Caballero Luna: Eclipse, es un magnífico recopilatorio de las aventuras de principios de los años 80’s, etapa mítica, imprescindible, obligatoria… es algo más que un título de esos que llevan la etiqueta “de culto”
Regresamos al fascinante y complejo mundo que rodea al Caballero Luna, con este magnífico recopilatorio de sus aventuras de principios de los años 80. Por supuesto, es la continuación de ‘Caballero Luna: Cuenta atrás hacia la oscuridad‘, del que ya dimos cuenta en el momento de su salida al mercado. En aquel volumen, vimos los primeros pasos en la colección de un equipo creativo de primer orden, el formado por el guionista Doug Moench y un, por entonces, joven Bill Sienkiewicz. Gracias a la mezcla perfecta de guiones trepidantes y el fantástico trabajo en el tablero de dibujo, Caballero Luna se convirtió en un título clave para entender la Marvel de finales de los 70.
Hablamos de la época definitoria del cómic de superhéroes tal y como hoy lo conocemos, quizá la etapa con más cambios desde que Stan Lee y Jack Kirby diesen el pistoletazo de salida a la Edad de Plata. Durante este periodo, Frank Miller se hacía con las riendas de Daredevil, John Byrne redefinía a los 4F, Walter Simonson remozaba la colección de Thor… esos son algunos de los hitos que marcan el paso en aquellos años. Merece un puesto la colección de la que hoy hablamos por su calidad indiscutible, pero también por las circunstancias editoriales que impulsaron desde las oficinas de Marvel y de las que los autores de Caballero Luna se aprovecharon con acierto.
En el primer tomo leímos como Moench actualizaba el personaje que él mismo había creado para las páginas de la mítica Werewolf by night. La cabecera propia del Caballero luna, matizaba su origen y la naturaleza real de sus poderes, deudores de la presencia de una antigua deidad egipcia. Konshu, como era llamado este protector de los viajeros nocturnos, daba la oportunidad de redención a un personaje muy lejos de la definición de héroe. Marc Spector volvía a la vida, dispuesto a dejar su existencia como mercenario atrás. A nivel argumental, Moench enfrascaba a su héroe en un ambiente callejero y urbano, gracias a historias centradas en el realismo. El bueno de Spector se pateaba las calles a conciencia, y el escritor ahondaba además en la fracturada mente del antiguo mercenario. Las varias personalidades del protagonista empiezan a ser motivo de sospecha para sus compañeros (y para el lector) de que las cosas no andan demasiado bien por la cabeza del hombre tras la máscara.
A nivel artístico, Bill Sienkiewicz mostraba un talento a punto de explotar. En esos principios, las influencias de Neal Adams marcaban el trazo de este legendario dibujante, pero en pocos números encontró una voz propia, dada a la experimentación con la forma humana y la composición de página, mucho más barroco y atrevido que el referente clásico en el que se movía por entonces.
A estas alturas, las cosas en Marvel cambiaban de modo notable tras la llegada de Jim Shooter al sillón de mando. Este editor tiene una carrera jalonada de luces y sombras, pero lo cierto es que Marvel despegó como editorial puntera y a la vanguardia del cómic americano gracias a sus decisiones. Su primera época al frente de La Casa de las Ideas, antes de la megalomanía y la pérdida de rumbo, es parte de la historia del medio. Entre otros experimentos, Shooter cambió los modelos de distribución. Haciendo muestra de astucia y buen olfato, el controvertido editor comprendió la evolución del lector de cómics, muy alejado por entonces de esos niños invadiendo los quioscos de décadas anteriores. El niño ya era adulto, y algo más que un lector: era coleccionista, y además defendía el cómic como algo más allá del mero entretenimiento. Analizaba el medio lo dignificaba, al mismo tiempo que exigía una evolución afín del propio cómic como medio de expresión.
Shooter entendía el nuevo paradigma, y se atrevió con la arriesgada jugada (por lo menos lo era en el contexto histórico en que se daba) de sacar los cómics de su medio natural de venta. En aquellos años, se extendía la figura primordial de la librería especializada, lugar referencial donde los fans y coleccionistas encontraban su hábitat natural. Shooter eligió tres títulos dirigidos en exclusiva a su distribución en estos puntos de venta mediante modelos de suscripción, entre ellos Caballero Luna. Podía haber sido el certificado de muerte de estas colecciones, pero el movimiento de Shooter fue un éxito incontestable, tanto que, con los años, el modelo se extendería a la práctica totalidad de los títulos Marvel.
A nivel creativo, esta decisión implicaba cambios en la concepción del propio título. La salida de los quioscos implicaba cierta libertad para el esquive del Comics Code, por lo menos de sus partes más absurdas (que eran la mayoría, claro). La librería especializada no está dirigida al público infantil que el infame código pretendía proteger, y el producto se dirigía al público adulto, por lo que los autores se tomaron todas las licencias posibles en el planteamiento literario y gráfico de sus cómics.
Moench se adentra todavía más en el mundo oscuro que rodea al personaje. Lo lleva por historias de espionaje internacional, a cuenta de una sociedad anarquista dispuesta a ver como arde el mundo. Visita con asiduidad los bajos fondos, terreno natural del Caballero Luna, y mantiene el tono marcado en el anterior tomo de la saga. Incluso se atreve con temáticas cercanas al terror, herencia de su estancia en la mítica editorial Warren como escritor de historias de género. Todo ello con las ideas claras, con la libertad conseguida fuera de fronteras que cercenaban las intenciones de los autores. Moench entiende lo que busca el lector en las páginas del Caballero Luna y se lo da con respeto absoluto por el personaje y por lo que deber ser un cómic Marvel, aunque armado de una sofisticación desconocida hasta el momento. Se adentra en los conflictos internos de Spector, en su incipiente locura, pero sin caer en la repetición como si han hecho muchos de sus herederos en la cabecera.
