Normalmente, nuestros supertipos de cabecera viven en un mundo hiperviolento, donde las cosas se solucionan con una buena ración de ensalada de nudillos. A pesar de esta agresividad totalmente explicita, lo cierto es que la mayoría de estos enmascarados se rigen por un inquebrantable código moral, que les sitúa siempre al borde de ciertas líneas que se prometen no traspasar nunca, y suponen muchas dudas internas. Luego hay otro tipo de personaje, mucho más relajado en el aspecto moral, que no tiene tantas comeduras de cabeza a la hora de poner en práctica su ideal de justicia, y no muestra ningún pudor si la sangre salpica más de la cuenta. Es más, puede que se les escape una ligera sonrisa cuando se pone manos a la obra. A esta clase de calaña pertenece nuestro enmascarado de hoy. Midnighter no quiere ser un héroe, tan sólo quiere hacer del mundo un lugar mejor. Y si algo ha aprendido a lo largo de su carrera es que, para lograr ese objetivo, toca ensuciarse las manos.
Este violento y expeditivo justiciero nació de la imaginación de Warren Ellis, guionista laureado y aplaudido que ha paseado su imaginación gamberra y especialmente dotada para la ciencia ficción por las mejores editoriales del mercado USA. Fue en las páginas de Stormwatch, colección de que derivó en la creación de uno de las cabeceras más divertidas y revolucionarias de la historia del cómic moderno, The Authority. Midnighter pertenecía a un grupo de operaciones encubiertas creado por el manipulador y maquiavélico líder de Stormwatch, Henry Bendix, a espaldas de los miembros oficiales del grupo. Traicionado por su creador, pasó años en las sombras combatiendo las mezquinas maquinaciones de este villano encubierto, hasta que pudieron salir del anonimato y formar parte del nuevo grupo formado por Jenny Sparks a partir de las cenizas de Stormwatch.
Warren Ellis se lo pasó en grande con The Authority, acompañado por el talento gráfico de Bryan Hitch. La idea era jugar con una grandilocuencia nada común en los cómics de la época, olvidando el desarrollo de personajes para centrar la atención en grandes tramas, donde los miembros de The Authority tomaban decisiones bastante salvajes para cumplir con su trabajo. Las líneas que sujetan a los grandes grupos de héroes del cómic tradicional se saltaban a la torera en las páginas de la propuesta de Ellis y Hitch, con momentos tan delirantes como el enfrentamiento del grupo con una idea bastante peculiar y perturbadora de dios, un ente creador bastante indiferente a la presencia humana.
Authority llegaría a sus máximas cotas de polémica con la llegada de otro gamberro de renombre, Mark Millar, acompañado de Frank Quitely en plena explosión de su estilo visual. Millar, para su estancia al frente de The Authority se planteó la siguiente pregunta como base: ¿Y sí los superhéroes hiciesen de verdad su trabajo? Los miembros de The Authority deciden que se acabó ser parte del problema, y si el mundo necesita soluciones, será esta banda de inadaptados los que marquen las normas. En lugar de plantar cara a villanos de tercera, ponen en su diana a los dictadores, grupos empresariales y poderes fácticos con la idea de construir un mundo más justo.
La polémica, como decía, sería marca de la casa mientras Millar permanecía en el procesador de textos. Entre otras cosas, la presencia de Midnighter sería motivo de escándalo. Estaba claro que este aguerrido justiciero y su compañero, Apolo, eran trasuntos de los Batman y Superman de toda la vida. Así que imagina como se quedó el cuerpo de medio mundo cuando se descubrió que estos dos guerreros por la justicia eran abiertamente gays, y que además se casaron en las páginas de The Authority, además de adoptar a Jenny Quantum (espíritu del siglo XXI, para más patatús). Las mentes bien pensantes de medio mundo calleron como bellacos en la carnaza que Millar había lanzado para ellos, mientras el autor escocés se partía de risa con el escándalo. La ironía es que, tiempo después, la propia DC compraba Wildstorm, el estudio creador de Midnighter, lo que llevó a nuestro protagonista a compartir universo con Batman, Superman y demás banda.
En el nuevo Universo DC hemos visto a Midnighter como parte del elenco de Stormwatch, el intento por parte de los nuevos dueños de la criatura de recuperar parte del lustroso pasado del personaje. La colección resultante fue un incomprensible viaje a ninguna parte, en la que, parece, nadie se tomó nunca muy en serio las posibilidades de la cabecera. Ni el carisma de los recién llegados ni la presencia de veteranos como Detective Marciano (nunca nadie se explicó que pintaba en aquel sarao) salvaron los muebles de este título destinado al fracaso, como tantos otros palos de ciego de DC en los últimos tiempos. Todo indicaba la entrada en el olvido de estos héroes ocultos en la densa bruma del tambaleante universo de los Nuevos 52.
