Joshua observó cómo pasaban los mundos cual páginas de un libro ilustrado…
Una de las novedades más esperadas de Fantascy para 2014 ha sido esta novela que reseño hoy: La Tierra Larga, escrita colaborativamente por los autores británicos Terry Pratchett y Stephen Baxter.
La Tierra Larga no se basa en personajes ni en acción, aunque cuida estos aspectos con una buena caracterización y un ritmo regular. Como la ciencia ficción primigenia, se basa en una premisa bastante singular.
Similar a una carta en una baraja, nuestra tierra (renombrada Tierra Datum) es una de muchísimas tierras en millones de sistemas solares que se extienden a la izquierda y la derecha de la nuestra. Cuando la humanidad descubre este hecho, en el llamado Día del Cruce, el desconcierto se apodera de las naciones y empresas. En Internet puede encontrarse un sencillo mecanismo llamado “cruzadora” (una caja con cables y una patata) que permite atravesar la barrera entre dos tierras y desplazarse a la izquierda o la derecha. Tras la conmoción, la gente empieza a colonizar la Tierra Larga, igual que hicieron antaño en el Oeste americano, viéndolo como un lugar para rehacer sus vidas. Pero, ¿qué significa para la economía millones de vetas de oro que desvalorizan ese metal? ¿Es necesario evolucionar tecnológicamente cuando las tierras son ricas y los colonos pueden vivir de la recolección? ¿Qué jurisdicción puede ejercer un país del Datum sobre su equivalente mil tierras a la derecha? ¿Por qué hay cruzadores natos (gente que no requiere cruzadora) y fóbicos al cruce, que solo pueden cruzar si son ayudados y que observan la colonización de otras tierras con rencor y desconfianza? ¿Cómo evolucionó la fauna y la flora en las otras tierras, que pueden tener una configuración y un clima diferentes y tan extremos que son bautizadas por los colones “Mundos Bromistas”? Por supuesto, un universo aparentemente infinito también incluye una infinidad de peligros.
Aunque el concepto y sus consecuencias pueden parecer confusos, la novela te guía pausadamente a través de la historia del descubrimiento de la Tierra Larga como concepto, mostrándote diferentes perspectivas del fenómeno del cruce, como si lo estuvieras viviendo en directo. Para conseguir esa sensación de inmersión tan increíble, hay muchos personajes que nos muestran variados puntos de visto. Empezamos con un soldado de la I Guerra Mundial que cruza accidentalmente y, más adelante, podemos leer diario de una niña en búsqueda de una tierra en la que asentarse. Un personaje destacable es la agente de policía Monica Jansson, que descubre la primera cruzadora en casa del científico que la inventó y cuyos rápidos reflejos en el Día del Cruce la convierten en una experta en seguridad de la Tierra Larga. Algo nada desdeñable, cuando tenemos en cuenta que un terrorista puede esconderse en otro mundo con solo pulsar el botón de su cruzadora y reaparecer, por ejemplo, en el dormitorio presidencial de la Casa Blanca. Yo no pude evitar sentir debilidad por Hermione Dawes (me pasé su capítulo sonriendo embobada) y espero que aparezca en próximas entregas.
El protagonista, sin embargo, es Joshua Valienté. Joshua se cría con unas monjas muy particulares y pasa de ser un niño tímido y metódico a un adulto que vive de su secreta habilidad para cruzar sin necesidad de usar cruzadora. Al inicio de la novela recibe una proposición interesante: investigar la Tierra Larga y la vida que allí se ha formado. Pero lo que hará que acepte esta propuesta será su contratante: Lobsang, un ordenador superinteligente que se considera legalmente el primer humano reencarnado en una máquina y que afirma haber sido un mecánico tibetano en su vida anterior. Repito: mecánico reencarnado en ordenador que puede camuflarse, si quiere, como máquina expendedora.
Alternando capítulos en los que los colonos narran su migración, episodios de cruce accidental, las investigaciones de Monica y las aventuras de Lobsang y Joshua, la novela triunfa en crear un mundo interesante y complejo, con tantas capas como mundos por descubrir.
La Tierra Larga empezó como un proyecto de Pratchett que data de la época en la que se publicaba El color de la magia (y de esto hace ahora más de 30 años). En junio de 2013 se publicó la continuación de La Tierra Larga, titulada The long war (La guerra larga). Este verano saldrá la tercera entrega de la saga: The Long Mars (El Marte largo). Los autores afirman haber firmado un contrato para tres novelas más.
Terry Pratchett ya ha tratado el tema de las realidades paralelas con anterioridad. En esta ocasión, se aleja de la fantasía cómica y las aventuras con notas a pie de página para ofrecernos algo diferente. Si en Buenos Presagios, escrita entre Pratchett y Neil Gaiman, se podía intuir de qué autor era cada elemento de la historia, en esta novela el límite entre los escritores se desdibuja. Aquí y allá brilla algún momento que parece propio del estilo del autor de Mundodisco, como la caracterización de las monjas que criaron a Joshua (en especial, la hermana Agnes, que conduce una Harley y es fan de Meat Loaf). En lo que respecta a Baxter, he de confesar que la etiqueta de ciencia ficción dura suele imponerme, ya que el concepto me sugiere supeditar el entretenimiento a la reflexión y eso me hace afrontar la lectura con un ánimo diferente. En La Tierra Larga se tratan muchas facetas de la ciencia: la evolución, la antropología social, la ingeniería informática, la carrera espacial, la química y los metales, etc. Pero creo que precisamente uno de los grandes aciertos de esta novela es que, pese a su trasfondo especulativo, el aspecto científico nunca llega a eclipsar a la ficción. Incluso en su vertiente más científica, la novela sigue siendo amena, la redacción es agradable y las explicaciones científicas no distraen del ritmo de lectura. Por lo tanto, tras leer la novela siento una mayor curiosidad por la obra de Baxter.
Otro gran acierto de la novela es que no esconde sus fuentes e influencias. Por ejemplo, se menciona a Robert Heinlein y Larry Niven, entre otros autores. El dirigible/cruzadora que contiene a Lobsang y Joshua se llama Mark Twain y resulta entre irónico y encantador que Lobsang sea un ordenador cinéfilo que hace referencias a la inteligencia artificial de Blade Runner y 2001: Una odisea en el espacio.
Con todo, hay que tener en cuenta que La Tierra Larga es la primera novela de una serie y que, si olvidamos ese aspecto, parece que la novela flojea como obra individual, relegada a un papel de introducción excesivamente larga. Como muchas novelas que presentan un universo, la primera parte del libro puede aturdir por exceso de información. Sin embargo, la lectura es ligera, la temática absorbente y el estilo entretiene. Aunque deja muchos frentes abiertos, parece que estos se dirigen a un desarrollo interesante. Con un cliffhanger final enorme, la espera para The long war se hará muy larga.
La edición de Fantascy cuesta 16,90 € y tiene 460 páginas encuadernadas en tapa blanda, repite alguno de los aciertos de la editorial: enormes solapas que hacen portada y contraportada más robustas (creo que ya he mencionado en otras reseñas lo importantes que me parecen estas solapas, puesto es lo mejor que se puede conseguir tras la tapa dura), una letra de tamaño decente (algo que empiezo a considerar un lujo) y papel color hueso. La traducción corre a cargo de Gabriel Dols Gallardo, que ha traducido a Stephen King, Brent Weeks y varias novelas de Mundodisco. Podéis consultar la página de Fantascy para más información.
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