Por supuesto, los secundarios completan el universo del Caballero Luna, con especial mención a Marlene. La presencia de esta mujer de armas tomar representa también el periplo interno de la Marvel por la dignificación de sus personajes femeninos. Claremont abría la veda con su idea de mujer X en la colección de los mutantes, y poco a poco, con pequeños pasos, el ejemplo cundía. En Caballero Luna, la compañera del héroe deja atrás el papel tradicional de simple interés romántico del protagonista, y demuestra personalidad de sobra. Tan física como el propio Spector, capaz de salir airosa sin necesidad del consabido rescate del justiciero de turno, Moench no desaprovecha, además, el potencial erótico de esta potente presencia en la colección. Sin duda, uno de los personajes más completos de la andadura, aunque, como digo, todavía quedaban años para la normalización de los caracteres femeninos en el cómic de las grandes editoriales.
Bill Sienkiewicz se desata en las páginas de esta segunda entrega del Caballero Luna clásico. Rompe con su propio estilo, y da pasos de gigante hacia la genialidad que define su obra a partir de este momento. Inconformista y rompedor, cada viñeta de esta entrega es digna de aplauso. Abandona cualquier presupuesto estilístico, y explora su propio mundo, a base de la búsqueda constante de riesgo. Introduce elementos extraídos de la publicidad, de la ilustración y del mundo del diseño, extrañas mezclas de técnicas, para la creación del estilo único, perfeccionista, oscuro y barroco que le ha hecho mundialmente famoso. Sin renunciar a su pasado, conduce su trazo hacia el expresionismo, sin caer en la extravagancia. Este modo de trabajo llega al paroxismo en los momentos finales de la estancia de Bill Sienkiewicz en la colección, cuando el Caballero Luna se reencuentra con Jack Russell, el hombre lobo en cuya colección nace el héroe. La reinterpretación de la bestia y el dinamismo siniestro de ese cómic rozan la perfección de un artista adelantado a su época.
Bill Sienkiewicz recibió tantos aplausos que Marvel llamó al artista a filas para un nuevo encargo. Recaló en las páginas de Nuevos Mutantes, niña mimada de la editorial, que apostaba el todo por el todo con la incorporación de esta artista puntero. Sin embargo, la acogida de Bill Sienkiewicz en el título de los bebés X no fue tan cálida como esperaba la editorial. No fueron pocas las voces que mostraron queja ante el estilo oscuro y fantasmal del genial dibujante para una colección que, según ellos, era de tono más amable y colorista. Por suerte, el tiempo pone a todo el mundo en su lugar, y esos primeros números de New Mutants están entre lo mejor de la época.
La colección continúa su andadura sin Bill Sienkiewicz, que se queda huérfana de un artista perfecto para esas historias perpetradas por Moench. Incluso el propio guionista abandonaría el barco, lo que condujo al desinterés de los lectores, pérdida de ventas, y, finalmente, el cierre de la cabecera. Por supuesto, con los años el personaje volvería a varios títulos con su nombre en la portada, pero eso es tema para otro momento. Entre los dibujantes de esta etapa final, Kevin Nowlan, otro de los que quitan el hipo. Incluso se diría que intenta mantener cierta coherencia continuista con el trabajo de Bill Sienkiewicz, con un resultado muy interesante pero lejos de la brillantez alcanzada por el artista de Pensilvania. Mención aparte a las portadas de Sienkiewicz, una obra de arte cada una de ellas. Impresionante.
Etapa mítica, imprescindible, obligatoria en tu estantería. Caballero Luna es algo más que título de esos que llevan la etiqueta “de culto”. Es un antes y un después, como tantas otras de aquella maravillosa etapa de Marvel. El trabajo de Doug Moench y Bill Sienkiewicz hace grande al cómic como medio visual y narrativo. A disfrutar de algo único.
Panini finaliza la recuperación del Caballero Luna clásico con la edición de ‘Caballero Luna: Eclipse‘. El tomo recupera los números #16 al #38 de la edición original USA. 720 páginas encuadernadas en tapa dura, se traducen en un imprescindible tomo que podrás encontrar en tu librería favorita al precio de 45 euros.
Doug Moench es una leyenda del cómic USA, curtido en las publicaciones de la editorial Warren en sus inicios profesionales. Encontró su auténtica oportunidad cuando se le ofreció trabajo en Marvel, donde haría época en celebradas etapas al frente de Master of Kung Fu, o Werewolf By Night, donde crearía todo un icono de la editorial: El Caballero Luna. Convencido para fichar por DC por sus desacuerdos con Jim Shooter (editor de Marvel), firma un acuerdo en exclusiva y comienza una celebrada estancia como responsable de las colecciones dedicadas al Caballero Oscuro.
Bill Sienkiewicz es uno de los grandes renovadores del lenguaje visual del cómic. Su estilo mezcla la herencia de los clásicos con técnicas tan extrañas al medio como el collage, aparte de un uso poco común de los juegos de luces, que dan un sentido expresionista a su propuesta. Destacó a principios de los 80 en las páginas de Caballero Luna y Nuevos Mutantes. Llevaría su estilo a cotas de investigación y atrevimiento inéditas en Elektra: sesina, junto a Frank Miller. Su trabajo ha sido influencia fundamental en autores consagrados como Ashley Wood o Dave McKean.
[note]La conclusión de la legendaria etapa de Doug Moench y Bill Sienkiewicz, en la época en la que este alucinante equipo creativo apostaron sin límite alguno por la innovación y el experimento. ¡Una explosión creativa como no se había visto nunca! [/note]