Supongo que todos tenemos marcado a fuego un momento especial en nuestra relación con el mundo del cómic. Una etapa que nos marcó, un dibujante especial que nos hizo ver la magia más allá de la simple viñeta, un número determinado que se convirtió en la entrada definitiva a un mundo inabarcable de emociones…
Admito, desde ya, que este recopilatorio de Hulk tiene un significado muy especial para mí. Más allá de la calidad que atesora (que de eso hay a toneladas), el reencuentro con este puñado de números del Gigante Esmeralda ha supuesto un viaje personal a través de sus páginas, así que no puedo ocultar mi emoción al hacer esta crítica. Me temo que mi objetividad también ha sido exiliada a La Encrucijada, el místico lugar donde sucede la mayor parte de las aventuras del Hulk en esta etapa. Así que hoy queda mi experiencia como lector, gracias a que significó uno de mis primeros encontronazos con el mundo del cómic.
Este volumen contiene, entre otras muchas cosas enormes, el primer número de Hulk que leí hace ya muchos años. Un número diferente, extraño, alejado de lo que esperaba encontrar en las páginas de un personaje dado a la ira y la destrucción gratuita, donde primaba la introspección, el estudio psicológico, la búsqueda de la semilla en el alma de Bruce Banner que le hizo acumular la ira suficiente para que la encarnación física de Hulk tomase forma, más allá de la radiación ganma. Una historia que, a ojos del niño que era entonces, no resultaba tan impresionante como las extrañas aventuras del Goliat verde en los reinos fantásticos de La Encrucijada, pero que aún entonces regalaba la sensación de ser algo especial. Se trata del número 312 de la edición americana, y consistía en el cruce de la colección de Hulk con Secret Wars II. Pero para llegar a este momento tan especial, primero nos embarcamos en un viaje alucinante a través de una de las épocas más valientes, arriesgadas y excitantes que ha vivido la extensa trayectoria del monstruoso héroe. Un auténtico placer de lectura con la perspectiva del adulto, pero que recuerda lo que significó desde la visión del niño que fui.
En el tomo anterior dedicado a la etapa de Bill Mantlo y Sal Buscema al frente de la colección, el estatus del atribulado Doctor Banner cambió considerablemente. Para empezar, Hulk ya no era el descerebrado e infantiloide ser que había paseado por la cabecera desde su creación por parte de Stan Lee y Jack Kirbi. Tras años de lucha contra su propia maldición, Buce Banner conseguía el dominio sobre su otro yo, e incluso cuando su alter ego hacía aparición, conservaba el brillante intelecto del apocado científico. Por fin, podía usar el poder de Hulk para ayudar a la humanidad y certificar su carácter de héroe, con el aplauso de la agradecida población civil y de los demás enmascarados de la casa Marvel. Tal era el entusiasmo por esta nueva encarnación del personaje que se ganó una amnistía por parte del presidente de los Estados Unidos.
Por fin, días de gloria para la eternamente perseguida bestia. Hulk controlado, un trabajo relacionado con los rayos ganma en un observatorio, y un nuevo interés romántico tras el batacazo sentimental con Betty Ross. La doctora Kate Waynesboro se transformaba en ayudante y nueva chica oficial en el corazón de un Banner que se las pintaba felices.
Pero en el mundo de los supertipos la tranquilidad es una quimera, y pronto empiezan los problemas que se solventan con la poderosa combinación del poder físico de Hulk y la mente prodigiosa de Banner. Aunque hay cosas que no se pueden solucionar, ni con golpes ni con ecuaciones. El miedo se arraiga en el corazón del melancólico doctor, la presencia eterna en el más oscuro rincón de su alma del salvajismo del monstruo verde al que nunca pudo controlar. El horror del siempre amenzante regreso del poder puro de Hulk desvela al joven físico, que despierta envuelto en sudor tras destructivas pesadillas de pérdida de control.
Banner no tarda en descubrir que el miedo que carcome su siempre tambaleante espíritu tiene un origen mucho más siniestro que su propia experiencia. Pesadilla, señor de un mundo enfermo de malos sueños, se ha instalado en el mundo onírico de Banner, y conduce al aterrorizado Doctor a un estado de confusión y culpa. La intención de esta criatura del sueño es derrotar al Doctor Extraño, señor de las artes místicas y antiguo aliado del Goliat verde en los defensores. En la batalla por expulsar a pesadilla de su mente, Banner sacrifica los últimos vestigios de humanidad que quedaban en la psique del monstruo, y se desata la personificación más salvaje y animal de toda la historia de Hulk. Ya no existe un Banner que controle desde el subconsciente las acciones de un ser que, en el fondo, sólo anhelaba la paz. Ahora queda un animal de instinto destructivo, reducido a la mínima expresión; una fuerza de la naturaleza en forma de ira física.
Ante el poder desatado de Hulk, los héroes más poderosos de la tierra se enfrentan en una batalla que sólo se puede saldar con la muerte del monstruo. Aunque Extraño, llevado por la compasión que siente ante su antiguo compañero, víctima de una conspiración ajena a su mundo, toma una decisión salomónica. Hulk es expulsado a La Encrucijada, el lugar mágico donde confluyen miles de mundos. Quizá la gigantesca mole verde pueda encontrar la paz en alguno de ellos.
