Isaac Sánchez reimagina su infancia en Baños Pleamar, un emotivo viaje a la nostalgia
Hay obras que resultan muy difíciles de comentar. Relatos que no tienen que ver con si son buenos o malos, signifique lo que signifique eso. Historias que son tan personales que tienes que saltarte tus propias reglas como reseñista para ser sincero y justo con la obra y los lectores. Y es complicado encontrar un punto de arranque. Podría ir a lo sencillo al hablar de Baños Pleamar, lanzando alabanzas sobre el enorme talento gráfico desplegado en sus páginas. Eso saltaría a la vista nada más abrir un ejemplar, y no añadiría nada nuevo a los litros de tinta, auténtica y virtual, que se han vertido sobre el nuevo cómic de Isaac Sánchez.
Lo cotidiano como aventura
No, no sería justo conmigo mismo. Porque ni siquiera es lo que más me ha gustado de este volumen lleno de recuerdos, de tragicomedia, de, incluso, épica de lo cotidiano, de historias que se superponen y construyen algo que puede ser tan simple, o tan enrevesado, como una vida. O un puñado de ellas, con sus alegrías, con sus sinsabores. Lo que me llevo de la lectura de Baños Pleamar es la sinceridad; El ejercicio de buceo en los recuerdos tan honesto que, aunque no sea tu propia vivencia, reconoces las piezas, el amalgama de emociones que conforman la valentía de un autor para desnudarse por dentro de manera tan clara, íntima y brutal, hasta rozar lo despiadado consigo mismo.
Conocemos a Isaac Sánchez de muchas maneras, incluso con otros alter ego. Conocemos su cáustico y anárquico humor, sus correrías por los campos minados de internet, y aplaudimos el retorno a las esencias como autor de cómics con obras como EL DON. Pero creo que es la primera vez que le vemos realmente sin caretas, humano como nunca, capaz de lanzar contra el lector una obra que es como un abrazo y, al mismo tiempo, auténtico puñetazo en el estómago.
Dicen que toda obra autobiográfica acaba por transformarse en una ficción, y creo que Baños Pleamar tiene mucho de esa afirmación. No, no es que crea que las anécdotas que nos cuenta Isaac Sánchez en el particular retorno a la infancia sean un invento de mucho cuidado. Para nada. Algunas son tan extravagantes que no queda más remedio que creerlas, por las características del tiempo y el espacio en el que se desarrolla el relato. Otras son tan pequeñas y auténticas que son vivencias universales, tan reconocibles que podrían pasar como episodios de nuestros propios años 80/90 con poco que compartas generación con el autor.
Viñetas que son recuerdos
Me refiero a la capacidad de ensoñación de Sánchez, capaz de transformar la plomiza realidad del gris de la rutina con el despliegue gráfico que contiene Baños Pleamar. Ahora sí que tengo que hablar del dibujo de esta historia. No solo del dibujo, porque aquí hay una globalidad artística que va desde el diseño de personajes y espacios (esto último básico). Baños Pleamar es una serie de afortunadas intenciones visuales que transforman la experiencia en algo único, auténtico viaje desde el punto de vista de este adulto que, por suerte, no ha enterrado al niño que fue.
Las tristezas de los adultos se enmascaran con días de sol, fantasías y el mundo propio escapado de la imaginación hiperactiva del joven Isaac. La atractiva disposición de página dota de enorme sencillez de lectura, puro ritmo que hace aventura el día a día. La expresividad de los personajes, la presencia de estos en la viñeta, nos cuenta tanto de ellos como cualquier diálogo. De hecho, tanto es así que Baños Pleamar muta en cada episodio en puro realismo mágico, en delirio Felliliano donde tienen cabida las fotografías auténticas de la época con la estética del cómic Bruguera o las visitas a monólogos interiores expuestos sobre la viñeta con intenciones desgarradoras.
Incluso, si te fijas bien, los aficionados a los superhéroes tenemos alguna sorpresa. ¿Caben en esta historia de la Badalona de hace 30 años personajes como Kingpin o Man-Bat? Pues tendrás que leerlo para creerlo.
Un viaje emocional a través del tiempo
Baños pleamar es un viaje sensorial, en el que escucharemos el griterío de la gente en el salón del comedor, los olores de cocina en plena ebullición, los silencios en las habitaciones sin ventanas, pero en las que se colaba el sonido del mar. El ruido de las tormentas, las canciones, los pasos en los largos pasillos cuando la clientela ha abandonado el lugar…
Y lo más importante, es un viaje emocional. Un viaje sobre cenizas, recuerdos que aún sangran, cicatrices que son nostalgia, a veces de la buena, en ocasiones de la otra, de la mala, de la que deja huella por los antes y después. Trayecto a través de la memoria en el que Isaac Sánchez nos permite ser testigos de excepción, en el que el autor no solo pone en orden su propia historia. Porque todos los viajes tienen una finalidad, y la de este es mirar de frente a los fantasmas, esos que tantas veces se nos quedan dentro y se enquistan.
Qué suerte el arte, las canciones, los libros o los cómics, que nos permiten lidiar con demonios. Qué bueno que, para los que no nos llega el talento, exista gente como Isaac Sánchez; Con su propia voz, hace que escuchemos un poco la nuestra. Qué maravilla obras como Baños Pleamar, otra confirmación del cómic como forma de expresión infinita para infinitas historias, ya sean pequeñas o grandes.
Parece ser que al final no ha sido tan difícil hablar de Baños Pleamar. Creo que, al final, he sido justo con la obra, con el autor, con los lectores. Espero haberos convencido para daros una vuelta por la Badalona contradictoria de los 90 (como si otro cualquier lugar de la España de entonces lo fuera menos). Espero que, como yo, tengáis un trayecto tan auténtico, y forméis parte de la extraña intimidad que regala este cómic.
‘Baños Pleamar’ sale a las librerías bajo el auspicio de la editorial Dolmen, encargada de su edición. El continente hace gala del contenido y nos encontramos un volumen muy sencillo en tapa dura y buena calidad de papel, ideal para las intenciones de la obra. A todo color, os esperan 224 páginas de pura emoción en vuestra librería favorita, al precio de 24,90 euros.