Esta reseña continúa a la serie de artículos sobre la saga de Isaac Asimov. Concretamente viene después de la segunda parte, donde se habla de la Trilogía del Imperio. La tercera parte estaba dedicada a las adaptaciones a la gran pantalla o TV de algunas obras del escritor ruso. Para centrarnos bien en la saga de la Fundación, lo que hay que tener claro lo primero de todo es que en principio fueron 3 libros: “Fundación”, “Fundación e Imperio” y “Segunda Fundación”, publicados durante la década de los cincuenta del pasado siglo. Más adelante continuó la saga con dos secuelas, a principios de los años ochenta. Finalmente, escribió dos precuelas para complementar y que son las que nos ocupan en este artículo. Se trata de “Preludio a la Fundación” (1988) y “Hacia la Fundación” (1993), su última novela antes de morir, pero de publicación póstuma.
Son las obras más tardías que dan continuidad a todas las sagas de los robots y de la formación del Imperio y ello es patente en el estilo narrativo. Son, también, las más extensas en páginas. Dado que los libros de “Fundación” y siguientes comienzan en un momento temporal distante respecto a la novela inmediatamente anterior, “Un Guijarro en el Cielo”, ignoramos cómo ha llegado a formarse al cien por cien el Imperio Galáctico. Por ello, estas secuelas nos ayudan a comprender un poco el paisaje político y social.
Por otra parte, estos dos libros se pueden leer como uno solo, ya que ambos son complementarios y siguen el mismo hilo argumental con unos pocos años transcurridos entre los dos y se centran en los dos pilares más importantes para el futuro del Imperio y de toda la Humanidad: la vida del matemático Hari Seldon y la Psicohistoria. No existe uno sin el otro.
Hari Seldon es un sencillo matemático originario del planeta Helicón que acude a la Convención Decenal de Matemáticos en el planeta Trántor, capital política y burocrática del Imperio Galáctico compuesto por 25 millones de planetas. El joven Seldon aporta una teoría curiosa que pronto será el motivo de su persecución: a partir de unas complejas ecuaciones, cabe la posibilidad de predecir el futuro del Imperio. Pero estas fórmulas solo funcionan para un número masivo de personas, es decir, no se podría llevar a cabo solo con una relativamente pequeña muestra de seres. A todo ello le da el nombre de Psicohistoria. Podría pasar desapercibido si no llega a ser porque llega a oídos de Eto Demerzel, misterioso primer ministro del emperador Cleón I. Preocupado por el futuro de su imperio, el emperador decide mandar a buscar a Seldon y proponerle desarrollar su Psicohistoria. Seldon desconfía y además afirma no tener en sus manos la seguridad de que la Psicohistoria pueda desarrollarse y dar resultados.
A partir de este momento Seldon es el blanco del afán de poder y su brillante mente se convierte en el instrumento que todo dictador, rey, emperador o caudillo querría para sí. La huida de Seldon ayudado por amistosos personajes que aparecen de la nada y de quienes el lector podrá más que sorprenderse llegado el momento oportuno, le lleva a descubrir algunos distritos de Trántor, cómo difieren unos de otros cultural y socialmente. A ello le sumamos los datos que llegan del pasado, es decir, leyendas sobre robots, mitos acerca del origen uniplanetario de la Humanidad, del cual la Historia ha perdido gran parte; una religión que adora seres mecánicos que en el pasado fueron los guardianes de una Tierra desaparecida; pueblos que rehúsan de la tecnología y sociedad actuales; zonas donde la diversidad racial va acompañada de esclavitud y represión, golpes de Estado, objetos con miles de años de antigüedad…
Todo un conjunto de vivencias que pone en marcha la mente de Seldon, le abre los ojos ante el futuro que comenzó a fraguarse milenios antes de su nacimiento. Finalmente, el ingenuo matemático evoluciona en un hombre que decide entregarse a la búsqueda de la Psicohistoria.
Ha de ponerse de manifiesto que, tal como afirmábamos en nuestros anteriores artículos que la importancia de la Sociología en las obras de Asimov era prácticamente el vehículo en el que el autor se desenvuelve con más facilidad para expresar y describir los mundos que nos da a conocer, en las precuelas a “Fundación” se torna casi necesidad. No olvidemos que Asimov era un gran defensor de la condición y la dignidad humana, contrario a la violencia y la intolerancia, y aunque no hizo mucho hincapié, en otros libros nos descubre, en breves descripciones, que sus protagonistas poseen rasgos raciales distintivos. Y así lo hizo también en “Preludio a la Fundación”, definitivamente una obra compuesta por retazos de nuestra propia sociedad, nuestro mundo actual, ahogado en quehaceres burocráticos, en continua expansión y explosión, sumergido bajo bóvedas impenetrables como las de Trántor. Un mundo, en casi toda su extensión, que ha mecanizado desde el más mínimo movimiento humano hasta el orage, hundido bajo sus bóvedas que, cubiertas por espesos árboles, dan una imagen desde el aire que nada tiene que ver con la realidad.
