Hablar de ‘Little Nemo in Slumberland’ es hablar de uno de los mejores cómics que se han publicado nunca, de hecho, podemos considerarlo todo un clásico en el sentido más estricto de la palabra, que como define el Diccionario de la Real Academia Española es: “Dicho de un autor o de una obra que se tiene por modelo digno de imitación en cualquier arte o ciencia”. Desde su debut en 1905, el genio que estaba detrás de esta creación, Windsor McCay, ideó una obra que semanalmente sorprendía a todos los lectores con su continua innovación, tanto narrativa como estilística.
‘Little Nemo in Slumberland’ se convirtió por méritos propios es una obra maestra dentro del mundo del cómic, sentando unas bases que muchos otros intentarían copiar, aunque ninguno ha logrado alcanzar la calidad del original.
A lo largo de la historia han existido grandes visionarios y podemos afirmar rotundamente que McCay era uno de ellos. ‘Little Nemo’ es la plasmación en papel de un cúmulo de ideas sorprendentes y rompedoras para la época, que unidas entre sí bajo la batuta de McCay cobran total sentido, por muy estrambóticos u oníricos que sean los planteamientos.
El argumento, aparentemente simple, esconde en su interior una serie de características únicas que fueron capaces de revolucionar el mundo del cómic, como por ejemplo la narración por episodios, el uso de distintos tipos de enfoque (incluso un acercamiento de estilo zoom, cuando aún no se había inventado este tipo de lente) o numerosas técnicas que sirvieron de antesala a los dibujos animados.
‘Little Nemo in Slumberland’ nos plantea conocer el mundo onírico de los sueños de un niño llamado Nemo (‘nadie’ en latín). Desde su primera página veremos cómo al dormirse vienen a visitarle una serie de personajes peculiares que quieren llevarle a visitar su mundo. Así, algo que a primera vista parece simple se convierte a lo largo de las páginas en una ardua tarea, ya que como observamos en la última viñeta de las primeras páginas, dependiendo de qué haya cenado antes de acostarse, de sus nervios o incluso de lo que haya tardado en dormirse, verá imposible realizar la tarea de viajar a este imaginario mundo.
No hay que olvidar para comprender aún mejor la historia, que ‘Little Nemo’ se publicaba de forma semanal dentro del dominical del periódico New Yorker, por lo que los miles de lectores que seguían sus aventuras vieron durante numerosas semanas que el niño jamás llegaba a su destino, creándose así una empatía con el joven que se vio recompensada con el tiempo, cuando las aventuras se daban en lugares tan dispares como Marte, rodeado de animales parlantes o de seres inimaginables.
Pero como ya he mencionado, una de las características principales de ‘Little Nemo in Slumberland’ es su narrativa. Los cómics hasta ese momento no dejaban de ser tiras cómicas o viñetas que no guardaban una relación episódica, como es era el caso de ‘Ally Sloper’ o ‘Yellow Kid’. Pero entonces llegó McCay con su pequeño Nemo demostrando que el cómic podía ser mucho más. Comenzó creando una continuidad semanal basada no solo en el uso de los mismos personajes, sino en el argumento y la acción, lo que dotaba a la serie de un estilo hasta entonces no visto. Pero además, decidió contar toda la historia mediante el uso de viñetas que siguiesen una linea narrativa, que llegó incluso a numerar, ayudando así al lector a no perder el hilo. Además, decidió alejarse de las estructuras que se solían utilizar y mezclar tanto narración como diálogos entre los personajes, algo totalmente innovador a comienzos de siglo XX.
Aun así, Windsor McCay era un hombre cuya mente estaba buscando constantes innovaciones, como demuestran sus cientos de viñetas, donde observamos cómo el autor hace uso de un elenco de elementos visuales y narrativos que hasta ese entonces jamás se habían visto. Sus narraciones circulares, comenzando y finalizando con el pequeño Nemo en su cama; el perfecto uso de las proporciones, dotando así a ciertos personajes de tamaños gigantescos frente a los pequeños protagonistas, lo que permitía al lector tener conciencia de la majestuosidad de los seres oníricos que McCay había creado; el uso del movimiento, perfectamente definido en cada viñeta; los efectos visuales, que se adelantaron a su época, e incluso la plasmación de las distancias, son solo algunos de los ejemplos que hacen grande y convierten en una obra maestra el trabajo de Windsor McCay.
Su dibujo, con elementos decorativos que pasan desde el barroco hasta el ‘art nouveau’, mezclando en situaciones varios estilos, dándose así el eclecticismo, son una amalgama de colores e imágenes sorprendentes capaces de transportar al lector a ese mundo onírico que nos presentan.
