El pasado 1 de agosto, mientras Marc J. Miarnau cubría la charla de Patrick Rothfuss (de la que os hablamos aquí), tuve la oportunidad de entrevistar a uno de los escritores de género de más relevancia actual en nuestro país. Hablo del castellonense Emilio Bueso (cuya novela ‘Cenital’ reseñamos hace unos meses), al que habíamos podido escuchar esa mañana en la presentación de ‘Mañana todavía’ (que os reseñamos aquí) y en la de ‘Extraños eones’, publicada por Valdemar.
Entrevista a Emilio Bueso.
LCDE. En la presentación de ‘Extraños eones’ se ha hablado de reinterpretar a Lovecraft. ¿Qué relato de Lovecraft te parece que tiene una imaginería tan vívida que querrías representar en tu obra?
Lovecraft era incapaz de hacer un buen diálogo y no tiene un solo personaje decente en toda su obra. Lo que tenía era la capacidad de escribir como si hubiera visto algunos de los monstruos que se había inventado. Más que de terror, es un escritor aterrorizado. Eso tiene un valor interesante, pero a nivel de prosa escribía como en el s. XIX, con personajes planos. Yo trabajo justo al revés. Creo que funcionan mejor los escritos con sentimiento, que te aporten, te preocupen o te conmuevan. Lovecraft te dejaba pensando en que tal vez la humanidad era una anécdota irrelevante en medio del caos del cosmos y te daba pesadillas espantosas, pero no te trasladaba a una dimensión humana. Se puede tomar lo mejor de lo viejo y de lo nuevo y darle forma. Hay un momento de la biografía de Lovecraft interesante, cuando vuelve a Nueva York y comprende que nadie le dará trabajo, aunque él se considera alguien de gran educación y relevancia social. Tiene que vivir de su mujer, cosa que para un caballero inglés hecho a la antigua era también un oprobio. Con esa sensación de fracaso se vuelve loco como nunca y escribe su relato más demencial: ‘El horror de Red Hook’. Red Hook es un barrio de Nueva York y en ese relato imposible y macabro hay pasajes que te dejan ver a un hombre machacado, que da forma a lo pesadillesco. Ahí se superó de una forma que no hemos vuelto a ver en su obra. Es el Lovecraft a plena potencia, cuando todo lo que le hace escribir le hierve en la cabeza. Creo que escribió ese relato en plena ansiedad, sintiéndose inmigrante en su propia tierra. No entendía la inmigración: “Inglaterra para los ingleses y esto es una colonia, punto pelota”. Aunque su racismo se ha ocultado a menudo en sus biografías modernas, cuando hablaba de los negros decía animaladas que hoy serían perseguibles por lo penal. En este relato lo vemos peor que nunca, tratando el miedo de una manera más profunda y personal. Por eso me quedo con este, que casi nunca lo verás en un canon de Lovecraft (casi todos citan ‘La sombra sobre Innsmouth’ o ‘El caso de Charles Dexter Ward’). Yo prefiero al Lovecraft enfermo.
LCDE. Has tratado el tema de la ecología en tu obra. ¿Qué te atrae sobre el tema, que podríamos considerar prácticamente pre-crisis, ya que ahora durante la crisis a menudo se tratan temas puramente socio-económicos?
