Superman, el primero de todos. El referente más reconocible de toda una mitología moderna llena de vistosos disfraces, coloridos villanos e imposibles aventuras llenas de argumentos a cada cual más inverosímil. La magia del cómic, tal y como entendemos el medio hoy en día, tiene mucho que ver con la aparición de este personaje, que a pesar del atributo “Man” de su nombre de guerra, es mucho más que un simple hombre.
Reconozco que mis contactos con Superman, a lo largo de mi trayectoria como fan y coleccionista, son más bien escasos. Siempre me ha parecido demasiado extraterrestre e imposible, un techado de virtudes que, si bien tiene su lógica como símbolo de esa pureza heroica a la que se aferra, me provocaba una enorme falta de empatía. El que muchos de sus autores se viesen abrumados por un ser que rozaba la divinidad no ayudaba a humanizar al héroe, cada vez más alejado del interés de los lectores por las cosas pequeñas.
Así que me resulta curioso este pequeño viaje en el tiempo que nos propone ECC Ediciones, porque me lleva a un terreno completamente desconocido para mí; El Superman precrisis, anterior al renacimiento planteado por John Byrne (etapa canónica para el que suscribe, y que me sirve de referencia básica a la hora de abordar cualquier análisis de las aventuras del último hijo de Krypton).
El tomo del que hoy hablo se traslada a mediados de la década de los 70 del siglo XX. Una época en la que todo era muy distinto, y el cómic aún tenía el grado de consciencia sobre sí mismo como mero entretenimiento. Faltaban unos años para las grandes revoluciones del medio, que lo llevarían a cotas nunca vistas de calidad literaria y riesgo. Se gestaba en la sombra la aparición de los Alan moore, Frank Miller o Neil Gaiman, mientras que coloridas aventuras llenas de blancos y negros morales llenaban los kioscos.
El Superman que llena estas páginas es un ser todopoderoso que lo puede casi todo. De las cosas más curiosas y simpáticas que vais a poder leer en este cómic es el uso que los autores de la época daban a los poderes del Hombre de Acero.Provocan como resultado una serie de situaciones,vistas con las perspectiva de los años, detonantes de sonrisas en el lector moderno. El espíritu de estos números nos lleva a momentos en los que la concepción de los cómics de superhéroes eran, desde luego, más inocentes e ingenuas, lejos de los sombríos cruces de caminos personales que llenan las páginas del medio hoy en día. Por eso es genial embarcarse en uno de estos ejercicios de nostalgia de la buena, para que comparemos, entendamos la evolución del medio, y disfrutemos, de paso, por la esencia de una forma de entender a Superman que, entonces, era canónica. Para algunos, entre los que me encuentro, que tuvimos nuestro primer contacto real con el Ktyptoniano gracias a la película de Richard Donner, nos resulta fácil identificar ese personaje de la gran pantalla en estos cómics.
¿Por qué, precisamente, este puñado de números, y no otros, para ese pequeño viaje en el tiempo? Pues la respuesta está en los títulos de crédito, si comprobamos el nombre del artista al frente del apartado visual. José Luis García-López no es el típico nombre que uno espera leer entres los autores del Hombre de Acero durante los 70, ¿verdad?
Efectivamente, nos encontramos con un dibujante de origen español (gallego, para más señas). Mucho antes del desembarco de estrellas internacionales al mundo de los cómics, ya despuntaba y dejaba impronta en un mercado que, por entonces, apenas miraba más allá de sus fronteras a la búsqueda de talento. El paso de García-Lopez por la cabecera no fue algo anecdótico que a los fans nacionales guste recordar como una pica en Flandes. Todo lo contrario, ya que su estilo en el planteamiento del personaje dejó la huella suficiente para que, años después, se recuerde esta etapa como clásica y definitoria.
Vemos el trabajo de García-López, y enseguida trazamos un camino hacia adelante, en el que vemos su influencia en casi todos los autores que han pasado por la cabecera del Hombre de Acero durante los años 80. Su estilo clásico no está exento de valentía, se convirtió en el referente de aquellos que aceptaban el reto de dibujar al icono de DC. Detallista, cuidadoso, arriesgado en la composición de página y dinámico en las escenas de acción, el autor pontevedrés marcaba la línea a seguir con cada viñeta.
Otro de los puntos fuertes de este tomo es que José Luis García-López no está solo. En la mayoría de los guiones encontramos a otra leyenda del medio, Gerry Conway (para profanos, el tío que se cargó a Gwen Stacy. “Ahí es na”). Juntos fabrican un Superman reconocible por cualquiera, incluso aquellos que desconocemos la trayectoria del héroe en esa época pre crisis. Conway se esfuerza por humanizar al héroe, en una época en la que su condición de extraterrestre era notable, y el mismo era casi un exiliado social. En las aventuras de este tomo, Superman entra en conflicto por esa dicotomía personal entre el noble granjero de Texas y el alienígena.
La lectura de estos cómics también nos sirve para un análisis de los miedos y preocupaciones de la época, en plena guerra fría. Los terrores nucleares y el poder de las corporaciones industriales son algunas de las amenazas a las que hace frente Superman, en tiempos en los que los villanos de opereta empezaban a ser sustituidos por conceptos más serios y palpables. Aún así, veremos a algunos clásicos asomar su villanesco hocico, como Solomon Grundy o el eterno Lex Luthor, muy diferente al maquiavélico manipulador de encarnaciones posteriores. Aquí todavía conserva el caracter inicial de científico loco al uso, capaz de inventar los más desquiciados aparatos con tal de dar caza a su eterno rival.
El plato fuerte de este tomo es el encontronazo entre Superman y Wonder Woman, situado en pleno auge de la Segunda Guerra Mundial. A cuenta del enésimo complot nazi en suelo americano y el proyecto Manhattan de por medio, ambos personajes entran en conflicto, y se dan lo suyo y lo ajeno, antes de formar alianza contra el enemigo común. Entre el plantel de secundarios, nada más y nada menos que Einstein.
Muchos fanáticos del Hombre de Acero me habían hablado de esta etapa del personaje. Es recordada con reverencia por los seguidores del Kryptoniano, a ambos lados del charco. García-Lopez firmó su estancia en la cabecera con un impacto visual que se tradujo en la forma de dibujar a Superman durante mucho tiempo. Es un auténtico placer este paseo por una parte indiscutible de la historia de DC, y por ende, del cómic americano. A pesar de esa inocencia argumental, que tanto ha cambiado desde entonces, que da el punto naíf de sabor clásico, este cómic se disfruta, precisamente, por esa fenomenal simpleza narrativa, certificada por el fabuloso trabajo de un dibujante para el recuerdo.
Si eres un fan de Superman, de los clásicos, un curioso de la historia del medio, o, simplemente, te apetece recordar (o descubrir, como yo mismo) esos años en los que la lectura de un cómic era una experiencia totalmente distinta, este tomo es imprescindible.
El tomo publicado por ECC recopila los números de Superman #294, #301, #302, #307, # 308 y #309, además del especial Superman VS Wonder Woman, recogidos en este volumen perteneciente a Grandes Autores de Superman. 176 páginas a color, complementadas con artículos y biografías del autor español, presentadas en edición cartoné. Su precio de venta recomendado es de 17,95 Euros.
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