Por otra parte, si bien es verdad que a comienzos del siglo XX Sigmund Freud comenzó a escribir su obra ‘La interpretación de los sueños’, McCay no tuvo acceso a ella, por lo que tenemos aquí otro ejemplo de la genialidad de este hombre que quiso profundizar en el subconsciente humano y contárselo al mundo de forma semanal desde los ojos de un pequeño niño.
‘Little Nemo in Slumberland’ se convertía así en la pizarra donde McCay plasmaba sus ideas y pensamientos, pero a su vez, lo hacía ideando nuevas y originales formas de narrar estos. Es por esto que también podemos percibir de vez en cuando algún error en la narrativa, como podría ser el excesivo uso de texto o la dificultad para seguir el hilo de los diálogos y de la narración. Aún así, el propio McCay iba corrigiendo sus errores de principiante en ciertas técnicas, por lo que estos se iban perfilando y erradicando hasta llegar a crear una obra que sirvió de paradigma para el cómic actual. Los 504 episodios en los que vemos a ‘Little Nemo’ se dividieron en dos etapas: por un lado de 1905 a 1914, momento en el que dio comienzo la Primera Guerra Mundial, y por otro de 1924 a 1926, aunque esta última no fue tan innovadora como la primera.
En España se han venido publicando varias ediciones, aunque ninguna de ellas ha gozado de la calidad que tiene la que la editorial Taschen ha publicado recientemente. Con un tamaño al que ellos mismos denominan XXL, y no es para menos, ya que tiene unas dimensiones de 34,4 por 44 centímetros, este gigantesco volumen al que han bautizado como ‘The Complete Little Nemo by Winsor McCay’, se convierte en la edición definitiva de esta obra. Respetando el color y el idioma original (inglés), el tomo principal, que contiene los 504 episodios, tiene 564 páginas en su interior y el anexo, llamado ‘Winsor McCay: A Life of Imaginative Genus’, 144 páginas. Este último, escrito por el historiador Alexander Braun, hace un repaso por la vida de McCay, analizando sus inspiraciones e innovaciones. Con un precio recomendado de 150 euros, el volumen principal se presenta bajo un lujoso formato cartoné con cubiertas forradas en tela y letras en relieve, mientras que el anexo, del mismo tamaño, tiene formato rústica. Ambos se incluyen dentro de una caja a color con forma de maletín, facilitándonos así su conservación y movimiento.
Zenas Winsor McCay (Ontario, 1867; Nueva York, 1934) fue uno de los autores más influyentes en el mundo del cómic. Desde pequeño mostró interés por el dibujo, comenzando a trabajar como aprendiz en 1989 para la National Printing and Engraving Company de Chicago, donde realizó carteles y litografías. Tras varios trabajos en diferentes periódicos, dibujó su primera tira de prensa, ‘A Tale of the Jungle Imps, by Felix Fiddle’ en 1903, pasando posteriormente a trabajar en el diario New York Herald, donde publicó las exitosas ‘Little Sammy Sneeze’ y ‘Rarebit Fiend’, aunque la fama la alcanzó con su obra maestra: ‘Little Nemo in Slumberland’. Esta, que se publicó entre 1905 y 1926, con un parón entre 1914 y 1924, supuso una revolución para el mundo del cómic, sentando las bases para innumerables obras futuras.
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La colección completa de Little Nemo
Presentamos a Little Nemo, un diminuto héroe de la narrativa del cómic y también uno de los más grandes viajeros oníricos del siglo xx. La creación maestra de Winsor McCay (1869-1934), el inquieto Nemo, inspiró a generaciones venideras de artistas gracias a sus aventuras semanales, que le hacían viajar de la cama a Slumberland, un reino de pintorescos compañeros, paisajes psicodélicos y emocionantes travesuras.
El creador de Nemo, Winsor McCay, fue una de las figuras clave en la industria del ocio estadounidense, en especial por sus revolucionarias creaciones en cómic, que sentaron los estándares de técnica narrativa, distribución de viñetas, ritmo y otros aspectos de composición de la página, que ejercieron una influencia inestimable en los artistas que vinieron tras él, como Robert Crumb y Federico Fellini.
La suntuosa edición de The Complete Little Nemo 1905-1927 de Winsor McCay compilada por TASCHEN recoge, por primera vez, a todo color, los 549 episodios de Little Nemo. El historiador de arte y experto en cómics Alexander Braun describe la vida y obra de Winsor McCay en el extenso texto de acompañamiento (profusamente ilustrado con documentos y fotografías de la época) y encuadra su obra en el contexto cultural de los medios estadounidenses y la industria del ocio, y explora asimismo el inmenso valor histórico de la narrativa onírica de McCay. Relato de aventuras, deleite visual y retazo de historia cultural a un tiempo, esta publicación constituye todo un monumento a uno de los pioneros más innovadores —y uno de los exploradores más intrépidos— de la historia del cómic.[/note]