En recuerdo de Themo Lobos, se rescatan los puntos más fuertes de su relato ambientado en Rapa Nui, con Ogú y Mampato enfrentándose a los Arikis
En 1978, el dibujante chileno Themo Lobos publicaría “Mampato: Mata-ki-te-rangui”. Su historia relata el viaje de Mampato, el portador del Cinto Espacio-temporal, hacia la isla de Rapa Nui, siendo parte del pronunciamiento de su gente contra el abuso de los Arikis.
La historia de este explorador causó tal revuelo, que en el año 2002 se llevarían sus páginas a la Gran Pantalla. El proyecto estaría a cargo de Alejandro Rojas, de la Universidad Católica de Chile; también participarían reconocidas voces del doblaje latino, tales como Mario Castañeda o Marina Huerta. Pero esta pieza no es solo sus rostros, y a veinte años de su estreno, lo reafirma.
Analizando la película de Ogú y Mampato en Rapa Nui
Mampato es un niño que recibió, como regalo de un viajero del espacio por ayudar a su pueblo, un cinturón especial que le permite viajar entre tiempo y espacio. En sus aventuras es acompañado por un cavernícola llamado Ogú, de la tribu de los Gola Golas; un grandulón bueno para el combo, pero de corazón de oro.
En esta ocasión, el padre de Mampato ha llegado a casa con un moai Kava Kava, regalo de un colega de Rapa Nui. Su regalo puso en la cena una charla sobre los moais, y cómo los rapanui lograban trasladar semejantes monolitos; el interés del niño es tal, que decide usar su cinto para descubrirlo él mismo.
Algo interesante de este Primer Acto es cómo mezcla el dibujo 2D con el primitivo CGI de los 2000, creando un efecto único. Si el uso de CGI en el anime inserta un modelo sobrepuesto a un fondo 2D, quedando fuera de lugar, esta cinta logra lo contrario: sobrepone el dibujo en un fondo digital, lo que da la sensación de contemplar las genuinas páginas de un cómic, pero con sus personajes en vida. Ni Toei Animation con Dragon Ball Súper – Súper Hero logró esta proeza.
Cabe decir, el uso de modelos 3D permitieron a los artilugios tecnológicos sentirse más realistas, así como innovadores. Una vibra similar a historias como Star Wars, que, con poco, hacía una fortuna. Se aprecia la energía que esta máquina irradia y su atmósfera capta lo que sería experimentar con tan avanzado elemento.
Un régimen autoritario y pueblo que lucha por su libertad
Ahora, en lo que respecta a su conflicto, un tropo recurrente en las piezas de Lobos es la lucha de los oprimidos contra los déspotas; en esta obra, los habitantes de Rapa Nui contra el abuso de una casta oligarca conocida como “los Arikis”. En el cómic se trataba de todo un grupo de élite, mientras que en la cinta lo redujeron a un “Gran Ariki” (rey), junto a un “joven Ariki” (príncipe).
La labor de estos Arikis es regir y organizar los ritos religiosos del pueblo, como la llegada del manutara o el cumplimento de los Tapus (leyes sagradas). También se les señala como los maestros del Mana, la fuerza espiritual que da vida a la isla y a su gente.
A propósito, la idea del Mana, así como este enfoque espiritual, se contrapone constantemente con los preceptos de su protagonista, que tiende a explicar todo desde un punto de vista racional. Un ejemplo es la escena donde Ogú le muestra a Mampato al “Hombre-Palo”, el guardián de su tribu, y el niño niega las virtudes del ser, argumentando que aleja a los osos debido a que les obstruye el paso a las cavernas. Dichos dogmas se quiebran cuando él mismo contempla la fuerza del Mana y cómo lo utilizan en el levantamiento de los moais.
Pero ahora, volviendo a los Arikis, Lobos retrata en ellos la figura de los monarcas absolutistas, como Luis XIV y compañía; su palabra es ley para el pueblo, pues su palabra deriva del propio Dios: Make Make. Esta autoridad se vuelve, sin más, una relación de abuso, que apela a la tradición para justificar un status quo.
Otro punto que el autor señala es la figura del desclasado, o como se dice por estos lares, el “facho pobre”. Se trata de un lamezuelas de estos Arikis al que llaman “Malas Pulgas”, que traiciona a su pueblo a cambio de comida y privilegios.
Pero no todo en la cinta es de conflictos sociales. También se trata de mostrar al espectador el estilo de vida de sus nativos, desde su alimentación y formas de cocinar en fondos bajo tierra, el camino de los hombres para convertirse en Tangata Manu, hasta el significado del Hoko, la danza de guerra de Rapa Nui, que recrea el acto de vestirse para luchar. Curiosamente, esta danza se presenta una noche antes de abrirse la búsqueda del huevo de manutara, simbolizando la preparación de los hombres para esta contienda.
Ahora bien, volviendo a los Arikis, una posible queja es que Rojas haya destilado un compuesto que Lobos expresó claramente como un problema estructural, reduciendo el problema al mal uso de un solo individuo, contrastado con esta “luz de esperanza” en el joven Ariki. No podría quitarle más impacto a un argumento que, pese a ser para niños, era bastante maduro y enfocado.
Aún así, un recurso que no se perdió fue la idea de que Mampato, pese a interactuar con los nativos, no es una variante de cambio real en la continuidad del tiempo-espacio. Algo por lo que destacan las historias de viajes temporales es por su énfasis en cuidar los pasos del protagonista, de modo que no vaya a cambiar un evento importante en el tiempo; esto es una falacia, pues un solo individuo no puede acarrear consigo a toda una estructura histórica, con sus múltiples eventos interrelacionados, coyunturas, y sistemas sociales y culturales. Este elemento vuelve nuestra historia más verosímil, así como más resistente al paso del tiempo.
En resumen, Ogú y Mampato en Rapa Nui es una pieza que destaca, no sólo por lo atrevido de ciertos recursos de animación, también por la construcción de ambiente, junto con su problemática. Y es que hay tantas historias de viajes temporales que emulan Volver al Futuro, con todo y las inconsistencias que sus mecánicas arrastraban. Aquello vuelve fresca a nuestra entrega, que además se luce por esta organización de eventos tan inteligente y madura; prueba que los niños pueden entender de ciertos comentarios, si la persona se dispone a enseñarles.
Sin duda, una joya; una con veinte años superando la prueba del tiempo, justo como Mampato y su gran amigo Ogú.