Lo cierto es que Midnighter no había dicho su última palabra, y se convirtió en el secundario de lujo de la emocionante colección Grayson, las aventuras en solitario del antiguo pupilo de Batman, envuelto en los últimos tiempos en una sorprendente trama de espionaje internacional. La actitud violenta y cínica de Midnighter sirve como contrapunto al siempre alegre y pizpireto Dick, y ha encontrado en Tim Seeley y Tom King sus grandes aliados para la recuperación de ese personaje que tanto nos gustó hace años. El paso evidente en el futuro de esta máquina perfecta de romper tibias era, por supuesto, una serie con su nombre en el título, algo que no ocurría desde 2006. El momento ha llegado, y Midnighter se mete de lleno en su bautismo de fuego en el universo DC.
Joe Orlando es el maestro de ceremonias, encargado de dar peso a este justiciero con tanto que demostrar como carácter en solitario. Lo cierto es que, a pesar de mis dudas iniciales, Midnighter me ha resultado bastante contundente, precisamente por las ideas claras y el tono escogido para el desarrollo de la acción. Orlando se mete de lleno en una trama de claros referentes en el espionaje, aderezado con toques de ciencia ficción, sin ningún tipo de renuncia a la esencia del personaje; esto es, un adicto a la violencia con muchas ganas de baile. Frío, despiadado, desmesuradamente seguro de sí mismo y poco dado a la diplomacia, Midnighter sigue siendo el mismo de siempre. Aunque, eso sí, Orlando bucea en las emociones de esta bestia parda, siempre al filo de su propia humanidad, e intenta que nos resulte menos máquina de matar gracias a la entrada sin tapujos en la vida personal del personaje. Quizá sea la ocasión en la que más hemos visto a Midnighter sin su traje de cuero negro, en situaciones orientadas a la presentación del personaje entre bambalinas, fuera del campo de batalla, su hábitat natural. Las escenas están perfectamente justificadas, puesto que su importancia es capital para entender el avance de la serie y alguna sorpresa que nos reserva el final de este cuadernillo, y no quita el peso principal a la acción desmadrada que preside el espíritu de la propuesta de Joe Orlando.
En el tablero de dibujo tenemos a Aco, visto en colecciones como Constantine, ganando peso poco a poco en la DC de los últimos tiempos. Su estilo se afianza tras esos primeros compases a la búsqueda de personalidad propia, y lo cierto es que el resultado es bastante atractivo, sobre todo por ciertos riesgos tomados en la composición de página y la distribución de viñetas. Otros elementos introducidos en la viñeta, más cercanos al diseño puro y duro, dinamizan la narración de un cómic que se debe a su sencillez argumental, donde prima la acción y el intercambio de puñetazos. El problema es el baile de dibujantes de diferentes niveles. Si disfrutamos del nivel de Aco, no se puede decir lo mismo de un tipo con tan pocos recursos, y tan contradictorio en términos con el artista titular, como Alec Morgan, o un dibujante tan irregular como Stepehn Money, capaz de aunar en el mismo número momentos muy intensos con otros que rozan el desastre. Al final, aunque todos los implicados se adaptan con acierto al tono de los guiones de Orlando, el resultado queda desequilibrado y transformado en una promesa de lo que pudo ser si los editores hubiesen apostado por artistas más adecuados.
Midnighter es una colección que trata de rescatar del olvido a uno de los personajes más carismáticos de su generación. Lo consigue a medias, en base a la humanización de un personaje que se ha basado en su despiadado modo de entender el juego superheroico para llegar a los lectores. En principio, sorprende el dinamismo salvaje de esta nueva colección, que sigue la estela de Grayson en el tono de espionaje y aventura de acción. La duda que me surge es si este renovado Midnighter tendrá la misma capacidad de seducción que anteriores encarnaciones del héroe. ¿Es una versión descafeinada la que nos llega en esta cabecera? Los próximos números nos sacarán de dudas, aunque he de admitir que el primer encuentro ha sido satisfactorio. No es el cómic que cambiará vuestras vidas, pero es de esos tebeos de consumo rápido y divertimento sin complejos. Algo así se agradece de cuando en cuando.
Este mismo mes comienza la andadura de Midnighter en España de la mano de ECC ediciones, con un primer cuaderno que recoge los números del #1 al #6 de la edición USA. Editado en rústica, os esperan 116 páginas a todo color, llenas de acción y tipos en cuero negro, al precio de 13,95 euros.
[note]Midnighter es el luchador perfecto y un justiciero implacable que afronta dos grandes desafíos: emprender una nueva vida sin su expareja Apolo, y recuperar unos artefactos de inmenso poder robados del Jardín de Dios. Y ninguna de las dos cosas será tarea fácil aunque cuente con la ayuda del mismísimo Dick Grayson.
Aquí comienzan las flamantes aventuras en solitario de Midnighter, escritas por el guionista Steve Orlando (Batman y Robin eternos) y dibujadas por ACO (Constantine) y Stephen Mooney (Grayson). [/note]