Lo que está pasando es que se funden los cascos polares y hay una gran extinción (la biodiversidad se contrae como no se había contraído en cientos de años), hemos alterado los ciclos del fosfato, el nitrógeno o el carbono… Estamos agotando los recursos fósiles, el uranio, el cobre (no hay suficiente para electrizar de manera eficiente toda la China rural, por ejemplo). Es probable que en los próximos años (es decir, en nuestra generación o la siguiente) la alteración climática o la sedificación de los mares nos acaben jugando una mala pasada, a escala global y de manera irreversible. Una vez tomemos conciencia de que el mundo es finito veremos que lo hemos dañado de modo irresoluble. Esa será la gran castaña que nos daremos. Por eso cuando hablo sobre el pico del petróleo en sitios como La Sagrada Família en Barcelona [en referencia a un ciclo de charlas sobre distopías en la Biblioteca La Sagrada Família de Barcelona], o cuando voy a eco-aldeas o a casales populares con un discurso de “¡Arrepentíos, el fin se acerca!”, es un poco por proselitismo. Empujo más la promoción de ‘Mañana todavía’ que de algunas de mis otras novelas, porque tengo el convencimiento profundo de que la situación ha rebasado varios puntos de no retorno y me da miedo que no hayamos frenado a tiempo.
Intento cambiar el mundo desde mi situación, así que me vale con llegar a unos pocos miles de personas y que tomen conciencia de una serie de problemas que nos afectan a todos. Tendríamos que pensar en cada decisión que tomamos. Hablábamos de mercados, pero es que los mercados somos nosotros: votamos cada vez que escogemos una marca u otra, tomando decisiones que alteran el curso de la historia. Y esto te lo dice alguien que va con una mochila Nike hecha en China. Es muy importante que la gente tome conciencia del mundo sin que sea a través del telediario o canales tradicionales. A veces, es a través del entretenimiento que más llegas a colectivos muy alienados. Cuando hay una sobreoferta apabullante de entretenimiento y escapismo como la que tenemos, si Mahoma no va a la montaña…
Somos los novelistas los que tenemos que acercarnos a la gente y avisar “Ojo, esto se nos puede haber ido de las manos”. Hay cierta moda de la novela ecológica en Estados Unidos (Bacigalupi, por ejemplo) y en castellano tenemos a Carlos Sisí con ‘La hora del mar’. La ciencia ficción siempre había abordado los problemas de su época y ahora hemos dejado de ver la space opera como futuro inmediato, hemos dejado de soñar con colonizar las estrellas para entender que primero hemos de cuidar el sitio en el que estamos. Además, este tema se está instalando en una cultura del miedo en la calle que, a un tío como yo, que ha trabajado con literatura de terror, le tira. Esta es mi apuesta, que además de un fondo sociopolítico tiene un interés de ética social.
Como autor, me considero tan cronista de mi época como un periodista. En mi última novela me fijo en el modo de vida de los chavales que están en la calle en el tercer mundo, porque en España tenemos una pobreza infantil del 25%, uno de cada cuatro niños no está comiendo bien. En Egipto no hay la hambruna que hay en Sudán, pero sí unos indicios de miseria que hay que considerar. En Estados Unidos, aunque proyecten una gran imagen de éxito, hay cincuenta millones de personas comiendo de la beneficencia. Creo que hay que trabajar más el discurso de la catástrofe estructural, porque es lo que nos ha tocado. Yo no me echo al monte como el protagonista de ‘Cenital’, sigo viviendo en mi ciudad y sigo siendo un ingeniero en activo. No puedo vivir como un Robinson porque, francamente, todavía nos queda tiempo. Si el tiempo que nos queda lo invertimos en plantearnos las cosas quizás tenemos una oportunidad.
LCDE. En la presentación de ‘Mañana todavía’ se mencionó que algunas historias eran embriones de novela. ¿Te has planteado seguir en la ambientación de “Al garete”?
En realidad no. ‘Mañana todavía’ es una recopilación de encargos y yo tenía “Al garete” como relato suelto. Con ‘Cenital’ decidí mantener fuera el cambio climático porque complicaba muchísimo la visión de un futuro inmediato en el que, además de acabarse los combustibles, la Tierra nos envió un aviso. Saqué el cambio climático de la ecuación de los problemas a corto plazo, pero tenía la inquietud y las ganas de trabajar el tema y decidí que lo dejaría para otro momento. Al explorarlo vi que tenía para un relato y poco más. Cuando Ricard Ruíz Garzón me comentó lo de ‘Mañana todavía’ se lo envié antes de aceptar. Fue inusual, como tener pescado el pez que buscaban antes de que me lo pidieran. No me veo haciendo una novela entera sobre el cambio climático porque sé poco sobre geodinámica meteorológica y dinámica medioambiental a ese nivel, ya es bastante aventurado escribir sobre el pico del petróleo. No lo veo como embrión de novela.