Las precuelas de “Fundación” llenan vacíos y ocupan un lugar importante en la saga. Tanto estos libros como los 3 que forman la trilogía y las dos secuelas están escritos en épocas diferentes, por lo que su estilo narrativo es distinto. En las obras que nos ocupan, las descripciones son más largas, hay muchísima información que enriquece el Universo del Imperio Galáctico, muchas intrigas y experiencias que contar.
Se echa de menos un avance tecnológico más acentuado, pero teniendo en cuenta la mayor facilidad para los viajes interestelares a través de la galaxia podríamos darnos por satisfechos con tremenda hazaña. Esto se puede entender dado que al ser precuela de unas historias publicadas en los años cincuenta no podía desmarcarse de los relatos originales. De otros mundos no hay descripciones de sus culturas, al igual que en el Ciclo de los Robots teníamos Solaria, Aurora y la Tierra; o en el Ciclo del Imperio Galáctico, con sus mundos contradictorios. Pero con Trántor y su variedad es suficiente. No hay más que imaginarnos cómo serán los 25 millones de mundos restantes, entre ellos, los mundos que albergarán las Fundaciones.
El amor apenas es tratado en las precuelas de “Fundación”, solo a nivel social. Como siempre, la aventura y la estrategia invaden el texto, pero los giros inesperados y la sorpresa final propios de Asimov siempre están presentes, al igual que con sus páginas repletas de diálogos. Esta es una factura que no cambia en casi todos sus relatos. Aún así, aunque personalmente estos dos libros me han parecido exageradamente extensos y espesos en su lectura, en conjunto obtienen el aprobado desde el punto de vista productivo pese a no llegar al nivel de entregas anteriores.
Al fin y al cabo, todo el libro es un viaje iniciático hacia nuestro interior para buscar lo que hay bajo ese rol que desempeñamos día a día. La propia historia lo deja muy claro, en la piel misma de Hari Seldon.
“Se preguntó si alguien podía ser un gran matemático si lo único que conocía eran las matemáticas.”
“Preludio a la Fundación”. 1988.
Puede considerarse la segunda parte de “Preludio a la Fundación”, ya que continúa la vida y trabajo de Hari Seldon, completo protagonista, y su Psicohistoria, motor de su existencia hasta el final de su vida. Encontramos a un Seldon maduro, establecido, con una familia. Desde el principio se fraguan complejas tramas políticas, incluso religiosas, para hacerse con el poder imperial. La Psicohistoria pasa a segundo plano respecto las intenciones de los personajes que desean llegar a la cúspide del Imperio Galáctico a través de otros métodos; no obstante es conocida por ellos en menor o mayor medida.
Todos estos conflictos políticos desembocan en lo que los protagonistas consideran una crisis de la Humanidad. La sociedad se viene abajo: valores, principios, dignidad, respeto… todo se vuelve reflejo de la corrupción a la que está sometido el gobierno imperial. Enredado en la telaraña de maquinaciones, Seldon avanza en la Psicohistoria ayudado por un equipo cada vez mayor de científicos. Convencido del destino fatal del Imperio Galáctico, el matemático y psicohistoriador ve cómo, al tiempo que aumenta la crisis social, su alrededor se desmorona, y al pasar de los años decide tomar una iniciativa: salvar al Imperio y la Humanidad, o, en su defecto, protegerla antes las catástrofes que les avecinan.
Con la Psicohistoria finalmente desarrollada establece un período de 30mil años de crisis para el Imperio que podrían resumirse a solo mil años con la ayuda de la nueva ciencia lista para ser utilizada. Afectado por el devenir de los acontecimientos planea, usando la Psicohistoria, crear dos Fundaciones en dos planetas diferentes, alejados de Trántor, en los extremos de la galaxia. La primera de ellas se encargaría de reunir el saber universal histórico creando una Enciclopedia Galáctica. Seldon sabía que para esto harían falta muchísimos años y que el no viviría para verlo, pero su amor por la paz sería suficiente para poner en marcha el proyecto que otros seguirían. De este modo, el saber de la Humanidad se conservaría intacto y ayudaría a superar las crisis venideras.
