En vista del cierre de su season 2, descubramos lo nuevo de La Casa Búho, entre esto, a la pareja del año: Luz y Amity
Como se dijo en cierta ocasión para No Sé Qué Ver, La Casa Búho es de esas obras con potencial… muchísimo potencial. Y esta temporada no sería la excepción.
Durante el pasar de los capítulos se verían las nuevas complicaciones para la Dama Búho (Eda), así como el crecimiento de su protagonista como bruja; también se vislumbró la aparición de personajes como Hunter y la verdadera identidad del Emperador Belos. Pero de todos los sucesos que sacudieron a los espectadores, hubo uno que marcaría tendencia: el romance entre Luz y Amity. Por ello, estas líneas serán dedicadas a su romance, el cual, con inocencia y pasión, estalló la euforia de su público; y qué mejor forma de comenzar que con el crecimiento de nuestra querida “batatita”.
Analizamos el amor entre Luz y Amity en la Casa Búho
Amity Blight es el resultado de inculcar el elitismo en los niños, igual que Draco Malfoy en Harry Potter (Rowling, 1997). La primera aparición de su personaje ocurre cuando Luz encuentra la escuela de Hexside, y actúa como una presumida frente a su compañera de curso. Sin embargo, dicha actitud no es más que la coraza para aquellas inseguridades que Amity tanto acarrea; Terrace no vacila en señalarlo.
Algo interesante de esta premisa es el papel que Luz cumple para con Amity; después de todo, en palabras de la misma, Luz puso “de cabeza su mundo”, el mismo que no era más que el pesar de una niña reprimida, socavada por las altas expectativas de su familia. Asimismo, la aparición de Luz puso en la mesa un sentimiento que Amity nunca antes experimentó: el afecto incondicional. No hay que olvidar que la joven Blight estaba acostumbrada a ser tratada por otros solo por su apellido, jamás por ser ella misma.
De esa forma, Luz le mostró a la pequeña “manoplas” que el amor no tiene condiciones, y que ella misma puede amar de esa manera. A esto se suma, cómo Blight se fue volviendo más auténtica, enmendando viejas amistades y formando nuevas. Hasta el color de su cabello resalta este cambio en su vida, cambio más que beneficioso, partiendo por ser ella, y no su madre, quien escogió el tinte.
El avance de su relación
Lo gracioso de este romance es lo pudoroso que se demuestra, ideal para personajes que no deben tener más de doce años.
Es sabido que el romance suele dejarse como un mero decorado, o bien, es pospuesto en la trama hasta volverse insípido, como pasó con Star vs Las Fuerzas del Mal, o Miraculous; por suerte, este no fue el caso. Terrace, a lo largo de su historia, aprovechó este enamoramiento, así como el lenguaje corporal de Amity, para comunicarnos los cambios que experimentaba, y así, entablar un desafío para su personaje.
Esto mismo ocurre con Luz, cuya relación con Amity sacó a la palestra uno de sus principales defectos: no saber medirse con los demás. Dicha problemática tiende a ponerla en la cuerda floja cada vez que interactúa con ella, más considerando cada trifulca en que ambas acabaron metidas.
Uno de los momentos que más enfatiza este defecto yace en su paseo por el Túnel del Amor. Aquí, todo resultaría muy placentero para Amity, pero Luz, en su imprudencia, arruina por temor a verse mal frente a su musa. Afortunadamente, la determinación que demuestran la una por la otra se vuelve la fuerza que necesitan para resolver cada problema (como este), culminando su conexión en momentos sumamente intensos, que, sin decir mucho, te revelan todo.
Otro ejemplo de esta determinación, y de cómo resuelven sus problemas juntas viene del baile del Groom, donde Luz suple a Amity en su lucha contra la bestia (temporada 1), acción que repetiría en la exposición de la Casa Blight (temporada 2). Este último acto le da un mayor peso a la intromisión de Amity en dicho mitin, coronando la escena con aquel: “¡Aléjate de mi Luz!”. Así, la joven Blight no solo devuelve la mano a su amada, también se desprende de aquellos tapujos, aprendiendo a actuar con autonomía y seguridad. Luz, por su parte, aprende responsabilizarse de sus actos, reafirmando, además, los lazos con sus seres queridos.
Fuente: Youtube.com (2021)
Una escritora con alevosía
Retomando casos como Star y Marco, o Adrian y Marinette, lo mejor de Terrace es lo concreto de su escritura, planteando su romance y zanjándolo de una vez. Sí, es cierto que declararse causa temor, más cuando eres pequeño; ergo, ahí es cuando la destreza de un autor debe brillar, para volver dicha inquietud una pregunta, y el arco de su narrar, la respuesta. Tantas historias que abusan de prolongar el suspenso, cuando todo puede resumirse en un: “Amity Blight, ¿saldrías conmigo?”. Una radical diferencia.
Cabe destacar, cómo Terrace recuerda al público lo siguiente: una cosa es declararte y otra es mantenerte. La segunda mitad de la temporada puso a prueba a las niñas, principalmente en la confianza que se tienen. Amity tuvo que cuestionar qué tan incondicional es el amor de Luz, a la vez que afrontaba las secuelas de crecer en una familia sobre-exigente. Luz, por su parte, en su deseo de no ser una carga para nadie, le oculta sus pesares a Amity, incluso cuando estos la desmoronan. Al menos, la comunicación es una pieza clave para que ambas superen estos dilemas, justo como se aprecia durante las luchas en Huesosburgo.
Algunos dicen que escribir romance es difícil, pero líneas como las de Terrace confirman lo contrario. Se requiere voluntad. Sí, también realismo, pero si un autor solo estará tentando a su público sin ir más allá de un “hola”, mejor que no escriban nada.
Y esto es lo mejor de este idilio, porque, habiendo tantos casos en que las relaciones no son más que carnada para espectadores, el amor de estas palomitas es una historia con su propia dimensión, más aún con una autora que realmente se toma en serio su propuesta, que le dedica tiempo, complicaciones, volviéndola una instancia que saca lo mejor de sus personajes. Qué más podrías pedir, no solo de una gran historia, sino que de una gran escritora. Esperemos que la siguiente temporada siga siendo igual de firme.
