Cuando cae la noche y se abren paso los horrores que obviamos por mostrar el inexcusable rostro de la naturaleza humana, solo Lobezno podrá enfrentarse a nuestras peores pesadillas…aunque hacerlo no resulte agradable
(Wolverine Vol.2 #187 USA: Down the Road (Por el camino) – Guion de Daniel Way / Dibujo de John McCrea)
En 2003, tras la marcha de Frak Tieri como guionista titular de la serie regular de Lobezno y a la espera de la estancia del mediático Greg Rucka para contar las siguientes andanzas del mutante canadiense, el por entonces debutante pero prometedor Daniel Way contribuyó como puente entre ambas etapas escribiendo tres brillantes tebeos consecutivos. Siendo el primero de estos una obra maestra indiscutible: Quizás la mejor historia protagonizada por Logan jamás.
Si bien es cierto que se compara el estilo de escritura de Way con autores como Garth Ennis o Brian Azzarello en algunas predilecciones temáticas como la aproximación sin floritura a la violencia o ahondar en la oscuridad del alma humana, también se distancia de ellos con algunas virtudes de peso como son contar lo que quiere contarnos de un modo directo y perfectamente encajado en la extensión de páginas que necesita para hacerlo.
No sobrando ni faltando nunca información, tanto visual como escrita, en sus historias. Demostrando de ese modo que domina tanto el ritmo como la propia estructura de los tebeos como medio y por tanto, la mejor manera de transmitir qué nos cuenta con el cómo lo cuenta.
Además, en esta ocasión, le acompañó al dibujo el brillante John McCrea, conocido entre otras cosas por su gran labor como dibujante regular de Hitman pero siendo siempre alguien que mantiene un perfil discreto pese a sus innumerables talentos como son el de la caracterización adecuada de todos los personajes con los que trabaja, la inteligencia con la que muestra las atmósferas, su narrativa diáfana siempre al servicio de la historia y el dominio del propio entintado, que modula a conveniencia con elegancia y precisión.
El artista adecuado para convertir una historia excelente en una historia imprescindible.
¿Pero por qué un tebeo del que parece no acordarse demasiada gente, nacido de la necesidad editorial de cubrir un periodo de tres meses entre etapas y perdido bajo toneladas inabarcables de tebeos publicados año tras año, es sin duda algo que todo lector debería darse el lujo de leer?
Fácil respuesta: Porque todo lo que en su lectura encontramos nos lleva de la mano a responder una pregunta que termina en una inevitable respuesta; nos habla de algo importante para el conjunto de todos nosotros. Nos habla de lo que ocurre mientras pensamos que no ocurre. Y esto ocurre, con seguridad, por pensar de esa manera.
Para lograr tal hazaña, Way entendió perfectamente los resortes que hacían funcionar a un personaje como Lobezno y como debía extraerlos y acotarlos a lo que requería la historia que nos contaba. Entendió, primero de todo, que Lobezno en solitario, alejado de la Patrulla-X y en su propia cabecera regular, podía enfrentarse a otra clase de conflictos nada relacionados con lo superheroico sin por ello perder por el camino su propia naturaleza y utilizar esta misma para resolverlos.
Entendió que más allá de sus garras y la parafernalia con la que suele represantarse habitualmente, Logan es un rastreador nato (de ahí sus sentidos aumentados) y alguien con tanto vivido que representa clarísimamente la idea del adulto maduro y verdaderamente responsable: Alguien que hace lo que debe hacerse porque debe hacerse, no porque guste.
El mejor en su trabajo…y a su pesar
Sin deternos a describir minuciosamente lo que ocurre en la historia, sí diremos que básicamente, Logan rastrea hasta un bar de carretera a un asesino en serie (de aspecto “hillbilly”) y emprenden juntos un viaje en la furgoneta de este último. Será durante este viaje donde compartiran una charla cuyo veredicto sabemos de antemano pero que de, todos modos, nos mantiene pegados a las páginas del cómic al asistir a como Lobezno desmenuza y resuelve tanto el crimen como al criminal sin recurrir ni un solo instante a la violencia que esperaríamos de él.
(Y sin desenvainar las garras en ninguna viñeta. Brillante)
La inevitable y afilada verdad
¿Qué plantea Daniel Way para lograr contarnos tanto en aparentemente tan poco? Sencillamente expone algo aterrador cuyo subtexto es tan simple que solo contribuye a incomodarnos sobremanera para ser conscientes de su gravedad. Este algo es la permisividad del crimen como objeto de morbo.
Durante la historia, el asesino nos cuenta la gratuidad de sus actos y de cómo sus mentiras demenciales son creídas porque sí. Nos cuenta que hace lo que hace porque le apetece hacerlo y nos cuenta que lo hace tranquilamente porque no hay una fuerza activa (el orden, la ley, la sociedad) que le detenga. De hecho, de algún retorcido modo, entendemos que hace lo que hace para que alguien se moleste en detenerle en algún momento. Pero nunca ocurre.
Por eso al tener un siniestro parcial con la furgoneta en un momento dado es consciente de que todo terminará para él al Logan salir impune del accidente y decidir conducir en su lugar el “resto” del trayecto hacia…podéis imaginarlo sin problema.
Confesiones inconfesables
Ya en 2003 Way y McCrea dieron a luz esta imprescindible lectura que veinte años después por desgracia y a peor, nos habla de un problema social alarmante: La obsesión por el crimen y el morbo que suscita.
En una realidad diaria donde los programas True Crime, los documentales sobre asesinos seriales, la ficción relacionada en forma de películas o series de acceso inmediato a través de plataformas de streaming, los creadores de contenido que hablan de tragedias inenarrables mientras cocinan crepes o dan consejos de moda y los podcasts con especiales de tres horas sobre biografías infames, algo grave nos sucede como sociedad en el trastero de nuestro subconsciente.
La clave de cómo el tebeo nos explica esto son las implicaciones obvias pero inferidas que sostiene en todas sus páginas hasta el final. Siendo la más evidente pero no por ello menos contundente, la siguiente: Alguien como Lobezno siendo la voz de la razón en una realidad tan nuclearmente trastornada que necesita de un monstruo consciente de serlo para terminar con el monstruo que hemos dejado suelto porque nos hace pasar un buen rato.
Hasta el día en que nos alcance.