Tengo una novela en ciernes sobre el crash bancario socioeconómico, de divisas, mercados y fondos de inversión. Eso me da para hacer una novela, mientras que el cambio climático es demasiado aventurado y está demasiado manido. Hacer un ‘Waterworld’ en un relato tira, pero no en una novela. Además, para hacer una novela necesito mucha documentación y la condenso bastante. Intento dárselo al lector muy trillado y el cambio climático es muy complejo. Con ‘Mañana todavía’ está pasando algo un poco raro, a la gente le interesa bastante la visión multidisciplinar que tienen los autores del futuro inmediato a corto plazo. Funciona contra todo pronóstico, porque no se suelen vender los libros de relatos.
LCDE. Ya has publicado con varias editoriales, más o menos de género. Aunque cuesta elegir si se quiere más a un padre o a una madre, ¿cómo ves a nivel ventajas de edición y de distribución tus diferentes experiencias?
Es un problemón. Piensa que llegué ayer y presentaba una novela de Salto de Página y por la noche tenía un evento de Los hijos de Mary Shelley (el libro lo publica Imagine ediciones). Hoy presentaba ‘Mañana todavía’ con Random House Mondadori, luego con Dolmen presentaba la novela ‘Cabeza de ciervo’ de Francisco Miguel Espinosa (que es mi padawan y está como una regadera, pero hace algo diferente, hace Grindhouse). Luego vuelvo con Los hijos de Mary Shelley y después me he marchado a presentar mi última novela con Valdemar. Con eso llegan problemas serios, como quién paga mi viaje a Avilés. ¿Qué hago, crowdfunding entre editores u os paso la gorra? (Ríe) A veces puede haber tensiones. Tengo la suerte de que Rafael Díaz Santander y Pablo Mazo, de Valdemar y Salto de Página respectivamente, se llevan estupendamente. Pero en Random House son muchas personas y es una corporación internacional, Fernando Marías es él y sus patrocinadores… Es complicado. Si me preguntas cómo lo consigo: a veces no lo consigo y he dejado de hacer algunas cosas por ello. Según la distribuidora te dicen que mejor no sacar otro libro antes de un año, que podría marear a comerciales y libreros. Te dicen cosas como: “Por favor, esto no nos lo hagas… Y, si lo haces, espérate un tiempo”, “No te salgas del redil, porque esperamos que muestres una trayectoria coherente y que no nos quede raro un libro en nuestro catálogo” o “Si sacas esto con ellos, tienes que sacar esto otro con nosotros.” Todo depende de si sabes manejar a la gente, si tienes tiempo y guía, ya que es complicado. Daría como para que lo llevara un agente pero, aunque un agente para foreign rights sí que me vendría de perlas, para el mercado nacional nadie va a llevar mejor unas negociaciones que prefiero llevar yo. Lo más cómodo es tener a una sola persona llevándote las riendas de lo editorial, porque irte con la competencia puede ser un problema. Los conflictos de intereses ocurren y los hay más feos y más resolubles. Imagínate si fuera como otros autores que van de multinacional en multinacional. Tengo la suerte de trabajar con independientes y con especialistas del género y eso me permite tener cierto control y trato directo con los editores. Puedo llamarlos a casa o al móvil. Si tuviera que llamar a un sitio donde me ponen música y me tienen que pasar a un comité, en cambio…
LCDE. Fue sorprendente la rapidez con la que en LEKTU aparecieron tus libros ‘Esquivando el sueño’ y ‘Noche cerrada’.
