Última entrega de “la trilogía del Cornetto de tres sabores”, Bienvenidos al fin del mundo vuelve a traernos las disparatadas aventuras de un grupo de amigos británicos con los que nos divertiremos a la par que se nos mostrarán temas sobre los que reflexionar, pero de una manera tan alocada que casi no nos daremos cuenta.
Esta trilogía, también llamada “Blood and Ice trilogy”, que nos indica por dónde van los tiros, engloba tres films dirigidos por Edgar Wright, con guión del mismo y de Simon Pegg y protagonizadas por Nick Frost y otros amigotes habituales de esta “saga” como el propio Pegg, Martin Freeman, Paddy Considine y Eddie Marsan. Comenzó con Zombies party (Shaun of the Dead, 2004), una alocada parodia de las películas de no muertos (“¡no pronuncies esa palabra con z!”, continuó con Arma Fatal (Hot Fuzz, 2007) (¿dónde dan los títulos de traductor de películas? ¿En la tómbola?) donde comenzábamos asistiendo a un thriller de terror para terminar viendo un “homenaje” a las buddy movies de los noventa, y terminará este próximo viernes día 29 de noviembre con el estreno de la última parte de la saga.
Un grupo de amigos cuarentones, separados por el tiempo, la distancia y las diferencias, se vuelven a reunir para lograr conseguir un objetivo que no pudieron cumplir en su juventud: recorrer los doce pubs de lugar (“la milla de oro”), bebiéndose al menos una pinta en cada uno de ellos, por supuesto, hasta llegar al último, con el oportuno nombre de “El fin del mundo”. Pronto se darán cuenta de que, mientras algunos de ellos no han cambiado (negándose a madurar), algunos de ellos sí lo han hecho, como su ciudad natal, que se ha convertido en un lugar realmente ajeno a ellos, totalmente alienante y extraño.
Como ocurría con la anterior película, Arma letal, esta comienza con una temática (una especie de versión británica a locuras como Resacón en Las Vegas), para terminar siendo otra película completamente diferente… y no puedo decir más. De hecho, si no lo habéis hecho ya, os aconsejo que no veáis el tráiler, lleno de spoilers y que tampoco veréis en esta crítica por la misma razón.
Ganadora del Premio del Público al Mejor Largometraje en la XXIV Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián, y con muy buenas críticas y aceptación por parte del público en el pasado Festival de Sitges, nos encontramos ante una comedia que se centra en los problemas del protagonista por asumir que el mundo ha cambiado, que él ha crecido y que debe madurar, para poco a poco convertirse en una película de género fantástico que homenajea las películas de terror de los años 50 y 60.
El guión aprovecha estupendamente todas las oportunidades que le ofrece este escenario: desde una feroz denuncia a la globalización (todos esos pubs “Starbuckizados”, como dicen los propios protagonistas), hasta una recreación del cine más british de los noventa a través de la música, recurso muy importante en toda la saga.
Pero no quiero llevaros a engaño. Esta película es, básicamente, puro entretenimiento (lo recuerdo: sangre y helado). Pero entretenimiento inteligente y con unos toques de nostalgia y de crítica muy bien colocados, de tal forma que cuando ocurre alguna escena más o menos drámatica, no “chirría” ni desentona, no queda ridícula entre tanta locura.
Podríamos decir que en la primera película, Zombies Party, el protagonista se encontraba en un trascendental momento de su vida en el que tenía que decidir si dar el paso adelante y dejar su “vida de soltero” (pub, pintas y videojuegos), en ésta vemos las consecuencias de ese paso hacia la madurez: desencanto de una vida tranquila pero aburrida, enfrentarse a los deseos nunca cumplidos, los sueños rotos de juventud nunca conseguidos… al menos por la mayoría del grupo. Porque Gary King, “El Rey”, sigue anclado en aquella noche de 1990 que fue, para él, la mejor de su vida. De alguna manera, cada uno de los componentes de la banda (“Los cinco mosqueteros”), es un perdedor acomodado e infeliz con su vida. Y Gary es el peor, el típico cuarentón patético que se cree (o se quiere creer) un jovencito guay y libre porque “puede hacer lo que quiera cuando quiera”. Y esta libertad falsa la que dará un giro de tuerca en el guión para que renocozcamos la verdadera libertad (“¡me decían cuándo tengo que acostarme!”) que será la solución al principal problema de lo que ocurre en esta historia.
Wright y Pegg nos regalan un guión en el que, entre diálogos hilarantes, alocadas situaciones y mucha acción, hallamos un emotivo discurso que no resulta ridículo entre tanta comedia (¡Si hasta incluyen un jocoso homenaje a Casablanca!). Además, la dirección de Wright brilla, como en las anteriores películas, en las maravillosas escenas de acción, con peleas magistralmente coreografiadas, pero nunca sin que oculten lo verdaderamente importante, el conflicto personal de cada uno y cómo lo resuelven: Gary aferrándose a los pubs porque es lo único que le queda en la vida; Andy dejando salir toda su ira y frustación… Los personajes están tan bien definidos que para cuando comienza la trama fantástica, lo que nos interesa realmente es la historia de estos amigos, que ya lo son también nuestros, como si formáramos parte de la pandilla.
Dicho todo esto, también hay que decir que, por desgracia, me parece la película más floja de las tres. Si por un lado es obvia la madurez de los principales responsables de la obra, nos sentimos casi como los protagonistas: somos viejos amigos (conocemos varias de sus obras) y, por eso, ya no nos hacen gracia los mismos chistes, aunque sigan siendo buenos y todo lo que esperamos esté en la cinta. La comedia funciona, sí, pero es simplemente una tibia sonrisa la que nos surge cuando debería haber sido una gran carcajada al ver, como en las anteriores, nuestros más alocados sueños freak dentro de lo cotidiano.
Y la resolución del conflicto es casi un anti clímax, una batalla dialéctica contra el enemigo donde los argumentos de los protagonistas no son en absoluto válidos, si no simples excusas sin valor, que deberían haber servido para resolver los conflictos personales y que, como vemos en la escena final, no han sido superados en absoluto, al menos por Gary King.
No obstante, sigue siendo una reconfortante manera de ver el cine, valiente e independiente, que no sigue las modas pero aprovecha los recursos (efectos especiales, temas) que el cine actual posee. Porque el cine de entretenimiento no está reñido con la calidad argumental o cinematográfica.
En resumen, una comedia recomendable sobre todo para los fans del trío Wright-Pegg-Frost, no tan efectiva como las anteriores, pero bastante disfrutable. Con menos comedia (o menos conseguida) y más trasfondo crítico (al conformismo, al aburguesamiento, a las dictaduras pacíficas, a la globalización alienante, a no enfrentarnos a nosotros mismos y madurar). Pero ¡qué demonios! Nos han hecho pasar unos ratos muy divertidos y agradables en estas tres películas (y otras como Paul), así que yo, al menos, se lo agradezco y les pago una ronda. Por cierto, el Cornetto tarda en aparecer, pero aparece, por supuesto.
[xrr rating=3/5]