¡Scarlett Johansson con poderes y dirigida por Luc Besson! ¿Qué podría fallar? Pues… prácticamente todo.
Todos conocemos la obra de Besson: desde aquel Quinto Elemento de grato recuerdo (sin olvidar Nikita o la fantástica Léon el Profesional) es un director muy querido por el fandom, sobre todo por su personal estética, tan reconocible. No obstante su trabajo, como director, es más bien escaso desde aquellas, y ninguna especialmente relevante. Entonces ¿por qué cada vez que aparece una película de este director la esperamos amablemente? No lo sé.
Como tampoco sé por qué Scartlett Johansson tiene el éxito del que disfruta actualmente. Le ha cogido el punto a un solo personaje y eso hace en sus últimas películas (exceptuando Her): chica dura e inexpresiva que pelea sin cambiar los gestos de la cara.
Aún así, esta película es una de las más esperadas por los que somos aficionados a la Ciencia Ficción y a Besson. Y este es nuestro error, incrementado por el engaño del tráiler. Viendo éste nos esperamos una película de acción en la que la protagonista pasa de utilizar el supuesto 10% del cerebro que todos usamos hasta aumentarlo a niveles cercanos al 100%, consiguiendo habilidades especiales y poderes. Realmente, la intención de Besson no es presentarnos otro “Transporter”, si no algo completamente diferente.
Si bien es cierto que hay acción, tarda mucho en comenzar (casi media hora) y, además, son pequeños fragmentos en proporción al resto de la trama. Esto no estaría mal si no fuera porque la película apenas dura 90 minutos, de los cuales la mayoría como digo se pierden en un excesivamente largo prólogo y de varias escenas intercaladas para explicarnos (sin necesidad) lo que está ocurriendo, como cuando los mafiosos están rodeando a Lucy y se mezclan con escenas de guepardos cazando a gacelas. Muy poético, pero innecesario.
Y este es el principal problema de la película, que es un precioso regalo, envuelto primorosamente, pero que sólo contiene humo: una pretenciosa filosofía de la capacidad del ser humano sobre la materia y el tiempo, con giros estéticos (que no argumentales) que nos llevarán de un principio totalmente reconocible como 2001, una odisea del espacio, hasta la creación del hombre (tanto darwiniana como religiosa). Una narración cíclica demasiado evidente, sin guiños, poniéndonos delante de los ojos todos los detalles (incluso los accesorios), como si el director temiera que nos perdamos entre tanto boato y pirotecnia.
Porque la protagonista se llama Lucy, como el primer australopiteco (cosa que nos dejan clara en los primeros minutos de la pelicula). Y nuestra Lucy (después de haber sido Vengadora, extraterreste devoradora de hombres y sistema operativo) sólo podía evolucionar en diosa, “regalándonos” Besson su particular visión de La creación de Adán de Miguel Ángel. Esto le viene bien a la protagonista, que sólo actúa los primeros minutos, mostrándonos terror y llorando, para luego mostrarnos la misma cara durante la inmensa mayor parte del metraje, limitándose a mirar como hace siempre: ladeando la cabeza, con rostro inexpresivo, como si no comprendiera al ser humano que tiene delante.
La droga que hace que Lucy evolucione es meramente un McGuffin, una mera excusa argumental que utiliza Besson para echarnos a la cara un revoltijo de ideas y filosofías baratas, envueltas en diferentes géneros cinematográficos. Como en sus anteriores películas, vemos destellos de genialidad tanto en el fondo como en la forma, pero el conjunto es claramente decepcionante (¡y no hablemos del final!).
Desde el principio se nos deja meridianamente claro lo que va a ocurrir: de un modo tan torpe que llega a ser encantador por su candidez, Besson nos prepara a través de la conferencia del profesor Norman (Freeman) sobre su hipótesis de la capacidad cerebral, mostrándonos paso a paso qué va a ocurrir con la protagonista, eliminando así cualquier sorpresa que pudiera existir en la trama. A ésto se le une que según avanza Lucy de nivel (sí, como un videojuego, además claramente señalado para que no nos perdamos, repito), se hace cada vez más poderosa, enfrentándose a enemigos incapaces de hacerle frente, por lo que se pierde también la sensación de suspense que podría existir ya que nunca está realmente en peligro.
En resumen: una buena colección de momentos tanto estéticamente como de acción (magnífica la trepidante conducción por París), pero poco más. A pesar de la potente música de Eric Serra (y del réquiem de Mozart), a pesar de los buenos juegos de cámara (como cuando Lucy vuelve hacia atrás en sus recuerdos hasta lo más íntimo, mientras la cámara avanza hacia ella, para luego volver a alejarse lentamente cuando ella vuelve al presente), y a pesar de las ideas sueltas que aparecen (¿perderemos nuestra humanidad si llegamos a ser tan poderosos? ¿es el exceso de conocimiento lo que nos hará ignorantes?), a pesar de todos los destellos geniales, la película se desinfla de forma alarmante hasta llegar a un final patético que nos demuestra que el director no puede contener la disparatada colección de locas ideas que nos ha arrojado a borbotones.
[note note_color=”#fff9a9″] Lucy es una mujer obligada a ejercer de mula, que adquiere superpoderes cuando la bolsa de la droga se rompe en el interior de sus cuerpo. Con una memoria prodigiosa y la velocidad del rayo, se convertirá en una verdadera máquina de matar.
El reparto está formado por: Scarlett Johansson, Morgan Freeman y Choi Min-sik.
Lucy dirigida por Luc Besson, se estrenará en EEUU el 25 de julio de 2014. [/note]
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