¿Existe vida inteligente en otros planetas? ¿Podremos, en algún momento del futuro, comunicarnos con ellos? ¿Cuánto se tardaría en viajar desde la Tierra hasta el mundo habitado más próximo? A pesar de lo mucho que se ha especulado sobre ese asunto, la ciencia aún no ha podido demostrar nada. No obstante, la posibilidad de establecer contacto con formas de vida de otro planeta es uno de los argumentos más recurrentes en el cine americano, que nunca pasará de moda. Dependiendo del punto de vista que el guionista y el director tengan acerca de este tema, algunos llegan para convertirse en nuestros salvadores, que es el caso de Superman, el protagonista de nuestra web (aunque su origen está en el cómic de DC), otros de estos seres vienen en son de paz, como ‘E.T., el extaterrestre’ (1982) o ‘Nuestros maravillosos aliados’ (1987), mientras que los más belicosos sólo quieren invadirnos o eliminarnos, lo cual se refleja en films del tipo ‘Mars attack!’ e ‘Independence day’ (ambas de 1996). ‘Paul‘ (2011), el largometraje que analizo en este artículo, pertenece al segundo grupo. La verdad es que, sólo con echar un vistazo a la foto del simpático alienígena, es fácil darse cuenta de que tiene un aspecto cómico e inofensivo, cuya cara nos recuerda al bebé extraterrestre con forma de calamar que salía en ‘Men in black’ (1997).
Los protagonistas de este film de ciencia ficción, que trabajan bajo la batuta del director Greg Mottola, son Simon Pegg y Nick Frost (como Graeme Willy y Clive Collings respectivamente) que, curiosamente, también resultan ser los guionistas. Junto a ellos, cabe resaltar a la actriz Kristen Wilg en el papel de Ruth Buggs. En el caso del extraterreste Paul, aunque se trata de una escultura móvil (porque la versión digital no acababa de convence al director), la captura de sus movimientos y su voz original pertenecen al actor Seth Rogen, lo que se está convirtiendo en una técnica muy utilizada en el cine actual. También se puede destacar la actuación secundaria de Jeffrey Tambor, que da vida a un escritor de ciencia ficción llamado Adam Shadowchild, creado para la película, del que Graeme y Clive son auténticos fans.
El film nos relata cómo los protagonistas, dos frikis ingleses amantes de la ciencia ficción, y sobre todo de los ovnis, tras haber estad0 en la Comic-Con Internacional de San Diego, viajan en su autocaravana por el Área 51, con la intención de visitar las localizaciones donde ha habido avistamientos de platillos volantes (o, como ellos dicen, la ruta no turística de los Estados Unidos). En mitad de su trayecto, conocen al extraterrestre Paul (que ha tomado su nombre del perro al que mató su nave accidentalmente al aterrizar en nuestro mundo). Este extraño ser bisexual, al que le gusta comer pájaros vivos, dice proceder de un pequeño planeta, del que nunca mencionan el nombre, de clase N en el brazo espiral norte de la galaxia de Andrómeda (a saber qué narices significa todo eso). El alienígena les pide a Graeme y a Clive ayuda para regresar a su casa y escapar del gobierno, que quiere diseccionarlo para poder beneficiarse de sus poderes, tales como la invisibilidad, la sanación (que puede llegar a resurrección en algunos casos) y la transferencia de ideas. Mientras los tres huyen en la autocaravana, conocen a la fanática religiosa Ruth Buggs que, aunque al principio se muestra escéptica a creer en extraterrestres, a pesar de tener uno delante de ella, acaba uniéndose al grupo.
La verdad es que el film cuenta con un montón de gags típicos de las películas de alienígenas, debido al contraste cultural entre nuestra civilización y otra que nos es totalmente desconocida. Además, a todos los componentes de La Casa de EL nos resulta interesante poder adentrarnos en la famosa Comic-Con Internacional de San Diego, lo cual sucede casi al principio del largometraje. En la parte negativa podemos destacar la abusiva presencia de personajes que se portan como completos imbéciles. La costumbre en las series y en el cine de idiotizar a algunos miembros del reparto para hacer más divertida la historia funciona en algunos casos, pero se convierte en un lastre en otros.
Un detalle curioso es que, justo al inicio del largometraje, hay una escena que transcurre en el año 1947, en la que podemos oír en una radio casera una emisión del programa radiofónico del que gozó Flash Gordon en aquella época.
El film se encuentra claramente influido por las películas de ciencia ficción dirigidas por Steven Spielberg. Además, a lo largo del metraje se hacen referencias a ‘Mi amigo Mac’ (1983) y a la serie ‘Expediente X’ (1993-2002).
Sinceramente, aunque la película de menos de dos horas de duración, no sea ninguna obra maestra, y dudo que lleguen a rodar alguna vez una secuela, resulta entretenida y tiene momentos bastante divertidos, lo que la convierte en una buena opción para disfrutarla una tarde de fin de semana tumbado en el sofá.
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