Llegar a los 100 números de colección como máximo responsable de una cabecera, según está el mercado, es toda una proeza. Superar holgadamente esta cifra redonda es una hazaña digna de leyenda. Los vaivenes editoriales son una constante del modelo editorial USA. Ha quedado para la historia esa época en la que un autor podía estar al frente de una franquicia durante décadas, dejando su nombre impreso en el imaginario de los lectores. En los tiempos que corren, si un equipo creativo aguanta más de cinco años es una excepción que confirma la regla.
Hoy, me temo, sigo mi reivindicación de los eternos segundones del planeta viñeta, y hablamos de uno de esos títulos que aguanta contra viento y marea con el mismo capitán de barco desde hace tanto tiempo que, prácticamente, ha conseguido que no entendamos la colección sin él. Hablamos de X-Factor, y por ende, hablamos de Peter David. Por favor, pueden aplaudir.
Poco o nada queda de aquellos X-Factor primigenios, en origen, una especie de policía mutante ideada por el gobierno de Estados Unidos. Para esta iniciativa se reclutó a los miembros originales del equipo de Xavier, que en esa época se encontraban inactivos. En su momento fue carne de polémica e ira, ya que traía de vuelta al mundo de los vivos a Jean Grey, en teoría víctima de sus excesos cósmicos en la ya mítica saga de “Fénix Oscura”. La tormentosa costumbre de sacar a personajes de su muerte tiene uno de sus ilustres precedentes en estos episodios.
Pero desde aquel lejano año 86, el grupo ha sufrido tantos cambios internos, tanto de formación como de concepto, que la idea de grupo gubernamental contra amenazar mutantes derivó en un grupo de forajidos en los años 90. Derivas creativas se traducen en reinvención total en manos de Peter David, que en su mini serie dedicada a Jamie Madrox ponía los cimientos de la Agencia de detectives X-Factor, concepto principal sobre el que girará su estancia, aún inacabada, como ideólogo de este pintoresco grupo.
Aquí es donde empezamos nosotros, en una de las etapas más extrañas, divertidas y coherentes de la historia reciente de las franquicias mutantes. Peter David es un perro viejo. sabe que su tiempo de gloria hace mucho tiempo que pasó. Su estilo está muy lejos de la cháchara de ciencia ficción de una generación tecnófila, centrada en una idea de transcendencia muy alejada del espíritu de cómic clásico y de aventuras que siempre ha propuesto David. Aun así, a pesar de ese relevo generacional, tenemos suerte de que Peter David siga en el negocio. Porque hay muy pocos autores que hagan tanto con tan poco. Su forma de entender el guión de cómic es reconocible y única. Posee sensibilidad y capacidad de observación, que le mantienen a pie de calle, capaz de argumentos en apariencia sencillos y tranquilos, pero que están llenos de carga social, contenido que en ocasiones puede resultar polémico por la naturalidad del tratamiento de este inteligente escritor. A esto añadimos un fino humor a prueba de bombas. Irónico, con cierto toque cínico, pero siempre entrañable, el ingenio de David engancha. Las referencias culturales se convierten en chistes privados entre el autor y su público, que no sólo espera con impaciencia lo que sucede con los personajes; también se muere por leer la siguiente ocurrencia de cualquiera de ellos, siempre con esa elegancia algo macarra. Sí, aunque parezca un oxímoron, David consigue este efecto.
La idea de la que parte David, no podía ser de otra forma, es una simpática marcianada. Plantea esta nueva encarnación de uno de los grupos mutis más con más movimiento interno como una agencia de detectives especializada en casos relacionados con mutantes. Esto imprime a la colección el necesario aire de serie negra que en muchos casos roza la parodia. El ritmo de David es uno de sus fuertes, pero al mismo tiempo es la razón por la que se aleja tanto de los nuevos guionistas que pululan por el universo del cómic. Las ideas de este autor van más allá del puñado de números. Sus pasos van en una dirección, un todo más complejo que las partes, por lo que necesita años de estudiados movimientos de cada uno de sus personajes para que todos los puntos conecten y tengamos sentido completo de su plan. De ahí que sus grandes éxitos vengan de largas estancias en colecciones que, gracias a sus valientes elecciones, han pasado a la historia del medio como clásicos. Cuando nadie daba un duro por Hulk, David transformó en imprescindible su estancia al frente del Gigante Esmeralda. Y, en lo personal, pocas veces he leído algo tan emotivo y entrañable como su etapa como escritor de Supergirl, colección que dio una vuelta de tuerca total a la heroína de DC. Si no contó con un final tan redondo como hubiésemos deseado, fue por inferencias y decisiones editoriales nada inteligentes, que mermaron la globalidad de las aventuras de Linda Danvers.
