En noviembre del pasado año, Norma Editorial nos invitó a formar parte del evento La Gran Familia Zidrou. El guionista de cómics nacido en Anderlecht (Bélgica) visitaba Barcelona junto a dibujantes emblemáticos con los que, a través de sus magníficas historias, ha conseguido llegar al corazón de tantos y tantos lectores, manifestando ser un verdadero creador de sueños.
En este evento tuvimos la oportunidad de presenciar las primeras pinceladas de ‘La Mondaine‘, la novela gráfica que el catalán Jordi Lafebre tuvo el gusto de presentarnos durante el último tramo de 2014. Después de que Lafebre y Zidrou confeccionaran un equipo solvente que repercutiera en el cúlmen de sus carreras con la maravillosa obra ‘Lydie‘, ambos buscaban una nueva historia que no bajara el listón de lo anteriormente exhibido. Si bien Zidrou expresó verdadero terror con la idea de que el público no entendiera lo que pretendían mostrar con ‘La Mondaine‘, lo cierto es que ha acabado relajándose tras la espléndida acogida que está teniendo. Y aunque no se trata de una historia tan trágica como ‘Lydie’, lo cierto es que ‘La Mondaine’ es una amalgama de emociones que, durante toda la obra, te transporta a la esencia más profunda del ser humano.
La historia del primer volumen se sitúa en las esperpénticas calles del París de entreguerras, en el año 1937. Después de la conclusión de la Primera Guerra Mundial, se descubren unos personajes que viven una situación ingrávida y aparentemente pacífica, pero donde cualquier cosa puede ocurrir de un día al siguiente. Entre todos ellos está el joven Aimé Louzeau, quien entra a formar parte de la brigada policial contra la prostitución, también llamada La Mondaine.
Louzeau se presenta como un adulto que, pese a tener una edad media para estar casado e incluso tener hijos, convive junto a su madre y una criada. La formalidad y educación que le caracteriza se ven añadidas al frágil aspecto que le distingue, siempre detrás de sus gafas de culo de vaso con cara de no haber roto un plato jamás. Es por ello que, cuando establece el primer contacto con los que serán sus compañeros en la brigada, parece no encajar con sus actitudes algo más zafias y rebeldes.
Durante las 64 páginas del primer tomo de la obra, se imprime al máximo el trasfondo del personaje protagonista. Esto se consigue al equipararlo con el resto de personajes, vinculándolo con una evolución constante que se percibe de a poco. Vemos que, detrás del don nadie que parece ser Louzeau, se encuentra un drama familiar lacónico que le ha convertido en el ser que es en la contemporaneidad del cómic. También nos damos de bruces con dos sucesos clave vinculados con el proxenetismo que hacen cambiar la perspectiva de vida que Louzeau tiene, para acabar integrándose en el grupo compuesto por sus compañeros de trabajo. La primera mitad resume a la perfección cómo un hombre avergonzado que no parece encontrar su sitio en el mundo acaba entregándose a los placeres más mundanos y adoptando una actitud salvaje que nos evoca a las teorías morales de Nietzsche.
Con Louzeau enfermo de un amor al más puro estilo ‘Pretty Woman‘, llegamos al segundo libreto de ‘La Mondaine’. Después de dos años de servicio en la brigada policial contra la prostitución, Aimé Louzeau ya es todo un detective especializado, con todo lo bueno y, sobre todo, con todo lo malo que ello conlleva . Al ser 1939, ya comienzan a verse los primeros resquicios de la Segunda Guerra Mundial, ahondando mucho más en el contexto tras la visita de los nazis a la ciudad parisina. Si en la primera parte vimos la evolución de Louzeau, en esta contemplamos la evolución de la sociedad al completo. Vemos, a través de detalles que se dejan caer con cuentagotas, cómo la vida de la ciudad se transforma hasta el bombardeo de 1944 que nos es presentado en los flashforwards del argumento. Avanzamos en una senda en la que, pese a saber de antemano el resultado final, nos intriga y envuelve hasta que advertimos la conclusión más digna que este cómic podría haber tenido.
‘La Mondaine’ es una obra llena de simbolismos, tal y como acostumbran a hacer Zidrou y Jordi Lafebre. La simple expresión “Es lo que no me gusta de París: ¡Siempre tiene que caerte algo encima!” esconde, desde un retrato contextual del espacio representado; hasta una sátira de la situación vivida durante el bombardeo parisino de 1944. Con ello, en el cómic se integran decenas de iconos de temas tanto eclesiásticos como sexuales, pasando por puntos de vista políticos y hasta filosóficos.
