A pesar de haber conseguido una nominación al Oscar y el reconocimiento de la crítica, 12 monos no está entre sus películas favoritas
En 1996, Brad Pitt obtuvo su primera nominación al Oscar por su vistoso papel de Jeffrey Goines, un niño rico desquiciado, en 12 Monos, del director Terry Gilliam. Dada la importancia del papel en su carrera, es de esperar que Pitt tenga un cariño especial por su interpretación en lo que ahora se considera un clásico de la ciencia ficción. Resulta que no es el mayor fan de su trabajo en esa película.
Basada en el brillante cortometraje de Chris Marker, La Jetée, 12 Monos es un deprimente rompecabezas sobre un hombre de un futuro postapocalíptico (Bruce Willis) que intenta localizar al creador del virus que acabará con la gran mayoría de la población de la Tierra. Al llegar seis años antes de lo previsto, el viajero del tiempo es internado rápidamente en una institución mental donde conoce a Goines, de quien pronto descubriremos que es el hijo de un virólogo ganador del Premio Nobel (Christopher Plummer).
Goines es un excéntrico bocazas y rebelde que sabe lo suficiente como para ser realmente peligroso. Cuando parece tomarse al pie de la letra la observación lanzada por Willis sobre la eliminación de la raza humana, creemos que Goines va a ser el artífice del colapso de la humanidad.
Pitt recurre por completo a las actitudes absurdas y extravagantes desde su primera aparición en 12 Monos, especialmente en la escena en la que muestra a Willis el manicomio (este despliegue interpretativo tan importante probablemente fue el que le valió la nominación al Oscar). Cuando Willis se pone al día con Goines seis años después de su liberación, este sigue siendo un bicho raro, pero ahora hace el papel de hijo obediente y relativamente cuerdo. Sin embargo, se trata de una farsa y, en una entrevista con The New York Times, Pitt confesó que cometió un error al intentar transmitir este engaño:
“Clavé la primera mitad de 12 Monos, pero la segunda mitad la hice mal. Esa actuación me molestó porque había una trampa en la forma en que estaba escrito el personaje. No es culpa del guion, pero había algo que no podía entender. Sabía que en la segunda mitad de la película debía estar interpretando el artificio de lo que era real en la primera mitad -hasta la última escena- y eso me fastidiaba muchísimo”.
El actor no da más detalles, pero parece que habría moderado la energía maníaca, en particular las gesticulaciones salvajes de las manos, durante las interacciones de la segunda parte con sus cohortes ecoterroristas. Su Goines se convierte en una figura mucho menos interesante en la recta final, pero esto se debe a que -¡alerta de spoiler! – en realidad no tiene nada que ver con la propagación del virus. Su gran plan es relativamente inocuo y maravilloso: desenjaular a todos los animales del zoo de Filadelfia y soltarlos entre el público, creando una de las imágenes más ensoñadoras de la película.
Si Pitt sintió que tenía que reducir la intensidad, Gilliam merece parte de la culpa por no reconocerlo y llevar a su actor en esa dirección. Pero, en realidad, la trampa de la escritura es que Goines deja de ser interesante en un determinado momento. Si no se reescribía el guion, Pitt no podía hacer nada al respecto. Aún así, 12 monos es una de las mejores películas de ciencia ficción de las últimas décadas y la actuación de Brad Pitt (al menos en su primera mitad) es de las que no deja indiferente a los espectadores.