El aplastante calor del verano huele a asfalto casi en ebullición. A noches interminables en las que es imposible dormir. El sudor empapa las sábanas, y tienes la sensación de que te cueces en tus propios jugos. Recuerdas entonces un calor muy lejano, todavía más infernal. El calor de la jungla, metido en tus huesos, exprimiendo cada gota de sudor. La humedad despiadada, el olor a pólvora y muerte. Vietnam queda lejos, pero te has traído la guerra a casa. Tu cabeza es un hervidero, y comprendes que no vas a pegar ojo en toda la noche. Te vistes con tu imponente uniforme de kevlar. Agarras la Göntz 9 y un par de cargadores. El calor agita a las bestias que aprovechan la oscuridad para salir de caza. Y tú eres El Castigador. Tú eres la venganza. Y si eres culpable, estás muerto.
Perdonad el dramatismo con el que he comenzado esta reseña, pero después de la lectura de este tomo no queda más remedio que ponerse un poco intenso. Un rato al lado de Frank Castle es suficiente para caer desarmado ante un mundo sombrío, despiadado, en el que no existe atisbo de pureza. El violento universo de El Castigador, aunque comparte espacio con el de otros héroes de Marvel, nos muestra las cloacas, los rincones a los que muchos de los enmascarados no tienen acceso. Castle mira frente a frente a lo peor del mundo del crimen. No hay villanos pintorescos, ni disfraces coloridos. El mal que afronta este antiguo militar es mucho más real, temible y amenazador. Atrapado en una cruzada sin fin, donde bordea peligrosamente la locura, Frank Castle se ha convertido en uno de los iconos más reconocibles de La Casa de las Ideas por derecho propio.
A finales de los años 80 del siglo XX, El Castigador vivía un momento dulce en cuanto a popularidad. El público había encontrado una vía de escape en la diferencia de Castle respecto a otros héroes al uso. En teoría, estaba del lado de los buenos, pero sus expeditivos métodos le sitúan en las antípodas de los campeones de brillante armadura que pueblan las viñetas de los cómics. La naturaleza de justiciero urbano permitía enfoques más realistas, con capacidad de conexión con lectores acostumbrados al mundo real, repleto de matices de gris. En cierto modo, Castle se anticipaba a los personajes típicos de los 90, ambiguos moralmente y violentos hasta el punto de hacer equilibrios sobre la definición de héroe de cómic.
Carl Potts era uno de los artífices de este éxito. Apostó por la miniserie que convertía a El Castigador en protagonista de su propia cabecera, y posteriormente se encargó de la coordinación de una serie mensual dedicada a este desquiciado justiciero. Potts tenía decenas de ideas para las aventuras de Castle en su andadura como protagonista, pero la serie regular funcionaba muy bien y el editor no quería inmiscuirse en las tareas del equipo creativo al frente que tantas alegrías estaba dando. La solución, una nueva colección aprovechando el gran momento de popularidad de El Castigador.
Como idea, el lanzamiento de una segunda colección no era nada estrambótico, puesto que era de uso común esta clase de maniobras comerciales para sacar rédito a los dulces resultados en venta de tal o cual carácter. Franquicias como Spiderman o X-Men contaban con varios títulos alrededor de la serie principal, así que El Castigador entraba en las ligas mayores con la creación de todo un universo propio en varios títulos. El título de este lanzamiento, ‘El Castigador: Diario de guerra’, en alusión al macabro diario en el que Castle anota sus violentas intervenciones contra el mundo del crimen y que es parte fundamental de la narrativa del personaje.
Diario de guerra nace como historia paralela a la serie original, sin llegar a cruzarse la una con la otra. Aunque el espíritu es el mismo, hay diferencias de matiz entre las dos colecciones que se editaron en esos años. Si El Castigador era extremadamente dura y realista, casi alejada del universo Marvel tradicional, ‘Diario de guerra’ sería algo más ligera, y contaría con la presencia de pesos pesados del plantel de figuras de la editorial (Daredevil, Lobezno y Spiderman hacen sus apariciones estelares). No se pierde el aroma callejero, ni la esencia del personaje como rara avis dentro del panorama heroico, pero la idea de Potts era acercarse a la figura de Castle desde una perspectiva diferente.
El concepto que manejaba el guionista en ‘Diario de guerra’ era la naturaleza del propio Castigador como ser atormentado por sus fantasmas. El término Castigador se aplicaba hasta el momento como sinónimo de venganza contra los criminales que asesinaron a su familia. Potts (y Mike Baron en la colección principal), buscaba ahondar en el alma de Castle, extendiendo ese apodo a la lucha interna que mantenía consigo mismo. Para estos autores, el castigo de Castle se puede extrapolar a la penitencia a la que se somete a si mismo. La condena es también para él. Se somete al dolor extremo, al peligro de muerte, a heridas y contusiones que, para los guionistas de aquella época, indican expiación, producto de la culpabilidad por no haber ayudado a su familia. El hombre que sobrevivió al infierno de Vietnam no sobrevivió a su vuelta a casa.
En origen, El Castigador partía de las películas de justicieros urbanos al estilo Charles Bronson que tanto predicamento tuvieron en los años 70. Esta segunda oleada de popularidad en la que se enmarca ‘Diario de Guerra’ se debe en gran medida a la llegada a los cines de Rambo y sus secuelas, personaje que comparte rasgos con Castle. Digamos que cada uno de ellos representa dos caras del duro regreso a casa de unos combatientes que no fueron recibidos, precisamente, como héroes. Vietnam significó un duro despertar para Estados Unidos, golpe en la línea de flotación en un país que se creía invencible.