El guion, por lo tanto, se muestra exquisito. Quizás no llegue al nivel de otras obras de Zidrou como ‘El folies bergère‘, pero consigue retratar toda la intencionalidad del autor en 128 páginas de pura magia. Los diálogos son concisos, directos y con un mensaje oculto detrás de cada palabra, por lo que es recomendable leerlo con mucho detenimiento. Además, los autores muestran una genialidad que parece inconcebible en un primer momento; este ingenio se encuentra en la página 57 (o 55 según el esquema original) del segundo volumen, donde se sitúan cuadros de texto de lo que parece un guion original a la vez que se muestran imágenes distintas, dando sensación de sueño o fantasía del protagonista.
Jordi Lafebre, por su parte, muestra lo mejor de sí mismo en la ilustración. Con sus características formales de estilo europeo consigue nutrir al cómic de una esencia especial portentosa. El erotismo que muestra en las escenas más comprometidas es de un realismo sin igual. Consigue integrar a las facciones de los cuerpos tanto femeninos como masculinos características que humanizan a los personajes, sin llegar a perder así la sensualidad que pretende.
Otra de las características del dibujo es su heterogeneidad. En una página podemos ver una escena escandalosamente horrenda digna del mismo Garth Ennis y, en otra, una competición deportiva con bosquejos símiles a instantáneas fotográficas. El trazo se transforma según la crudeza de lo retratado, aportando limpieza cuando es necesario y suciedad el caso que lo requiere. Además, el mérito aumenta cuando observas que el mismo Lafebre no solo hace los dibujos sino que es el encargado del color, que es el punto clave de cada viñeta.
Esta colección de dos ejemplares puede conseguirse a través de Norma Editorial por un precio (por unidad) de 16€. Cada volumen cuenta con 64 páginas a todo color en un tamaño considerable (23,5 x 31 cm), como los cómics de antaño. El formato, como no podía ser de otra forma, es en cartoné, y la historia está complementada por comentarios y dedicatorias de los dos autores.
Zidrou
Benoît Drousie (Zidrou) es un guionista de cómics nacido en Anderlecht (Bélgica) en el año 1962. Comenzando a trabajar en la década de los 90 en la revista ‘Spirou‘, pronto creó dos series míticas del cómic juvenil francés, ‘Elève Ducobu‘ y ‘Tamara‘. Sin embargo, no tardó demasiado en pasar al cómic adulto con un realismo crudo que se ha convertido en su sello de identidad. Ha cosechado, de esta forma, un gran número de premios, convirtiéndose así en uno de los referentes del cómic internacional en la actualidad.
Jordi Lafebre
Jordi Lafebre es un historietista, ilustrador y diseñador gráfico nacido en Barcelona en 1979. Siendo estudiante de Bellas Artes en la Universidad de Barcelona y posteriormente formado por la Escuela Joso, comenzó a publicar ilustraciones para diversas publicaciones (como NOBANDA) en el año 2001, a la vez que comenzaba su carrera profesional en revistas pornográficas como Penthouse Comix o Wet Comix. Su consolidación como dibujante de cómics, sin embargo, vino tras conocer la figura de Zidrou, ya que comenzó a trabajar con él para el mercado belga (en la revista Spirou) hasta que dibujó para ‘La anciana que nunca jugó al tenis y otras historias que sientan bien’ y, posteriormente, ‘Lydie’ y ‘La Mondaine’.
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EL TÁNDEM ZIDROU LAFEBRE VUELVE A CONGENIAR DESPUÉS DE SU EXITOSO ÁLBUM LYDIE
En el agitado París de entreguerras la brigada policial contra la prostitución se encarga de limpiar de lujuria las calles de la ciudad y evitar el comercio de los cuerpos. Esta patrulla particular, liderada por un curioso inspector afi cionado al ciclismo, es popularmente conocida como “La mondaine”. Aimé Louzeau acaba de incorporarse al cuerpo de vigilancia. Pero el verdadero peligro está mucho más cerca de lo que piensa Aimé.
Otro prodigio de Zidrou , el guionista de moda, de nuevo maravillosamente dibujado por Jordi Lafebre tras su primera colaboración en Lydie, que nos habla sobre los tabús más secretos de la carne. [/note]