La rapidez viene de que controlo esos dos títulos. La editorial de ‘Noche cerrada’ quebró y no puedo llevar el libro a otra editorial, pero pude gestionarlo con Amazon y LEKTU. ‘Esquivando el sueño’ es una antología de relatos, que también gestiono yo. Subirlo fue un momento. Si yo gestiono los derechos en un momento se monta un canal de distribución. Si lo hace Pablo, ha de llamar a Méjico. Valdemar tiene que reunir a la junta de socios. Si es Random House… ¡Madre mía, una asamblea en Bruselas! Las decisiones de empresa y las cosas de palacio van despacio. Creo que cuando expiren los derechos de mis novelas podré gestionar yo los e-books descatalogados. Antes de que me lo preguntes, aunque haya publicado una editorial, que muevas un texto que ha vuelto a ti se parece a la autoedición. Al editar tú mismo te llevas todos los royalties, pero al no tener el respaldo promocional de un grupo editorial las ventas son más moderadas y al tratarse de libros antiguos la gente no tiene tanto interés como por los nuevos. Me sigue gustando ‘Noche cerrada’, pero menos que lo que hago ahora. Para los editores, el e-book deja poco margen y es complicado de gestionar, mientras que a nivel personal se puede dinamizar y priorizar el contacto directo con los lectores.
LCDE. Precisamente te iba a preguntar cómo ves la coexistencia entre papel y digital.
Lo digital deja poco margen. Cuando El Mundo montó su portal de pago, lo quitó al poco y Pedro J. salió diciendo que en España no había una cultura de consumo de ficheros. Lo cierto es que se venden e-books, pero poquito y a un euro o dos. Lo que más he vendido ha sido ‘Cenital’ y ‘Diástole’ en promos de Kindle Flash. Amazon se dedica a spamear a sus clientes y, si un día estás de oferta, en la tablet puede aparecer tu novela. Pero Amazon se cobra estas promociones y, como el precio es un euro o dos, te acaba pidiendo un royalty del 30%, que es lo que le entra al sello. Al sello le quedan centimillos a repartir y a mí por un e-book barato me entran 4 o 5 céntimos, con suerte 10. Van a tener que buscarse la vida porque, para que me paguen eso, quizás prefiero que me pirateen. Es un problema: si de lo mío tienen que vivir Amazon y el sello, cada uno con sus costes, y a mí me llegan unos céntimos, prefiero ponerlo en LEKTU como pago social y que les den a todos. Si no espabilan, acabará pasando. Si no tengo nada que perder, no voy a jugar. Por eso mis dos últimas novelas no han salido en e-book: no es que no vea negocio, es que lo veo para todo el mundo menos para mí. No me enfado porque la gente piratee mis libros, pero tengo que escoger entre eso o ver a la industria repartiéndose el PVP mientras a mí me llega un importe ridículo. Y si tuviera que elegir no sé qué pasaría. Los lectores no quieren que los increpe y sé que se leen lo que escribo cuando piratean. Y sí, es bonito cuando en Facebook o por correo te tiran flores. Pero ayer en la presentación de ‘Esta noche arderá el cielo’ lo comenté: encuentras gente a la que han desahuciado o que vive en Lima y no tienen canal de distribución. No puedes pedirles que no pirateen, aún gracias que te leen. En otros casos, piratean mi libro para luego bajarse aplicaciones del teléfono que les durarán un par de horas, por las que pagan dos y tres euros. Aunque la gente ha entendido que, igual que con la música o las pelis, los libros se descargan, yo no puedo dar conciertos. Anoche en el cementerio leí un relato hecho adrede para ser leído en el cementerio, con una puesta en escena especial y un lenguaje hecho para funcionar a viva voz. Era como dar un bolo: micro en mano y público. Por algo así, en Alemania la gente paga entrada. Aquí si cobras entrada no viene nadie a verme. No hay cultura de autor como espectáculo, el escritor no es una persona mediática. A no ser que se