Con X-Factor, la idea fija de como debe funcionar una historia que defiende David es la misma de la que se nutren sus anteriores aciertos. Presta la atención necesaria al desarrollo de cada uno de los miembros del grupo, sus relaciones marcan la evolución de la serie. La selección de actores, que en otro contexto no pasarían de secundarios o carne de cañón, es esencial para que David disfrute de una libertad completa en su recorrido vital. Con ese espíritu, construye una extraña epopeya, que huye de convencionalismos propios de los clichés del género. Mastica cada momento, a veces da la sensación de que los protagonistas pasan más tiempo en la cocina, envueltos en largas conversaciones intimistas y personales. Lo curioso es que no dejan de pasar cosas, que estás completamente enganchado, y que, además, tienes la certeza de que algo impactante y definitivo va a suceder. Cuando sucede, los personajes han sido tan bien presentados, son tan complejos y redondos, que la consecuencias de las terribles vicisitudes que sacuden sus vidas son igual de violentas y emotivas para el lector. David te ha atrapado en su red, amigo. Y no ha necesitado grandes eventos ni trascendencia de baratillo.
Pero Llega un momento que David destapa el tarro de las esencias. Sí, has conectado con los personajes. Así que toca aprender otra cosa importante con David. Es un maestro en saltarse su propias reglas. El escenario que ha presentado hasta ahora es un entorno urbano, lleno de misterio y bruma sí, pero más cercana a un policíaco que a la hecatombe bestial llena de azufre que el guionista ha dejado para la traca final. Porque hemos dicho que David es un autor de conciencia social, muy cercano a las realidades del conflicto humano. Aunque, si con algo disfruta el maestro en con escenarios en donde se plantean luchas definitivas entre los conceptos de bien y mal, anclados en la tradición mitológica, llenas de demonios hambrientos, azufre y dominación maligna. Así ha planteado el último tramo de su estancia al frente de X-Factor, acompañado por Leonard Kirk desatado (un clásico que no acaba de gozar del reconocimiento que si disfrutan otros grandes de su generación); un enfrentamiento con los señores de los distintos infiernos, a la caza de Tier, el hijo perdido de Loba Venenosa (personaje que en manos de David, es una delicia). De repente, el tablero cambia de manera radical, y la calma detectivesca de la colección se va de cañas mientras David propone una historia llena de épica y acción a raudales, donde el estatus del grupo queda en entredicho para el futuro más próximo. El maestro nos da una vuelta de tuerca a sus temas recurrentes, y nos ofrece una saga que nos retrotrae a Inferno, todo un clásico Marvel.
Todo esto sucede porque Factor-X no tiene ventas millonarias. Muy pocos dirán que es su colección mutante favorita. Nadie elegiría a cualquiera de sus miembros como parte de su equipo X . Y, con silencios y buen hacer, se ha convertido en un referente en el mundillo mutante. No es la mejor colección, ni la más trascendente, ni la más clásica. Pero de lo que no me cabe duda es que se ha ganado el título de cabecera con más personalidad de la franquicia. Si añadimos el arte de dibujantes con el talento de Emanuela Lupacchino (una de mis favoritas, añado), Ryan Sook o el citado Kirk, hablamos de muchos quilates.
A saber qué nos traerá el remozado dentro del contexto de Marvel Now. Por mi parte, y aunque suene un tanto egoísta, no deseo un éxito demoledor a la colección. Eso rompería la magia, cambiaría la esencia de lo que leemos, por su pequeñez y humildad. Son palabras muy difíciles de enmarcar dentro del gigantismo que impera en un universo lleno de eventos cósmicos más grandes que la vida. Sí, es cierto, me lo paso en grande con esos cómics. Pero creo que es necesaria la existencia de cosas como X-Factor. Por salud mental de lector saturado.
Porque Peter David sabe cómo tocar la fibra. Y, a pesar de los azares de la vida, sigue provocando mi sonrisa y mi admiración.