La verdad es que, como ya he mencionado alguna vez, nunca he sido muy fan de la ciencia ficción militar, pero cuando vi que Ediciones B reeditaba esta novela, sentí curiosidad. Al principio, sobre todo por los premios que había ganado: el Nebula, el Hugo y el Locus. Algo me decía que no me toparía con una novela de puro género militar. La novela tiene casi 40 años, fue publicada originalmente en 1974 y por aquella época la ciencia ficción especulaba a menudo sobre nuestros orígenes y sobre nuestro futuro de un modo mucho más académico, de debate antropológico y cultural, metafísico e incluso teológico. En cierto modo, ya tenía ciertas pistas de lo que me encontraría, y me alegra decir que no me equivocaba, esta vez.
Más que una novela sobre épicas batallas espaciales y heroísmo a ultranza, La Guerra Interminable es un relato mucho más humano, que narra el viaje de un hombre contemporáneo a través del futuro distópico de una humanidad militarizada, enfrascada en una guerra inútil contra una raza alienígena de la que apenas se sabe nada. Pero empecemos por el principio: William Mandella, el protagonista de la novela, es reclutado forzosamente para formar parte del ejército que la tierra está preparando para enfrentarse a los taurinos, un pueblo extraterrestre considerado una amenaza para la humanidad. Eso sí, para cubrir las enormes distancias del universo tienen que viajar a velocidades superiores a las de la luz, con lo que, mientras el tiempo fluye con normalidad para el resto del mundo, lo que para ellos son unas semanas o unos meses, pueden ser años o incluso siglos en realidad.
Esta diferencia entre el tiempo subjetivo y el tiempo objetivo es el eje principal del relato, mucho más importante que la guerra o la presencia de vida extraterrestre. Las únicas personas con las que pueden tener una relación normal, una amistad duradera, estos soldados del espacio, es con aquellos con los que comparten misiones. Que dos personas vayan a una misión diferente, a otro punto del espacio, significa que nunca más van a volver a coincidir en el tiempo, y que probablemente, para cuando uno llegue a su destino, el otro hará años que estará muerto. No es tanto la crudeza de la guerra como esa soledad espacio-temporal, lo que impacta de esta novela.
Cada vez que William vuelve a la Tierra o a otro planeta habitado por humanos, se encuentra con sociedades tan cambiadas y diferentes como lo que se podría encontrar un hombre del renacimiento en una ciudad de hoy en día. Las costumbres cambian, las razas o las religiones, como las entendemos ahora, dejan de tener sentido; e incluso el idioma que él habla ya no se parece en nada al idioma en el que habla la gente de su alrededor. William se acaba convirtiendo en un ejemplar de museo, en una reliquia del pasado rodeado de gente moderna que no es capaz de entender. Y, ¿qué puedo decir? Esta es la clase de ciencia ficción que hizo que me enamorara del género. No me suele valer con que me pasen por delante todo de ingeniosas ideas sobre tecnología avanzada, razas alienígenas y planetas maravillosos. Lo mejor que puede aportar la ciencia ficción, a mi parecer, no son aventuras en lugares inverosímiles y la capacidad de hacer Deus Ex Machina por doquier cuando el autor va corto de ideas. Lo que hace de la ciencia ficción un género respetable y maravilloso es la capacidad especulativa que tiene sobre todos los campos del pensamiento humano, y es en eso, precisamente, donde destaca esta novela.
Si nos fijamos en el autor, Joe Haldeman, hay algunos detalles de su vida que nos ayudan a entender en mayor medida la novela. Veterano de Vietnam, Joe escribió La Guerra Interminable basándose en sus experiencias. Eso se nota mucho en cómo narra los horrores de la guerra, la confusión general y todo el estrés post-traumático que se sufre después. Como la mayoría de los veteranos de Vietnam, Haldeman tiene una visión pesimista de la guerra, y es capaz de detallarnos con mucha crudeza todos los horrores que sufre un soldado. Si leéis el libro, y conocéis un poco la historia de la guerra de Vietnam, veréis muchos paralelismos. Otro detalle importante, que me parece casi enternecedor, es la inclusión del nombre de soltera de su mujer, Mary Gay Potter, en un personaje muy importante de la novela. Si leéis la novela y tenéis en cuenta las vivencias del propio autor, veréis claramente como ha insertado su propia historia en este escenario espacial. Cuando eso se comprende, se entiende el porqué de un relato tan pesimista y a la vez se ve hasta qué punto esta obra es un acto de romanticismo y pacifismo brillante. No quiero haceros ningún spoiler, así que dejaré que descubráis por qué vosotros mismos cuando lo leáis.