Claro que todo esto está basado en cálculos. Posiblemente Seldon no podría calcular elementos sorpresa, espontáneos, variables. Pero esto ya es otra historia.
Podríamos ver en la Psicohistoria una conciliación entre Matemáticas, Sociología, Historia y Psicología. A lo largo del relato Asimov llama “Psicólogos” a la mayoría de ayudantes de Seldon y las predicciones no se tratan más que de teorías sociológicas formuladas en ecuaciones gracias a la ayuda de un artefacto que reordena las variables y, casi automáticamente, detecta las crisis por medio de sus cálculos. Digamos que representa la utopía de la Teoría Sociológica Universal que desde el siglo XX se viene persiguiendo en ciertos ámbitos de esta disciplina, y descartando en otros. Pero no entremos de lleno en Sociología y hablemos un poco más de “Hacia la Fundación”.
Esta última precuela enlaza con “Fundación” y ayuda a comprender el mundo en el que se desenvuelven los personajes con una trama ya empezada y armada que, leída sin más, podría desorientar al lector primerizo.
“Si pienso en mi vida me pregunto si podría…, si no tendría que haber obrado de forma distinta en algunas ocasiones. Por ejemplo: ¿acaso no hubo momentos en los que llegué a obsesionarme tanto con el inmenso alcance de la psicohistoria que, en comparación, pensé que los acontecimientos y las personas que se cruzaron en mi camino carecían de importancia?” “Hacia la Fundación”. 1993
“HARI SELDON”
La figura de Hari Seldon apenas se esboza en “Fundación”. Por lo que era totalmente necesario conocerlo a fondo, tanto a él como a su creación, la Psicohistoria. De modo que Asimov tomó la iniciativa, obligado por las editoriales y los lectores, de dar profundidad al personaje y aprovechar para matizar mucho más la capital de Trántor. Para empezar, nuestro autor retrata a Seldon como un insignificante ciudadano más del Imperio Galáctico. Un joven matemático que acude inocentemente a la Convención Decenal de Matemáticos para explicar sus teorías. Envuelto en la trama que lo hace huir se siente perdido. Es un ciudadano común, sin una vida fuera de lo normal, un hombre que proviene de un planeta rural. No tiene más pretensiones que dedicarse a lo que más le gusta.
Desde el miedo y la confusión más notables vemos cómo según avanza el relato, Seldon se asienta y se envalentona. Más adelante, ya en el segundo libro, con su familia, sus amigos y su laboratorio en la Universidad de Stealing, el matemático se marca un objetivo claro en su vida. La Psicohistoria pasará a ocupar todo su tiempo, aún viéndose envuelto en protocolos y obligaciones del Imperio. Nada ni nadie detendrá a Seldon. Ni las traiciones, ni los peligros a los que debe enfrentarse. ¿Podría decirse que, al término de “Hacia la Fundación”, es un héroe? ¿Tiene alguna relación Hari Seldon con bautizar como Sheldon al personaje más carismático de la serie de TV “The Big Bang Theory”, puesto que ambos son mentes sobresalientes? El científico, en solitario, maneja los hilos de su destino, del destino de la Humanidad y de toda una galaxia, y allegados y familiares, así como el mismísimo emperador, entregan su confianza al hombre de hierro que llegó a Trántor hace décadas y se convirtió en un mito.
Si Seldon ignoraba a su llegada a Trántor que su vida y la del Imperio cambiarían para siempre, tampoco podría imaginar que su nombre y su trabajo estarían a la orden del día durante los siglos venideros…
“¿Añadiré más libros a la serie? Puede que sí. Hay sitio para uno entre “Robots e Imperio” y “Las Corrientes del Espacio”, y entre “Preludio a Fundación” y “Fundación” y, por supuesto, también lo hay entre las demás. Luego, puedo continuar “Fundación y Tierra” con volúmenes adicionales… todos los que quiera. Desde luego, tiene que haber cierto límite, porque no cuento con vivir eternamente, aunque sí intentaré aguantar cuanto me sea posible”.
Isaac Asimov (antes de publicar “Hacia la Fundación”).
Siendo más breve de lo habitual, próximamente podréis leer la siguiente entrega: “Isaac Asimov y el Futuro de la Humanidad (V). Saga de la Fundación Parte 2. La Trilogía Original”, donde descubriremos los 3 libros que componían principalmente la saga: “Fundación”, “Fundación e Imperio” y “Segunda Fundación”. ¿Qué nuevas intrigas, sorpresas y aventuras nos esperan en la siguiente parte de esta increíble saga casi interminable?
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