acueste con un torero, un escritor lo tiene chungo para acabar saliendo en programas de televisión. Por eso no tenemos una vía de negocio posible a corto plazo, ni en la industria profesional que se está colapsando, ni en la digital que no acaba de despegar. Tengo familia, una vida bastante completa y soy un ingeniero en activo, por eso a menudo amenazo severamente. Porque puede que a mí esto no me rente nunca. O salgo al mercado exterior, que es algo imposible, porque te piden que vendas en tu país más que Stephen King. “¿Para qué voy a traducir a este tío, si tengo uno directamente en inglés que me vende más que él en su casa?”, dicen. Está todo tan feo que quizás un tío como yo debería dedicarse a otra cosa. Si ves que esto no llega a ninguna parte, puede acabar con que no se haga literatura. Mejor dicho, que la próxima literatura que os guste ya no se haga teniéndoos en cuenta a los lectores. ¿Qué valor tiene un lector que en nada valora lo que lee? Que te presten atención se ve como un privilegio, pero cuando llevas cinco novelas con tu nombre en la portada tu ego ya no necesita que te saluden por la calle. Lo que necesita es que tu esfuerzo tenga algún resultado.
LCDE. Escribes a menudo variando entre puntos de vista muy diferentes, con un estilo coral. ¿Prefieres diversificar voces o tener tu propia voz “insertada” en tus novelas?
‘Diástole’ y ‘Noche cerrada’ están escritas en primera persona y a partir de ahí me he ido a un narrador omnisciente. Centrar la historia en una persona termina haciendo que únicamente consigas trabajar desde su interior y, aunque puedas meterte en su cabeza, hay una limitación importante. He descubierto que puedo hacer cosas más chulas si muevo la cámara con total libertad y puedo decirte lo que hay en la cabeza de cada personaje porque soy un narrador omnisciente. Por eso me puse a trabajar en un tipo de narrador que no centra el foco nunca, aunque de fondo siempre hay un protagonista: en ‘Cenital’ era Destral, en ‘Esta noche arderá el cielo’ tienes a Mac y en ‘Extraños eones’ supongo que sería Benipé, aunque tampoco es que sea demasiado central, es una novela más coral. No reniego completamente de la introspección, también tiene su valor. Narrador en primera persona y narrador omnisciente son técnicas distintas y cada trabajo pide algo distinto. La próxima quizás esté hecha en primera persona. Me ha dado por la novela coral, pero no me voy a quedar apalancado aquí: últimamente hago eso, pero cambiará.
LCDE. Mencionas los movimientos de cámara. ¿Se te ha acercado alguien para adaptar tu trabajo a algún tipo de transmedia, pasando correctamente a formato audiovisual la carga reflexiva de tus novelas?
Con un director creativo no sería tan difícil de adaptar, porque se cogería licencias hasta darle a la historia la forma que considere atractiva. Hace poco alguien me dijo de hacer un tráiler con ‘Cenital’. No lo veíamos y al final tampoco salió. Me han puesto ofertas y propuestas en la mesa, pero no me han dicho “queremos hacer esto así”. Hay gente que se lo plantea, pero luego no sale. Creo que les tira de espaldas la complejidad a nivel lingüístico, de registro o línea de trabajo, o a nivel de estructura, porque es complicado de contar si tuvieras que cambiarle el formato. Tal como está la industria transmedia en España, en especial la multimedia y de audiovisuales, es complicado trabajar con un tío como yo. Por ejemplo, Garduño con ‘Y pese a todo’ prácticamente escribe un guión de cine. Si escribes con un estilo muy visual y mueves la cámara, prácticamente se lo estás dando hecho al productor y eso es más accesible.
LCDE. Esta mañana mencionabas a Palahniuk como influencia y compartís ciertos rasgos de estilo (frases cortas y contundentes, lenguaje duro e introspección). En su caso, sus obras han sido muy adaptadas.
