Cuando hablamos de cómic superheroico, pocas veces miramos hacía un país que no sea Estados Unidos. Todos los grandes mitos de este género (Superman, Spiderman y compañía), nacieron allí. Pero hay gente como David Rubín (al que conocimos en esta entrevista) que se empeña en romper con estas verdades establecidas a través ‘El héroe’, un cómic que si bien es cierto que no responde al estereotipo de comic superheroico al uso, está sobrado de calidad suficiente como para ponerlo en el lugar de honor de tu estantería, en el mismo hueco que ‘El regreso del Caballero Oscuro’ de Frank Miller.
El contexto en el que se desarrolla este primer volumen de ‘El héroe’ no se parece en nada al de las historias de los tipos superpoderosos de Marvel y DC que estamos acostumbrados a leer. A pesar de ser una revisión del mito de Heracles, puede decirse que esta historia está fuera del tiempo e incluso del espacio, ya que si bien los personajes que pasan por las páginas de este cómic son los propios de la mitología griega, estos no tienen problema en usar un iPod, viajar en motocicleta o usar una katana de samurai japonés.
En este primer volumen Rubín nos cuenta la historia de Heracles desde su nacimiento hasta su consagración como héroe, denominación lograda gracias a la superación de varias pruebas que le han sido impuestas por Euristeo, el otro hijo de Zeus que por derecho de nacimiento (con intervención divina y tramposa de por medio) manda sobre él.
El estilo narrativo de David Rubín, tanto si hablamos del dibujo como si hablamos del guión, podría calificarse de glorioso. La historia usa todos los recursos disponibles para conseguir su propósito, y al autor le da igual que estos tengan sentido o no, lo importante es transmitir las sensaciones que quiere transmitir. Por ponerle alguna pega a la trama, sí hay un elemento al que esta se ve atada y este es la historia mitológica de Heracles y sus doce pruebas que reproduce este cómic (con poca fidelidad, claro, pero la reproduce). El problema es que algunas de estas pruebas narrativamente pueden resultar repetitivas o faltas de profundidad o contenido. Por suerte, Rubín es capaz de aportar otros elementos que hacen que esta deficiencia pase prácticamente inadvertida para el lector.
La descontextualización de la historia original así como la introducción de nuevos elementos en la trama cosecha del autor están orientados a presentar una mezcla de géneros y de temas que sencillamente funciona. De esta manera el autor consigue crear su propio universo, un universo que tiene sentido y que es coherente dentro de sus múltiples incoherencias. Todo tiene cabida en ‘El héroe’, y eso lo hace aún más maravilloso y logra que el lector descubra nuevas interpretaciones y subtextos con cada lectura.
En cuanto al dibujo, solo hay que echar un ojo al interior del tomo para quedar completamente apabullado por la fuerza visual de las páginas de ‘El héroe’. La disposición de viñetas, lejos de responder al capricho del autor, se transforma en un elemento narrativo tan importante como el que más. Y lo mismo podría decirse del uso que se hace de las onomatopeyas como elemento tridimensional y estético dentro de la narración. No solo los lápices de Rubín son capaces de encandilar a cualquiera con su viveza, originalidad y dinamismo (atención especial a las largas secuencias de acción), sino que al leer el comic con calma somos conscientes de la facilidad que tiene el dibujante para alterar su estilo cuando cree que la historia se lo está pidiendo.
Tema aparte es el uso del color, elemento que en muchas ocasiones pasa desapercibido por ser teóricamente un tema menor pero que en ‘El héroe’ tiene una importancia vital. Al igual que ocurría con la presencia de muchos elementos anacrónicos en el guión, Rubín hace uso de los colores como le viene en gana, sin pararse a pensar si son coherentes con el entorno o no, sino enfocando su uso hacia el objetivo de conseguir algo visualmente impactante e incluso transgresor. Esto, que en manos de un artista menos hábil puede fácilmente acabar en desastre, en las de Rubín tiene un resultado sencillamente espectacular.
