Hoy hablamos de clásicos, escrito con mayúsculas, de esos que provocan reverencia y admiración al oir su nombre. La Cosa del Pantano es historia del cómic, y existen pocas colecciones tan aplaudidas en el medio como algunas de las etapas protagonizadas por el alter ego del doctor Alec Holland. Es inevitable, cuando se habla de esta criatura surgida de la naturaleza desencadenada, sacar a relucir a nuestro barbudo cascarrabias favorito, el inefable Alan Moore (cada vez que escribo o pronuncio su nombre, me atemoriza la idea de ser atacado por un dios primigenio, alguna movida por el estilo). En su estancia al frente de la colección, allá por los lejanos años 80, Moore certificó su enorme talento como narrador, al convertir una clásica historia de terror pulp en un laboratorio de experimentación literaria, desde una perspectiva adulta e inteligente, que sorprendió por su valentía al estancado mundillo del cómic USA.
Se han escrito ríos de tinta acerca de la aportación del trabajo de Moore a la hora de entender el arte secuencial en la actualidad. Es tal su excelencia que, tantos años después, la visión del excéntrico guionista sigue conformando el canon sobre el que se construyen las historias del Avatar del verde. Es lo malo de las leyendas, que hay que vivir bajo la sombra de su grandeza cuando se heredan colecciones que lo han cambiado todo. Muchos lo han intentado, con mejor o peor fortuna. Grant Morrison o Brian k. Vaughan son alguno de los grandes nombres que se han paseado por esta cabecera, atentos al legado de Moore. Lo cierto es que son etapas interesantes, que continúan con esa idea de experimentación elegante que imprimió el afamado guionista en la colección, pero que se ven deslucidas por, precisamente, ese punto de inflexión en la historia del medio.
El tiempo pasa para todos, y en el universo DC, cuando las cosas se ponen mustias un poco, se soluciona con un evento destructivo y reorienta la continuidad con alegría. También se ha hablado largo y tendido a lo largo de estos últimos años del reinicio de la editorial tras Flashpoint, y la aparición del Nuevo Universo DC. De ese modelo editorial con 52 colecciones en el mercado han surgido grandes obras y tonterías de proporciones cósmicas, aparte de extraños problemas de incoherencias internas que dan para escribir una tesis. No estamos hoy aquí para el debate sobre este momento de la editorial DC (aunque a título personal, en términos generales y salvando esos problemas de continuidad, estoy disfrutando mucho con la mayoría de su material), y sí para que prestemos atención a la que es, en mi opinión, una de las grandes ganadoras de esta reinvención del mundo DC.
Lo bueno que tiene Swamp Thing es que siempre ha estado en equilibrio entre su identidad propia y la realidad de los héroes de la casa. A la hora de su reinicio, la historia de Alec Holland no se ha visto especialmente alterada. El trágico personaje que heredó Scott Snyder continuaba su dramática lucha entre la recuperada humanidad y la responsabilidad que sus deberes como Avatar exigían. Snyder, pilar básico de este renacido universo, trataba con devoción el camino recorrido por los autores que se atrevieron con la Cosa del Pantano, y recuperaba los grandes elementos reconocibles que hicieron de esta colección una leyenda.
La herencia del apellido Arcane ponía en jaque de nuevo a este héroe por accidente, y renunciaba a sí mismo para unirse de nuevo al verde. Snyder se acomodaba a la esencia de antaño, y ahondaba en los grandes temas que han sustentado el espíritu de Swamp Thing. Los amores imposibles con Abigail Arcane, legados familiares llenos de horror, la responsabilidad y toneladas de épica con un toque alucinógeno que el dibujante Yanick Paquette interpretaba a la perfección. Esta primera etapa de Swamp Thing se transformaba en una dramática escalada que encontraba el climax en la saga “Mundo Putrefacto“. En este evento, que engullía también a otra rara avis de DC, el mítico Animal Man, el enfrentamiento con Arcane, renacido como avatar de la putrefacción, era una lucha por la vida misma, como concepto. Después, ya nada sería igual (y si no, que se lo pregunten al pobre Animal Man. Pero como se dice, eso será otra historia, que será contada en otra ocasión).
