El pasado día 31 de octubre anunciábamos en La Casa de EL que la novela ‘El hombre que nunca sacrificaba las gallinas viejas’ de Darío Vilas, editada por Tyrannosaurus Books había sido escogida la ganadora de los premios Nocte 2014 en la categoría de ‘mejor novela nacional’.
Darío Vilas Couselo es un viejo nuevo conocido del género del terror, ya que el escritor de Vigo ha publicado desde 2009 varios libros (novelas y colecciones de relatos) y ha participado en antologías de varios autores, además coescribir junto a Ferran Brooks y Juan de Dios Garduño el guión de ‘MOM’. ‘El hombre que nunca sacrificaba las gallinas viejas’ ha sido clasificada por su editorial como ‘realismo bizarro’, a pesar de que me ha parecido que contenía algún que otro elemento fantástico, si bien la trama no se centra en ello y prefiere sugerir a mostrar. Si lo sugerido nos parece monstruoso, puede que se trate tan solo de una percepción propia.
‘El hombre que nunca sacrificaba las gallinas viejas’ es la historia de un hombre y una isla. Por una parte, el hombre que da título a la novela, al que llaman Marquitos pese a sus dos metros de altura, un hombre maduro, algo tradicional y que (ya no) mantiene una relación complicada con las mujeres, empezando por sus inquietantes hermanas y acabando por sus parejas. Un hombre que ensalza y degrada lo que le rodea con la misma rapidez. Contradiciendo a John Donne, un hombre puede ser una isla y Marquitos Laguna insiste en estar solo, tras haber cortado sus lazos con familia y conocidos, viviendo de lo que cultiva y ganando más dinero del que necesita repartiendo huevo y vinos entre los vecinos. Marquitos es un reflejo de la isla de Simetría: ambos están llenos de secretos, de una moralidad extraña y de apariencias equívocas.
Y es que Simetría es la otra gran protagonista de la novela, una ciudad-isla llena de sordidez y corrupción observada por el continente con desconfianza, un mal lugar para que crezcan adolescentes. Simetría se describe con el aire de dejadez de la periferia, pero cargada con sus propios ricos y sus propios demonios, llena de lugares a evitar (el Pub Suburbia o el Parque de los Zurdos) y de personas dolidas como el Químico, que basan su vida en relacionarse de forma malsana con otra gente. Tanto Simetría como Marquitos Laguna ya aparecieron anteriormente en la obra de Vilas: aunque la idea de Simetría se originó en 2007, el proyecto colectivo ‘M’ no se llegó a publicar. Dos años después, la isla de Simetría quedó finalmente perfilada en la antología que Vilas coescribió con Rafa Rubio, titulada ‘Imperfecta Simetría’ y publicada por Círculo Rojo. Para conocer más acerca de la historia editorial de Simetría, os recomiendo visitar el blog del autor, pero para ceñirnos a los parámetros de la reseña, basta con decir que Simetría quizás es un lugar, pero exuda carisma y es visible al detalle. No es la única intertextualidad de la obra de Vilas, también la ciudad de Lantana aparece mencionada en el epílogo de la novela.
Al tratarse de una novela corta, se espera que enganche rápidamente. El primer capítulo ya lo consigue, cuando trata del enigma que da título al libro. A partir de ahí, la lectura avanza a base de curiosidad morbosa. Con muy buena mano, Darío Vilas nos guía con una gran narración de estructura no lineal, sencilla de seguir, que juega a poner el caramelo en la boca para luego quitarlo. El ritmo de ‘El hombre que nunca sacrificaba las gallinas viejas’ está muy bien logrado, disimula y deja entrever, para más tarde descubrir y estremecer en el momento adecuado, cuando ya estamos metidos de lleno en una mente que resulta repugnante y fascinante a la vez.
El estilo de Vilas es directo, de gran crudeza y sin autocensura (en la novela se mencionan constantemente el sexo y las drogas), pero que no rechaza lo poético aunque lo haga sin excesiva pompa. Por ejemplo, en el primer capítulo abrimos con un “jodido” y un “me toca los huevos”, para seguir con descripciones como “unas tijeras de podar oxidadas de desuso y abandono, sucias de apatía”. Como única pega, y eso es poniéndome quisquillosa en extremo, diría que se acoge más que trasciende algunos elementos clásicos del género (la misoginia o los perfiles criminales), aunque los lugares comunes de un género están precisamente para hacerlo reconocible. La narración se divide entre la primera persona del presente y la tercera de los flashbacks. Tiene una estructura no lineal pero sencilla de seguir, ya que la acción principal pasa en apenas un día. Aunque he disfrutado de la historia principal (lo que sucede entre Marquitos y La Magnolia Azul, el personaje secundario más delineado y a la vez difuminado por la mirada de Marquitos), lo que me mantuvo pegada a la novela fueron sus saltos al pasado, que siempre llegan en el momento de una revelación, para mantener la intriga un poco más, y que muestran piezas del pasado de Marquitos como “el hombre de negro”.
‘El hombre que nunca sacrificaba las gallinas viejas’ ha sido editada por Tyrannosaurus en papel en edición rústica, aunque también se puede encontrar en formato e-book. Tiene 184 páginas. El prólogo corre a cuenta de José Luis Cantos, en forma de historia. Incluye un par de ilustraciones de Marquitos Laguna de Támara Aalto y José Luis Cantos, que también ha dibuja el mapa de Simetría que viene incluido al inicio de la novela.
‘El hombre que nunca sacrificaba las gallinas viejas’ ha sido una gran sorpresa que muestra la buena salud del terror en nuestro país. Sin duda puede gustar incluso a quien no suele interesarse por el terror (siempre que aguante bien el lenguaje soez y la incomodidad de leer sobre la psicopatía y lo grotesco). Enhorabuena a Darío Vilas y a Tyrannosaurus Books por el premio Nocte y por apostar por esta corta aunque gran novela.
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