Pokémon Espada y Escudo causa euforia tras el reciente triunfo de Ash, homenajeando además a Alola con su Técnica Z. Pero, ¿por qué Alola?
Es sabido que el protagonista de la serie Pokémon ha vivido incontables experiencias. Las que más dejarían su marca serían las vividas en Kalos, y aun con eso, el querido “Mostaza” parece enmarcar dónde yace su inflexión.
La Liga de Alola, perteneciente a Pokémon Sol y Luna, fue la cúlmine de una saga no exenta de polémicas. Inició para el Fandom con la herida de Kalos todavía expuesta, sumado al radical cambio en su arte, que muchos olvidaron cómo recapturaba los tintes cómicos de Atrápalos Ya (1997); sin mencionar que, por primera vez, abordaría a la “Escuela de Entrenadores”, punto que más de algún jugador ni se molestó en revisar durante sus partidas (niéguenlo).
Alola fue un proceso de cambios, así como una reconexión con la naturaleza de Ash como entrenador. Estos mismos serían reflejados en aquel evento, que el 15 de septiembre de 2019 coronaría al “Mostaza” como su campeón. ¿A qué apunta esta observación? Simple.
La simpleza del formato que hizo destacar a Alola
Algo por lo que resaltó el estudio a cargo de Sol y Luna fue por aprender de los errores de XYZ. Para empezar, convertir la fase de grupos en un Battle Royale, y dejar solo a los que lograsen mantenerse en pie, fue innovador y atractivo. Es cierto que la fase de grupos solía emular la cadencia vista frente al Alto Mando (o Élite Cuatro); pero el cambio de presentación fue más que grato, le dio identidad al evento, así como mayor vista a sus participantes.
Una de las críticas más comunes hacia la Liga Pokémon, como arco, sin deseos de exagerar, es que su ejecución se asemeja a la audiencia durante la UEFA Champions League; a nadie le importa la fase preliminar, y el caso de Pokémon, se aprecia en el relato. Es decir, los contrincantes durante el torneo, sin contar al rival de turno, son “esponjas de daño” descartables; dicha irrelevancia llega al grado de que, en una ocasión en Kalos, un contendiente cae de un solo golpe y a nadie parece afectarle, pues la prioridad es ver al “Mostaza” en la final.
En un formato como este (y considerando temas como el presupuesto de los episodios), los personajes actúan en pantalla de forma equitativa; además que el espacio permitió el regreso de personajes con los que varios tenían asperezas, siendo la ocasión ideal para saldar cuentas. Asimismo, la segunda ronda en plan Uno vs. Uno elevó la tensión por las nubes, pues solo había una oportunidad, y no podían desaprovecharla.
Las batallas como un medio de desarrollo
Otro aspecto por la que la Liga de Alola es tan sobresaliente yace en cómo sus batallas se volvieron un medio de desarrollo para sus personajes. Ejemplos como Lillie y Mallow, quienes en la serie se caracterizaron por su pasividad, destacaron durante el certamen por su valía y confianza en su Pokémon. Lillie dejó de comportarse como una niña asustadiza y afrontó a su hermano sin echar pie atrás; Mallow, por su parte, entendió que ser amable no implica ceder siempre, y que si en verdad desea algo en la vida, debe tomarlo sin titubear.
Algo similar ocurrió con Sófocles, el genio que siempre quiso ir a la par con Ash y Kiawe. Este muchacho hizo frente a un Pokémon de tipo Fuego usando solo a su Insecto, junto con su astucia y electrizante coraje. Quizás el Destino no le sonreiría, pero ahí estuvo, poniendo en aprietos al “Fuego de Akala”.
Otro caso que resalta es el de Guzma, el líder del Equipo Skull. Este personaje es lo que Gary Oak sería si lo hubieran aterrizado: un soberbio incapaz de ver sus defectos como entrenador, motivo por el que siempre estuvo a la sombra del profesor Kukui.
Cuando entró en la Liga, su principal objetivo fue probar su poderío. Durante las batallas se demostró tan implacable como poco noble pero luego de enfrentar a nuestro protagonista, su careta se cayó; toda esa fuerza, toda esa arrogancia, no era más que la fachada de un ego frágil, temeroso de no ser respetado por sus pares. Esta experiencia lo haría más humilde, a la vez que más seguro, y aunque no ganó el duelo, descubrió lo mucho que su grupo lo admiraba, no por su fuerza, sino por quién es.
La Final de la Liga Alola y el cierre de un ciclo
Ahora, ya que hablamos del rival de turno, hablemos de la Final. ¿Cuántos no esperaron, desde 1997, que el “Mostaza” levantara ese trofeo?
El duelo contra Gladio puede que no sea de otro mundo; es el entrenador más fuerte del lugar, con una carga muy pesada a causa de eventos pasados. Sin embargo, su plot apeló a lo desarrollado con Alain: un conflicto secundario que convergería con el protagonista llegada a esta instancia.
El clímax de la pelea fue la lucha entre los Lycanrocs, duelo que relució por esta dicotomía “maestro-estudiante”. Además que la lucha entre ambos Pokémon retrató la mayor fortaleza de los tipo Roca: su resistencia. Que se resolviera en un Combate Cerrado, con ambos reventando el estadio con sus mejores ataques, demostró el nivel de crecimiento entre ambos rivales, quienes no estaban dispuestos a ceder. Del mismo modo, Ash recordó a la audiencia lo duro que se volvió durante su recorrido, y esta vez, sin importar cómo, culminaría con la corona. ¿Cómo no sentirnos orgullosos luego de ese aplauso en la galería?
El principal problema de Pokémon, como franquicia, era lo apegada que estaba al Status Quo de su universo; no urgía un cambio, ya que el objetivo de la serie es, y será, promocionar el juego. De Kalos en adelante se intentó romper con la fórmula, pero Alola dio un paso más allá; la Liga no solo fue el Leven Final y el Game Over para pasar al otro juego, fue esa etapa de síntesis que retrató todo lo aprendido, y no solo por el “Mostaza”. También fue el momento para trazar nuevas metas, justificando el motivo para ir a una nueva región.
Asimismo, como se dijo anteriormente, la instancia fue un espacio en que concluir tramas. Litten, ahora Torracat, demostraría que aun tiene mucho por vivir, haciendo sentir orgulloso al Pokémon que fue como su padre. Rowlet, el dormilón por el que nadie daba un veinte, destacó por su osadía en Combate Aéreo. Pikachu, por su parte, reforzaría el lazo con su entrenador, concluyendo en esa lucha contra Tapu Koko, poniéndolo a la altura de un Legendario.
Y esta es la razón por la que destaca Alola, pues luego de tantos años vagando en círculos, Ash, Pikachu, y Pokémon en sí, se decidieron en concluir el viaje de su héroe. Ya no es Sísifo cargando la misma roca para luego caer al risco, es un entrenador hecho y derecho que va a la par con los suyos, cambia y crece; demuestra lo aprendido y lo aplica. Importante detalle ante lo demostrado en Galard, además. Esperemos que esta última fase continúe esa línea.