Sí, pero a él se le acerca una industria que está acostumbrada a salir a buscar la historia. Con ‘El club de la lucha’ ves que, cuando ha hecho falta, han cambiado la historia para hacer justicia al formato. La industria local prefiere productos más acabados, de adaptación linear inmediata. Tenemos algún director más creativo que se apropia de la historia, pero tampoco está grabando género. Algo hay.
LCDE. ¿Directores de Sitges?
En Sitges lo que vemos a menudo son cortometrajes independientes, con un presupuesto bajo y mucho riesgo. Me gustaría que pillara mi trabajo alguien como Nacho Cerdà, que ha hecho cosas chulas y tiene ideas propias. A veces la editorial puede enviar un libro tuyo a realizadores. Por ejemplo, Guillermo del Toro tiene un piso en Madrid y pidió a Valdemar toda la colección Diógenes. Pero el director ha de verlo claro y lo que yo he escrito no es ‘Pacific Rim’. Hay otros factores más interesantes para la industria del cine que Emilio Bueso. Estoy más interesado en que me traduzcan. No haría nada pensando en el cine, soy un escritor y trabajo el lenguaje. Para mí todo se basa en la expresión oral. Veo que Fran Espinosa y Ángel Luis Sucasas trabajan pensando en la industria de los videojuegos y luego está Ismael, que quiere que lo lleven al cine. Los veo y digo: “tú no estás en esto”. Dame papel o un Kindle. Si tengo tiempo libre veo un par de pelis al día y soy un flipado del cine, pero yo me quitaría de en medio, no querría ni ver el guión. “Yo ya he escrito lo mío, ahora si queréis trabajar con mis ideas no me pongáis por ahí, porque no es mi oficio”. Hay grandes nombres en el cine de Estados Unidos pero, si no me han traducido, eso es ya soñar despierto.
LCDE. Si solo tuvieras una oportunidad, ¿qué novela tuya te gustaría ver traducida?
Hemos estado a punto de vender en Frankfurt ‘Cenital’, porque a los alemanes les atraía la idea de que los españoles habláramos de nuestra crisis en términos apocalípticos. ‘Diástole’ tiene posibilidades en países como Francia, porque allí las historias de vampiros pegan fuerte y porque sucede en Toulouse. Ha habido editores interesados, pero quieren ver cifras de ventas. Si un tío en España vende 3.000 copias, países como Francia o Alemania pierden el interés y no pueden justificar ante un comité de empresa la traducción de alguien que solo viene avalado por los cuatro gatos que leen esto en su país. Mi público me hace sentir orgulloso, pero no es aval para que me traduzcan. Algunos están traduciendo capítulos de mis novelas y enviándolos a grandes editores como para decir “¡mira cómo escribe este tío!”. Pero si ven mis números no se interesarán, es una barrera importante y tienen que rendirse a los números: por delante de los cazatalentos están los gestores de cuentas. Ahora hay gente intentando moverse por las ferias y hay gente que dice que quizás deberíamos vender la idea de que nosotros tendríamos más éxito fuera que aquí. Aquí vendemos poco porque nuestro mercado tiene poco desarrollo, sin una cultura de consumo de ficheros o un canal de distribución que se tome en serio lo que hacemos. Hay varios festivales, pero algunos están centrados en la novela negra, otros no tienen público ni medios… Tenemos muchos eventos, pero lo que se ha podido hacer con Avilés me deja flipando. Ahora empieza a producirse el efecto feria entorno al fantástico, algo que no había antes. Se pueden abrir caminos. Pero quizás la única manera de vender derechos fuera es colocar la idea de que estamos criando peces grandes en un acuario pequeño.
Una vez más, quisiéramos agradecer a los organizadores del Celsius 232 su colaboración para poder organizar esta entrevista, así como a los autores entrevistados, que nos dieron grandes respuestas y más de una reflexión interesante.