Los veteranos de una guerra vergonzosa fueron lanzados a la realidad de la población que prefería mirar hacia otro lado tras el fiasco. El caso de Castle es el más dramático. Tenía un hogar al que volver, y por eso la locura de Vietnam queda en el pasado. Pero la pérdida de sus seres queridos rompe los vínculos con la sociedad civil. El soldado, el superviviente, el asesino, encuentra el camino para destruir al hombre de familia y desatar la venganza.
El apartado de guión es más que interesante, con la presencia constante de la voz de Castle. La prosa de Potts recuerda al estilo de Frank Miller (aunque el de este último es mucho más rudo y eficaz), seco como un puñetazo, construido a base de frases cortas que parecen sacadas de la serie negra más clásica. Pero vamos con lo que realmente ha hecho de ‘El castigador: Diario de guerra’, un clásico. Para eso, tenemos un nombre propio: Jim Lee
Carl Potts, como editor, destacó en el descubrimiento de nuevos talentos. Uno de esos jóvenes a la búsqueda de una oportunidad era una futura estrella, que cambiaría las formas del cómic americano como cabeza visible de una generación única. Potts había dado el primer trabajo profesional a Lee en las páginas de ‘Alpha Flight’, y no dudó en llamar al talentoso dibujante para retocar y entintar los lápices del propio Potts. Pasados apenas unos números, el guionista se dio cuenta de las posibilidades del expresivo estilo del emergente artista, y le dio el protagonismo absoluto en el aspecto gráfico. Y empieza la fiesta. A estas alturas, se han vertido ríos de tinta sobre el dinámico y descarado Jim Lee a los lápices. Para lo bueno y para lo malo, claro.
En estas páginas asistimos al nacimiento de la leyenda, que número a número gana confianza, se atreve con más, rompe las fronteras establecidas de la narración secuencial. Lee es acción pura en las páginas de El Castigador, una fuente continua de manejo de la anatomía de los personajes, de puntos de vista, de expresividad, del uso de contrastes entre luces y sombras. El atrevimiento de un chaval que recogía influencias de lo más variado para dar al lector algo único, novedoso, el camino a seguir para los años venideros.
Lee acabó reclutado para la franquicia X-Men, el caramelo más jugoso de entonces. El resto es leyenda, parte de la historia de Marvel, del cómic en general. En ‘Diario de guerra’ vemos los primeros pasos de un gigante que hizo de las páginas de El castigador un campo de experimentación gráfica, en la que vemos a un dibujante que se divierte de lo lindo en el tablero de dibujo.
Un pequeño clásico, hijo de una época en la que se avecinaban cambios, y en cierto modo, hasta valiente. No tenía ningún problema en acusar, por ejemplo, al gobierno de Estados Unidos de participar en operaciones de tráfico de droga para financiar guerrillas anti comunistas, entre otros pecados de la gran potencia militar. Eso sí, algunas historias no han pasado con tanta entereza el paso del tiempo, y la marcha de Lee dejó a la colección un tanto coja con dibujantes sustitutos muy lejos de la potencia visual de esta reconocida estrella del noveno arte. En todo caso, acción a raudales y ganas de marcar la diferencia dejan para el recuerdo un cómic de mucha personalidad. Entretenimiento puro y duro.
‘El Castigador: Diario de guerra’ es un tomo publicado por Panini, enmarcado en su colección Marvel Héroes. Esto se traduce en un tomo encuadernado en tapa dura con 632 páginas. Incluye como extras artículos explicativos acerca de la génesis de esta colección y muestras del arte de Jim Lee. Recopila los 24 primeros números de la serie original Punisher: War Journal, y lo puedes encontrar en tu librería favorita al precio recomendado de 39,95 euros.
Carl Potts
Potts es todo un veterano de la escena del cómic americano, que comenzó su carrera a mediados de los años 70. Formó parte del estudio de Neal Adams antes de su entrada en Marvel como editor. En el Bullpen, consolidó a El Castigador como personaje capaz de protagonizar su propia serie, además de descubrir a estrellas del dibujo como Jim Lee o Scott Williams. Tras una larga carrera en el mundo de la viñeta, en la actualidad se dedica a la consultora de empresas relacionadas con el entretenimiento.
Jim Lee
Nacido en Corea del Sur, su familia se traslada a la costa oeste de Estados Unidos cuando Lee era muy pequeño. Empezó a estudiar medicina, pero su talento para el dibujo llamó la atención de los editores, que le dan su primera oportunidad en Alpha Flight. Su paso por El Castigador: Diario de guerra, consolida a Lee como uno de los jóvenes talentos con mayor proyección de La Casa de las Ideas. Pronto es llamado a filas para hacerse cargo de los lápices de The Uncanny X-Men, y es entonces cuando alcanza el estatus de estrella.
A mediados de los 90 protagoniza uno de los episodios definitorios de la industria del cómic, cuando, junto con otras estrellas de Marvel, organizan una sonada espantada que desembocaría en la creación de la editorial Image. Con los derechos de autor como problema de fondo, en su propio sello crea personajes como W.I.L.D Cats.
A pesar de los desencuentros, Lee volvería a colaborar con Marvel, y tras la venta de su estudio Wildstorm a DC, el famoso dibujante ha formado parte del equipo de editores de la editorial, además de hacerse cargo de etapas de personajes míticos como Batman y Superman.
[note]Contiene Punisher War Journal 1-24 USA
La brillante etapa de Carl Potts y Jim Lee al frente de la segunda colección abierta de la que gozara Frank Castle. Si eres un jefe mafioso, un asesino a sueldo o un mero matón, un día acabarás en el Diario de Guerra de El Castigador. Mientras Frank sigue con su misión, se cruzará en el camino de algunos de los más importantes héroes del Universo Marvel, como Spiderman, Daredevil, Lobezno y muchos más. [/note]