Aquí, a el último lugar del universo, con maestría, habilidad, tensión y ritmo, es donde quería traernos el bueno de Bill Mantlo, para vuestro disfrute y aplauso. Y es que tomar decisiones rompedoras, a veces no sienta bien al público. El Hulk inteligente de Mantlo había generado tantos aplausos como ataques de indignación, pero lo cierto es que no dejaba a nadie indiferente. Los cambios radicales que introdujo en la colección reavivaron una cabecera estancada y reiterativa, pero Mantlo llevó la eterna lucha interna de Banner a nuevos niveles, con inteligencia y poderío narrativo. Todo era coherente, tenía sentido, era nuevo y sentaba bien a un monstruo quemado por la eterna persecución e incomprensión de la asustada humanidad.
Pero Mantlo es un ejemplo de lo que un equipo creativo equilibrado y con un proyecto a largo plazo puede ofrecer a un personaje. La idea de permanencia es algo que se ha diluido en el cómic americano, pero antaño, existían proyectos de envergadura épica, que daban sentido de cierre, y que permitía una complejidad narrativa tan brillante como la que unos magos como Mantlo y Buscema se sacaron de la chistera para cambiar la historia de Hulk para siempre.
La estancia en La Encrucijada permitía a Mantlo reescribir las reglas de la colección, y embarcaba al Coloso en una epopeya que miraba a las grandes gestas de la mitología y a la fantasía de la espada y brujería. Además, lo hacía con un Hulk animal y embrutecido, reducción al mínimo del concepto con el que nació. Lo irónico es que, a pesar de toda esa furia y fuerza, Hulk se enfrenta a enemigos mucho más poderosos que él; sangra, sufre y se agota, dejando patente que las reglas de La Encrucijada no son las de su mundo. Una suerte de pruebas míticas que son el viaje de este extraño héroe para recuperar su humanidad perdida, y volver a casa.
El despliegue narrativo de Mantlo es de una riqueza poco habítual en un mundo tan cerrado como es el de los superhéroes. A la complejidad psicológica del personaje, el escritor añade una dimensión mística y fantástica que pone al enfurecido monstruo a niveles en los que nunca hubíesemos situado a Hulk. La Encrucijada bebe de las novelas de Robert Howard y del alucinógeno multiverso de El Campeón Eterno de Michael Moorcock, aderezado en ocasiones con mundos de horrores informes extirpados de un mal sueño de Lovecraft. Tenemos ciencia ficción pura, y enfrentamientos con titanes cósmicos con un poder que hacen que nuestra criatura de piel verde parezca una hormiga. Mantlo se atreve, incluso, con su propia versión de un clásico de la literatura como “Moby Dick”, embarcado el monstruo contra su voluntad en una caza destinada a la tragedia.
Mantlo se vale de una prosa cuidada y elegante, pero llena de fuerza e impacto. Aprovecha, además, la condición de exiliado de Hulk para momentos más íntimos e introspectivos, donde prima el sentimiento de soledad del monstruo, la búsqueda de paz en un universo en conflicto eterno, y el encontronazo con su propio yo. Lo hace con la sensibilidad madura que un tratamiento tan personal exige para no caer en el ridículo o el exceso de azucar.
Buscema está en estado de gracia, y da empaque a la narración de Mantlo con todo el poderío visual de un tipo que daba a Hulk una imagen distintiva y perecedera, quedando como el mayor artista que ha tenido el Coloso, con permiso del maestro Kirbi. Al final de la colección es sustituido por un jovencísimo Mike Mignola, que por entonces estaba más preocupado por la continuidad que por la pirotecnia de un estilo aún en formación.
Entonces, llegamos al número 312 USA. Como digo, la primera trama que recuerdo haber leído de Hulk. La historia del hombre, del científico, del atribulado espíritu que ha recibido el nombre de monstruo desde el día de su nacimiento, marcado por la tragedia, la soledad, el abandono y la muerte. Mantlo hace un retrato de la semilla de desprecio y dolor de la que germinó la ira profunda que dio forma a Hulk. Reescribe el origen del monstruo sin cambiar nada sustancial, pero aportando un punto de vista totalmente nuevo, desgarrador, rotundo y lleno de melancolía. Emociones a flor de piel que marcaban el canon oficial de la Bestia Esmeralda, hasta el punto de que la propuesta de Ang Lee sobre su Hulk se sustentaba de manera evidente en este número. Un cierre brillante y especial a una etapa que deja huella.
Como digo, hoy hablo de más que un cómic, hablo de un momento, una experiencia. Pero creo que la calidad de un maravilloso montón de números trasciende el carácter personal de esta lectura. Apuesto que a los que amamos un buen cómic, bien escrito, perfectamente dibujado, de trascendencia, emoción y épica de las de antaño, aplaudimos el regreso a las estanterías de estos pedazos de historia del medio.
Le edición que nos ocupa recopila los número USA del 286 al 313. Incluye además The Incredible Hulk Annual #13 Usa y Alpha Flight #29 USA. Esto se traduce en un voluminoso tomo de 777 páginas, que contiene el consabido prólogo con un excelente contexto histórico en el que situar la edición de esta etapa, y una galería de portadas remozadas para distintas ocasiones. El precio de venta al público de 42 euros, editado, cómo no, por Panini Cómics.
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