La magia, el misterio, se cuela en ocasiones en la gris realidad. La historia que nos presentan Pierre Makyo y el artista Eugenio Sicomoro no trata exactamente de temas esotéricos, pero sí que rodean la trama con cierto aura fastasmagórico, donde los ecos del otro lado parecen reflejarse en el plomizo ambiente rural en el que se desarrollan los hechos. ‘La puerta al Cielo’ es una obra de sensaciones, emociones extirpadas del día a día, armada de una eficaz mezcla entre el realismo por bandera y el entorno neblinoso de la Francia rural, repleta de recuerdos del pasado lejano y mágico de la mitología celta.
‘La puerta al Cielo’ narra la peripecia de Manu, Julie y Anna, tres adolescentes que tienen, a su corta edad, un buen bagaje sobre las espaldas. A pesar de su corta edad, han sufrido el abandono, el desprecio o el abuso de las personas más cercanas de su entorno. Tanto es así que en su centro educativo son conocidas como las japonesas, porque las tres han experimentado un intento de suicidio.
Cansadas de la inevitable rutina, deciden escapar. Encuentran refugio en una granja abandonada, que esconde misterios del pasado mágico de la región. En la bodega de la casa encuentran un antiguo menhir coronado con la inscripción ‘La puerta al Cielo’. Y es que, según cuenta la leyenda, la milenaria piedra es un portal por el cual comunicarse con los muertos.
Con estos elementos, Makyo establece el tono melancólico y triste que protagoniza la acción, aderezado por las pinceladas de fantasía, por la presencia fantasmal de la misteriosa piedra. En realidad, el elemento mágico no es en absoluto protagonista de ‘La puerta al Cielo’. Es una pieza fundamental para establecer la identidad de la obra, pero el contenido real que sustenta la trama tiene anclaje en el realismo, encarnado en unos personajes víctimas de diferentes encontronazos con la vida, de esos que dejan secuelas para siempre.
‘La puerta al Cielo’ es, en realidad, una historia de crimen sin resolver, de hechos sin resolver que cobran fuerza en el presente por la aparición de las tres jóvenes en un escenario donde se respira la tensión, el peso de esas heridas no cerradas. Lo que comienza como una historia de búsqueda, de camino iniciático para las protagonistas, cobre tintes de serie negra al entrar en contacto con la realidad rural del lugar. La aparente calma que reina en este paraje abandonado por el tiempo esconde obsesiones, pecados y oscuridad surgida de la profundidad del alma humana.
Los temas tratados en ‘La puerta al Cielo’ conforman un viaje por los miedos que atenazan al común de los mortales. Las tres adolescentes protagonistas se enfrentan a un duro camino hacia la madurez, obligadas por las circunstancias vitales a crecer más rápido de lo que deberían. La incertidumbre sobre el futuro es una nimiedad ante el brutal presente, que da como resultado a tres jóvenes que viven con la sensación de no tener nada que perder. A pesar de eso, todavía muestran la inevitable inocencia de la edad. Cada una de ellas es diferente, y los choques entre caracteres son la nota predominante en su relación, pero ese contacto con el lado más duro de la adolescencia es un nexo de unión demasiado poderoso, que encadena su destino en el camino hacia ninguna parte que emprenden.
El guión de Makyo tiene su punto fuerte en el poderoso contexto que envuelve el desarrollo de la historia. La recreación del opresivo y siniestro microuniverso rural, mezclado con la onírica presencia de lo inexplicable, envuelve al lector en la niebla fantasmal de las pesadillas del pasado. El escritor completa su propuesta con pocos personajes y espacios muy determinados, y lo cierto es que no necesita mucho más. Los secundarios tienen fuerza suficiente como para credibilidad al relato, puesto que no son seres especiales, ni personalidades arrolladoras. Son tan normales que la ruptura con esa rutina marcó de manera rotunda el resto de sus vidas.
A pesar de eso, hay cosas en el acabado literario de ‘La puerta al Cielo’ que no me acaban de convencer. Hay diálogos que me resultan un tanto forzados, sobre todo en las conversaciones que tienen las tres chicas. Me resulta difícil creer que las adolescentes hablan de esa manera. Eso estropea un poco la buena construcción de ambientes o el más que correcto modo de definir a los personajes.
Sin duda, el gran aliciente de este volumen es el genial trabajo de Sicomoro. Las intenciones de Makyo encuentran la ejecución perfecta en el trabajo de este dibujante tan personal. El dibujo de Sicomoro se basa en la sencillez, en la definición neblinosa de personajes y lugares, gracias al brumoso difuminado, sutil y preciosista. En el rostro de sus personajes, el artista plasma las sensaciones humanas que experimentan, y transforma los escenarios en parte indispensable de la narración. Los paisajes grises, otoñales, de vacío y árboles desnudos, son compañeros de los silencios, que nos invitan a imaginar como lectores los pasos de los protagonistas sobre los caminos llenos de hojas caídas.
De fondo, la voz de los que ya no están. No hablamos de fantasmas, o entidades sobrenaturales. Los autores transmiten más bien nostalgia, pérdida, y ausencia. A pesar de esa piedra fantasmal, de sus promesas fantásticas, las emociones que se viven en ‘La puerta al Cielo’ son muy humanas.
‘La puerta al Cielo’ llega a las librerías españolas en forma de volumen integral. Norma editorial publica un lujoso ejemplar, con el buen gusto que caracteriza las ediciones de cómic europeo de este sello. A todo color y con gran calidad de papel, en su interior os esperan 112 páginas. El precio recomendado es de 23 euros.
Eugenio Sicomoro
El dibujante italiano Sicomoro comenzó su carrera a finales de los años 70 en el mercado italiano. El siguiente paso fue el salto al mercado franco belga, en publicaciones legendarias como Pilote. En los últimos tiempos ha regresado al mercado de su país de origen, al cargo de las aventuras de ‘Viento Mágico’ para Bonelli.
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LA VOZ DE LOS MUERTOS RESUENA A TRAVÉS DE LAS PAREDES. UN THRILLER QUE AHOGA.
Huyendo de la violencia doméstica y la soledad urbana, Manu, Julie y Anna, tres menores de edad con tendencias suicidas, se refugian en una casa en el bosque. Al fondo de la bodega hay un menhir con la inscripción ‘‘Puerta al Cielo”. Este es el lugar donde se puede hablar con los muertos…
Pierre Makyo (El país del fin del mundo) y Eugenio Sicomoro nos regalan un thriller con tintes fantásticos ambientado en la campiña francesa, un ambiente cerrado en el que nada es lo que parece. Un rompecabezas que se va resolviendo gradualmente y que gira en torno a temas eternos como el vacío existencial, la ausencia y la soledad compartida.[/note]