Sobre la edición de B, algunas cosas a comentar: el libro forma parte de la colección NOVA, que tiene una presentación para mi gusto un poco demasiado sobria. Es un formato muy serio, con predominancia del blanco y el negro, que puede echar para atrás al lector novato. Hoy en día, en el que la portada de un libro es muy importante para vender, que una colección que tiene tantas maravillas de la ciencia ficción como esta no explote al máximo el uso de portadas llamativas para atraer al público me parece una falta grave. Obviamente, los que ya estamos acostumbrados seguiremos comprando ciencia ficción, pero es una pena que el público no entendido se pierda obras como esta. Por lo demás, el formato está bien, la letra es grande, los márgenes generosos, el libro se deja llevar bien, y como la lectura apenas dura unas horas, en total, no se acaba resintiendo demasiado por el uso. Un detalle que sí que me ha parecido flojo ha sido la traducción. Muchas veces me he encontrado con calcos y con expresiones forzadas y poco naturales, que han hecho que frunciera el ceño más de una vez. Aun así, no ha sido tan grave como para hacer de la lectura un suplicio y la mayor parte del tiempo he disfrutado de la lectura sin más
Antes de acabar, quería mencionar que desde hace unos años se habla de una posible adaptación de la novela a la gran pantalla por parte de Ridley Scott. Aunque Prometheus, la precuela de Alien, no tuvo la recepción que esperaban, seguirán adelante con Prometheus 2 y también con la segunda parte de Blade Runner. Ambos guiones están en elaboración. La que sí que parece ser que ya tiene un guion acabado es La Guerra Interminable, que producirá 20th Century Fox. No tenemos fechas claras aún, pero parece ser que, aunque hayan pasado años desde la primera vez que el director habló de adaptar la novela, tendremos finalmente una película basada en esta gran obra de Haldeman. Buscando información de otros productos surgidos de esta novela, tenemos un par de ejemplos interesantes en los años 80: el primero y menos conocido es un juego de mesa del año 1983 de tipo wargame. Todo un objeto de coleccionista, a estas alturas, imagino. El segundo ejemplo es un cómic belga de 1988 dibujado por Marvano y que consta de tres volúmenes que siguen con mucha fidelidad la novela original. Norma publicó hace relativamente poco una reedición muy cuidada del mismo, que ahora tengo muchas ganas de leer.
Para terminar, poco más puedo decir. Me ha parecido una novela genial. No necesita un desarrollo de personajes profundo porque entendemos por todo lo que pasan estos soldados sin tener que saberlo explícitamente. No necesita descripciones largas y detalladas de todo, porque nos basta con la visión de un protagonista saturado de novedades. No necesita escenas de combate constantes porque el horror de la guerra se vive también en las esperas. Estoy seguro de que hoy en día esta novela no se hubiera escrito así, todo hubiera venido más masticado, explicado y reformulado para entretener al público. A mí, la verdad, cuando un libro me trata de tonto no lo puedo sufrir. Por eso me gusta La Guerra Interminable. El autor no está siendo condescendiente conmigo, me narra su historia de tú a tú, no me desgrana los conceptos científicos para que los entienda, no me explica todos los sentimientos que tiene el protagonista, deja que los intuya con los pequeños detalles. La Guerra Interminable es todo un ejemplo de hasta qué punto la ciencia ficción es capaz de ser un género con todas las de la ley. Creo que esta novela funcionará igual de bien hoy, que hace 40 años que dentro de 100 porque los conceptos esenciales que transmite son transcendentalmente válidos. Todo un clásico infravalorado que todo buen aficionado al género debería conocer. Muy recomendable.
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