pero extrañamente familiar parece indicarnos que no somos buenas personas? Desde luego despertar en una fosa rodeado de cadáveres no ayuda.
Y es que así es como empieza la película Open Grave.
Un hombre despierta sin recordar nada en un lugar a oscuras. Dolorido busca por los bolsillos encontrando únicamente un mechero. Al encenderlo descubre que se encuentra en una fosa rodeado de cadáveres. Pronto encuentra una pistola y una mujer aparece y le lanza una cuerda. Con mucho esfuerzo consigue salir y se dirige a una casa cercana, donde encontrará otras personas en la misma situación. Nadie recuerda nada, pero pronto la sospecha de adueña del lugar al tener la certeza que uno de ellos es el responsable de la fosa y su macabro contenido. La única que parece conocerlos a todos y tener las respuestas que buscan es la mujer que le ayudó a salir…
La película arranca con uno de los inicios más impactantes de la historia reciente del cine, con nuestro protagonista sin nombre aguantando el dolor de su cuerpo entumecido. La ausencia de diálogos, únicamente los sonidos de sus huesos al crujir, su respiración y la lluvia, ayudan clavar al espectador en su asiento. Pronto nos encontramos en la casa donde conocemos al resto de personajes, los cuales cuentan con la suerte de llevar sus carteras encima y poder conocer al menos sus nombres gracias a sus documentos de identificación. Sin embargo eso no es suficiente y gracias a unos buenos diálogos y unas solidas interpretaciones la tensión que viven estas personas se traslada a la perfección a nuestros cuerpos.
Lamentablemente pronto recordamos como respirar, y la maravillosa e impactante atmósfera creada en los primeros diez minutos va y viene al mismo ritmo que los personajes deambulan aquí y allá sin un objetivo claro. La película cuenta con momentos para recordar mucho tiempo, como el perturbado de la alambrada del que no hablaré más para no estropear la sorpresa, al mismo tiempo que ofrece momentos sin esa magia en los cuales no podemos evitar mirar el reloj. El resultado final por suerte es más que favorable, una buena historia de terror (o tensión, mejor dicho) en la que se utiliza las interpretaciones y las reacciones de los personajes dejando de lado la acción habitual en este tipo de historias.
Los actores son desconocidos en su mayoría, alejados de las grandes producciones y la primera línea de Hollywood. Destacan Thomas Kretschmann y Sharlto Copley. El primero ofrece uno de los grandes momentos de la película, la evolución de su personaje fruto de la desconfianza hacia John Doe, el mote con el que se refieren al personaje protagonista, siendo al principio un personaje estereotipado pero que pronto sorprende a todo el mundo. Sharlto Copley es un caso aparte: el actor sorprende una vez más, demostrando que su estatus como actor no es pura suerte y que desde su descubrimiento en Distrito 9 ha sabido escoger perfectamente sus papeles. Su desesperación por no saber quién es al mismo tiempo que se ve acosado por macabros recuerdos es palpable en todo momento, y la mayor parte de los mejores momentos de la película son suyos, no solo por un buen guion (que también), si no por su interpretación.
El director de la película es el madrileño Gonzalo López-Gallego, demostrando de nuevo la fuga de talentos a la que está sometida nuestro país, y que el cine español en las manos correctas no estaría sufriendo lo que sufre ahora mismo. Su cometido como director y guionista es más que correcto, probablemente el responsable de esa atmósfera opresora que nos acompaña durante la mayor parte del visionado.
Al finalizar la película se completa un círculo en una maravillosa ironía, pero nos quedamos con muchos interrogantes. Para los más impacientes les digo que tranquilos, aunque la película avanza y parece que las respuestas no llegan nunca, lo hacen. Muy al final, eso sí, y con muchas ausencias, sobre todo en lo que incumbe a los personajes secundarios, como por ejemplo cuáles eran sus cometidos en la historia. Pero como dijo Stephen King, “La explicación es la antítesis de la lírica del miedo”.
Un buen thriller del que disfrutar en esta época del año, lástima que de momento no cuenta con distribuidora en nuestro país ni fecha de estreno. Por suerte quizá a la buena aceptación que tuvo en el pasado Festival de cine fantástico de Sitges sea algo que no tarde mucho en remediarse.
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