Con esta entrega, llegamos al ecuador de la segunda miniserie que narra el pasado de Lobezno. La historia empieza con el mutante canadiense expuesto y encadenado en una jaula, para divertimento de los espectadores del circo de Hugo. De todos los que trabajan para él, sólo la joven y medio desfigurada Clara siente lástima por el inhumano trato al que es sometido el protagonista (al que le aplican descargas eléctricas como castigo), e intenta en vano que se comunique con ella.
También Nathaniel Essex siente interés por el mutante, aunque por razones muy distintas. Como todo fan de los X-Men sabe, Mister Siniestro siempre se ha obsesionado con poder experimentar con seres vivos en su laboratorio. Aunque los sucesos narrados en esta colección, suceden mucho antes de que se le conozca por su nombre de supervillano, aquí ya deja muy claras cuáles son sus intenciones. Por ese motivo, presiona a Hugo para que le venda a su cautivo. Aunque el dueño del circo se niega repetidas veces, las cosas cambian cuando los periódicos le acusan de que su hombre salvaje es un fraude. Nathaniel aprovecha esa oportunidad para ofrecerle un trato: si le deja examinar al mutante en su laboratorio, él se contentará con obtener lo necesario para sus investigaciones y podrá probar que la existencia de tan extaño ser es verídica. Hugo sólo acepta con la condición de que él mismo, acompañado de sus mejores hombres, pueda estar presente en todo momento.
Sin embargo, Nathaniel no es una persona de la que uno pueda fiarse. Tras librarse del dueño del circo y sus guardaespaldas gracias a un gas venenoso, inicia su experimento sobre el mutante y se siente fascinado por su poder de regeneración. Además, entre todas sus diabólicas pertenencias, posee una pócima que al ingerirla, se adhiere a determinados sitios del cerebro (la corteza insular anterior y prefrontal) y los neutraliza. Essex pretende utilizarla con su cautivo para convertirlo en un soldado perfecto para una guerra perfecta.
Tras lograr convencer a Victor Creed para que lo ayude, Clara se cuela en el laboratorio de Nathaniel por la noche y libera al canadiense, tras lo cual los tres huyen amparados en la oscuridad, dejando tras de sí el rastro de sus huellas sobre la nieve. El guionista cierra de esta manera el tercer número de la colección, de la que sólo quedan dos entregas más para descubrir el final sobre el origen de Lobezno (al menos hasta que alguien decida volver a retomarlo dentro de unos años).
Sobre este número caben destacar dos detalles: el primero es que es muy curioso ver al futuro Dientes de Sable ayudando al que se convertirá en su mortal enemigo, pero no hay que olvidar que ambos eran amigos al principio; el segundo es que, cuando lo están liberando, el protagonista pronuncia sus dos primeras palabras desde que empezó la colección: “huid” y “ayuda”.
Esto es lo que Gillen opina sobre su cómic:
“Aunque sea una secuela, parte del atractivo de Origen II está en que funciona por sí misma. Quiero que tenga una calidad similar a la de la primera parte. Qué narices, quiero que la lea gente que ni siquiera sepa nada de Marvel. Aquí les ofrezco esta historia atmosférica, oscura y a la vez hermosa, que se sitúa en el siglo XIX. Es una especie de novela de época que transcurre en el Universo Marvel. Es muy pura. Presentamos todo lo que necesitas saber a lo largo de la historia, al tiempo que los aficionados que sean plenamente conscientes del escenario podrán sacar una lectura mucho más amplía de lo que aquí se encuentren”.
Kieron Gillen y Adam Kubert siguen demostrando lo bien que trabajan juntos, con unos guiones concisos pero claros y bien compenetrados con los excelentes dibujos. Como el resto de la colección, las dimensiones de este cómic de grapa son de 16 x 27 centímetros, es de tapa blanda, está editado a color, tiene 24 páginas y cuesta 1,95 euros
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