Tras una espera no tan larga como la que tuvimos con sufrir con ‘Spider-Man: Homecoming’ (unas tres semanas de retraso), llega a nuestras pantallas la nueva versión del mítico Rey Arturo y (casi) todo lo que ello conlleva.
Guy Ritchie (‘Operación U.N.C.L.E.‘, las películas de Sherlock Holmes, ‘Snatch: Cerdos y diamantes‘) aporta su peculiar estilo a esta aventura, protagonizada por Charlie Hunnam.
Cuando asesinan al padre del joven Arturo, su tío, Vortigern (Jude Law) asciende al trono. Arturo, al que han robado su derecho de nacimiento y que no tiene la menor idea de quién es en realidad, sobrevive en los callejones de la ciudad. Sin embargo, cuando saca la espada de la roca, su vida se revoluciona y no le queda más remedio que aceptar su verdadero origen.
Junto con Hunnam (‘Hijos de la anarquía‘) y Jude Law (‘Cold Mountain‘, ‘El talento de Mr. Ripley‘), comparten cartel Astrid Bergès-Frisbey (‘Piratas del Caribe: En mareas misteriosas‘), Djimon Hounsou (‘Diamante de sangre‘, ‘En América‘), Aidan Gillen (‘Juego de tronos‘) y Eric Bana (‘Hulk‘, ‘Star Trek‘, ‘Troya‘).
Guy Ritchie ha dirigido el largometraje a partir de un guion de Joby Harold y el propio Ritchie & Lionel Wigram, y una historia de David Dobkin y Joby Harold, siguiendo el típico viaje del héroe desde la pérdida de sus privilegios, pasando por lo más bajo (lo que le construirá un fuerte carácter) para llegar a recuperar su lugar.
El director tiene como objetivo reciclar la historia de Arturo como hiciera hace casi 10 años con el personaje del siglo XIX Sherlock Holmes (del cual ya se está trabajando en la tercera entrega), pero no lo ha conseguido esta vez debido a varios problemas de los que hablaremos a continuación.
Pasaremos por alto la falta de rigor con la leyenda original y las licencias caprichosas, ya que no hace falta ser exhaustivamente correcto con la versión más popular para realizar una buena versión. El verdadero problema de ‘Rey Arturo: La leyenda de Excálibur’ es triple: su guión desaprovechado, sus personajes sin carisma y su montaje pretenciosamente aparatoso.
Si empezamos por el guión (pilar fundamental de toda obra según el que esto escribe), nos encontramos con una historia que pronto se disuelve en demasiadas líneas argumentales paralelas a las que no da un final coherente: la maga sin nombre interpretada por Astrid Bergès-Frisbey que solo se utiliza cuando al guion le viene bien, apareciendo y desapareciendo caprichosamente, utilizada como un Deus Ex-Machina; ese “club de lucha” de Londinium del que nos van mostrando información para, después, olvidarse completamente de ellos como individuos; etc.
En cuanto a los personajes, la inmensa mayoría son estereotipos que dictan trillados diálogos, y cuyos actores hacen lo que pueden ante el desaguisado que han escrito los cinco guionistas. Con algunos de los componentes de esta “alegre pandilla” más propia de Robin Hood que de Arturo, incluso llegamos a simpatizar, pero poco más. Eric Bana impone con su presencia el poco tiempo que aparece; Jude Law parece estar muy a gusto con su maléfico y pérfido personaje. El resto son clichés con tramas mal o nulamente desarrolladas y, normalmente, anecdóticas.
Charlie Hunman logra hacernos ver este joven Arturo criado en la calles, chulesco y confiado (repito, muy al estilo de Robin Hood) con un look tal vez demasiado moderno pero funcional y que era el objetivo de sus principales responsables. Precisamente su paso de niño a adulto es una muestra perfecta de lo que Ritchie pretende (o es capaz de hacer): un vertiginoso montaje, con planos cortos y rápidos movimientos de cámara acompañados de música convulsa.
Y éste es el tercer problema de la película: un montaje supuestamente caótico, dando saltos temporales adelante y atrás, con el único objetivo de lograr un alto nivel de “molonidad” y modernidad, porque no sirven para nada en el desarrollo de la historia ni en lo que se está contando. Por suerte, esta parefernalia puramente visual y superficial se limita a la primera parte de la cinta.
Porque tras un inicio espectacular de un asalto a Camelot, donde se nos promete una épica historia y, a pesar de algunos excesos mágicos, esperamos un buen espectáculo, la historia pierde fuelle y fuerza narrativa, negando al espectador un buen espectáculo, lo que también se traduce en los escenarios y la puesta en escena, cada vez más pobres y casi chapuceros.
En resumen, mucha pirotecnia pero de baratillo, un intento de modernizar al mito artúrico fallido y que mucho me temo, abortará las intenciones de estudio de crear una saga de películas.