En resumidas cuentas, estamos ante un cómic que en mi humilde opinión podría ser calificado como uno de los mejores de la historia de nuestro país sin que nadie se echase las manos a la cabeza al oirlo. Y, por supuesto, poco tiene que envidiar a las obras maestras de las grandes editoriales americanas…en todo caso, algunos de por allí deberían aprender de Rubín lo que hay que hacer para marcar la diferencia en un género tan saturado y sobreexplotado como este…
El primer tomo de ‘El héroe’ publicado por Astiberri Ediciones dentro de su colección Sillón Orejero se presenta en formato cartoné de tapa dura. Contiene 280 páginas a color con un tamaño de 17 x 24 cm e incluye un prólogo escrito por Paco Roca. El precio de venta recomendado es de 25€ y se puso a la venta en abril de 2011.
David Rubín
Nacido en Ourense en 1977, estudia diseño gráfico y se lanza al mundo del cómic, la animación y la ilustración. Su primera obra larga, ‘El circo del desaliento’ (Astiberri, 2005), le vale ser nominado como autor revelación en el Salón Internacional del Cómic de Barcelona de 2006, gana el Primer Premio Castelao, y se edita en gallego, castellano, italiano y francés. Su siguiente novela gráfica, ‘La tetería del oso malayo’ (Astiberri, 2006), también publicada en Francia, Italia y la República Checa, se lleva cuatro nominaciones a los premios del Salón Internacional del Cómic de Barcelona 2007, logra el galardón al Autor Revelación y le acredita como finalista del I Premio Nacional del Cómic. Posteriormente ‘Cuaderno de tormentas’ Planeta DeAgostini, 2008) es nominado al mejor dibujo de nuevo en la cita de Barcelona, codirige ‘Espíritu del bosque’, un largometraje de animación 3D, y adapta al cómic ‘Romeo y Julieta’ (SM, 2008), de William Shakespeare y ‘El monte de las ánimas’ (SM, 2009), de Gustavo Adolfo Bécquer.
Su espíritu creativamente inquieto le lleva a realizar ‘Uxío Novoneyra: A voz herdada’ (Xunta de Galicia, 2010), con guión de Kike Benlloch, y a ilustrar la colección de relatos ‘Solomon Kane’ (Astiberri, 2010), de Robert E Howard. En 2011 lanza con la editorial Astiberri el primero de los dos libros de ‘El Héroe’, una novela gráfica en dos volúmenes, donde actualiza el relato clásico de los doce trabajos de Heracles.El trabajo recibe en general críticas positivas que llevan a que la obra sea publicada en Italia, y en Francia, de la mano de Rackham. Ya en 2013, y junto con Santiago García en el guión, publica, de nuevo con Astiberri, ‘Beowulf’, una versión del poema nórdico de mismo nombre. Posteriormente trabajaría en ‘Battling Boy: The rise of Aurora West’ y ‘Battling Boy: Fall of the House of West’.
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‘El héroe 1’
David Rubín revisita la historia de Heracles desde su nacimiento mostrando bajo un nuevo y ambicioso prisma, una a una, las doce pruebas que realizó. En la primera entrega de El héroe, de las dos que forman la obra, el autor orensano aúna épica y reflexión para plantear un cómic-río de cuidada puesta en escena, espectacular narrativa y desbordante tratamiento del color.
El héroe es un cómic superheroico sin mallas, capas o máscaras de brillantes colores, pero que muestra a un icono popular desde una perspectiva más humana, que lo hace más vulnerable, con una trama que está poblada también de multitud de personajes mitológicos, de Euristeo a Hera, pasando por el barquero Caronte, entre muchos otros, todos ellos reseteados, tratados y mostrados desde una óptica diferente a lo visto hasta ahora: “Es mi homenaje al género que me ganó para la causa de los tebeos”, precisa el dibujante.
Hay espacio para largas secuencias de acción, que ya suponen de por sí un reto porque Rubín evita repetir recursos, experimentando con la planificación y el ritmo de lectura. Dichas secuencias dinámicas se alternan con otras más pausadas, reflexivas e intimistas, que van dando pistas a cuentagotas de los porqués, de las personalidades y de la complejidad de cada uno de los personajes que pueblan este universo de ficción.
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