Ahora, Alec Holland se enfrenta a su existencia consciente sobre su identidad como Avatar del verde. Ha derrotado al enemigo definitivo a costa de muchas pérdidas, y se ha transformado en un poderoso guerrero, armado con la sabiduría del parlamento de árboles. Más poderoso que nunca, al mismo tiempo, la Cosa del Pantano no se había encontrado tan solo jamás. Snyder abandona la colección tras la rúbrica de una excelente estancia (que lo mismo me tiro a la piscina, pero voy a decir que casi más completa que la que lleva a cabo en Batman. Ahí lo dejo), y llega la hora de nuevos nombres al frente de la colección. Entra en escena el chico de moda, Charles Soule.
Decir que la carrera de Soule es meteórica implica quedarse un poco corto. En apenas unos años y con muy pocos títulos en su curriculum, se ha convertido en un autor de referencia, que se pasea con aplauso de crítica y público por las cabeceras más importantes de Marvel y DC. En la cosa del pantano ha dejado bien claro que no teme a los retos, y continúa la excelente labor de Snyder, a base de un arco narrativo elegante, muy bien contado, trascendente, importante y extremadamente entretenido. Soule plantea su estancia en Swamp Thing donde todas las historias conducen a un único punto, el enfrentamiento con el Sembrador, un extraño personaje que reivindica para sí la condición de Avatar del verde. Su escarceo en las sombras produce el desastre, e incluso Holland se las tendrá que ver con un Constantine sacado de quicio a cuentas de un mágico árbol que da como fruto Whisky.
Para el enfrentamiento con este nuevo enemigo (aunque en realidad no es tan nuevo. Es la reinterpretación de un villano clásico, el Hombre Florónico, Jason Woodrue), el Avatar del verde aprenderá de sus antecesores en el papel de defensores de la vida vegetal en la tierra. Una historia clásica de viaje iniciático, en el que Soule nos demuestra que no sabíamos todo acerca de la naturaleza del verde y sus habitantes. La pregunta es… en la lucha por ser el auténtico Avatar, ¿de qué lado se pondrá el parlamento?
Soule es un narrador espectacular, que planifica sus historias de manera brillante. Conjuga cantidades ingentes de información con una agilidad tremenda, que impide cualquier atisbo de aburrimiento. Su Cosa del Pantano bebe de los clásicos, pero emociona como si fuese algo nunca visto. El paseo que nos lleva a través de las profundidades del verde nos convierte en compañeros de viaje del protagonista, que, a pesar de todo el poder conseguido, se ve como un aprendiz que apenas da los primeros pasos en un mundo que creía comprender. Al final, Soule da muestras de su talento cuando plantea una nueva dimensión para el personaje, independiente y decidido, pero al mismo tiempo desvalido y con un futuro en construcción.
En el apartado artístico, el bestial trabajo de Paquette encuentra un buen heredero en Kano; atrevido e intuitivo, se adapta a la narrativa de Charles Soule, cosa compleja porque es un escritor de los que no se cortan con el texto en viñeta. Jesús Saiz completa el plantel, armado con una impactante composición de página, que da mucho empaque a las escenas de acción, basado en poderosos cambios de plano, que imprimen a su idea de narrativa visual elementos muy cinematográficos.
La etapa de Charles Soule es importante. Quizá no sea la ruptura conceptual que supuso el trabajo de Moore y sus seguidores, pero es un cómic que juega muy bien con la esencia clasica del personaje. Es un cómic de aventuras y fantasía, de héroes y villanos, secretos y descubrimientos, caídas y renacimientos tras elecciones definitivas. El viaje del héroe contado con elegancia por un escritor que hace algo más que divertir con un cómic comercial. Construye una cosmovisión basada en las grandes narraciones sobre el camino que lleva a un mortal a transformarse en algo más, incluso a su pesar.
Esa es la historia de fondo en la tragedia de Alec Holland. Su destino es más fuerte que sus deseos de normalidad, y su camino es el de la aceptación de ese peso sobre sus hombros. Con Soule, tenemos diversión para rato, y su paso certifica la sensación de que Swamp Thing es una de las grandes colecciones de la nueva DC.
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