En 1818, a raíz de un sueño que tuvo con dieciocho años, Mary Godwin (todavía no se la conocía como Mary Shelley) escribió el libro “Frankenstein” también conocido como “El moderno Prometeo“. Ciento setenta y seis años después, Kenneth Branagh decidió dirigir y protagonizar una versión cinematográfica, basada en el guión de Steph Lady y Frank Darabont, que se convirtió en una de las mejores adaptaciones que se haya hecho nunca sobre el personaje.
A diferencia de lo que pueda parecer, aunque la autora de la novela afirme al principio del largometraje que quería crear un relato que atemorizara al lector, este no es un film de terror, sino más bien un drama que aborda dos temas que nunca pasarán de moda: la soledad que sienten algunas personas por el simple hecho de ser diferentes y los peligros de jugar a ser Dios. Robert De Niro, que encarna al ser reanimado por el doctor Víctor Frankenstein, es el verdadero protagonista de la película y, pese a la brillante actuación de Branagh como el creador de la aberración, las mejores escenas del largometraje son aquellas en las que podemos ver en acción a la criatura.
Uno de los aciertos del film es no haber caído en el tópico de convertir al monstruo en un ser de cabeza rectangular, cara verde y tornillos por todas partes. La caracterización de Robert De Niro, cubierto de costuras, es más que suficiente para conseguir que sintamos repulsión por el personaje nada más verlo, además de hacerlo más creíble.
La historia es bastante conocida: Víctor Frankenstein es un joven ginebrino obsesionado con el estudio de la medicina, como su padre. Tras la muerte de su madre, en el parto de su hermano William, el futuro doctor se promete a sí mismo que encontrará la forma de devolver la vida a la gente. Una vez en la universidad alemana de Ingolstadt, donde se hace amigo de un compañero llamado Henry Clerval (interpretado por Tom Hulce), conoce a un médico llamado Waldman (al que da vida John Cleese), que realizó pruebas sobre la resurrección de la gente, pero que abandonó el proyecto, tras darle unos grotescos resultados. Aunque le recomienda a Víctor que no siga sus pasos, cuando el doctor muere, Frankenstein accede a sus notas y decide intentarlo por su cuenta, uniendo partes de cuerpos de diferentes personas. El resultado es tan obsceno y aberrante como cabía esperar. Cuando, accidentalmente, el nuevo ser parece morir, su creador se da cuenta de su error y se promete a sí mismo no volver a hacer nada similar; pero la criatura sigue viva y escapa del laboratorio. Aunque busca alguien que lo acepte, todo el mundo lo rechaza, debido a su horrible aspecto. Como, en su huída, se llevó el diario de su creador, sabe como encontrarlo. Por tanto, decide ir a Ginebra para vengarse de él, por haberle dado una existencia tan miserable. En lugar de acabar con la vida de Víctor, el monstruo mata su hermano William y consigue hacer pasar a la criada Justine por la asesina, que termina ahorcada. Una vez se encuentran frente a frente, la criatura le pide al doctor Frankenstein que le fabrique una compañera. Él accede al principio, pero cuando se arrepiente de su decisión, su creación le promete que lo visitará en su noche de bodas. Asustado por la amenaza, cuando llega el señalado día, el médico toma toda clase de precauciones para evitar que el monstruo acabe con la vida de su esposa Elizabeth (interpretada por Helena Bonham Carter), pero todo es en vano y Víctor observa horripilado cómo la criatura arranca el corazón de su mujer. Cuando logra resucitarla, ambos quieren quedarse con ella, quien, al ver en lo que se ha convertido, se quema entera para volver a morir. Horrorizado, el doctor inicia una persecución para acabar con su creación, que llevará a ambos hasta el Círculo Polar Ártico, lugar donde ha encallado el barco del capitán Robert Walton. Víctor le cuenta su historia, antes de morir de neumonía. Aunque el relato resulta increíble, descubren que es cierto, cuando ven al propio monstruo recoger el cuerpo del doctor Frankenstein, al que, entre todos, llevan a una pira funeraria. Durante la ceremonia, el hielo se resquebraja, lo que libera al barco. La criatura dice: “He terminado con el hombre”, rechazando así la invitación de subir a bordo y decide quedarse junto a la tumba para quemarse al lado de su creador.
La película se permite algunas licencias con respecto a la historia original: la omisión de mencionar a Ernest Frankenstein (otro hermano de Víctor, que no tiene mayor relevancia en la historia y del que no se conoce su destino final), el apresurado ahorcamiento de Justine (mucho más acelerado que en el libro) y la resurrección de Elizabeth. Es de suponer que estas dos últimas modificaciones se realizaron para añadir mayor dramatismo a la historia.
Su duración es de 123 minutos, excelentemente aprovechados, que no dejan lugar al aburrimiento y mantienen al espectador pegado al asiento.
Acaba de estrenarse en los cines la película “Yo, Frankenstein“, basada en los cómics de la editorial Dark Storm, dirigida por Stuart Beattie y protagonizada por Aaron Eckhart. Aunque no hay comparación posible entre ambos films y el actor que intepretó a Dos Caras en “El caballero oscuro” no puede superar la actuación de Robert De Niro, la nueva aventura podría considerarse como una secuela no oficial del largometraje de Kenneth Branagh, ya que el inicio nos muestra los últimos acontecimientos de la historia original y nos explica que el monstruo sobrevivió a la pira funeraria.
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