Un lobo solitario

A finales de la década de los años ochenta Logan ya rivalizaba en popularidad entre los lectores de cómics con otros con una trayectoria mucho más larga como pudieran ser Superman, Spiderman o Batman. Su aspecto, su personalidad tan grim and gritty y su oscuro pasado hacían del personaje algo único, e incluso no sería descabellado culpar en parte a su éxito de la oscuridad que reinó en el cómic mainstream americano de superhéroes en los noventa (que no todo va a ser achacable a Watchmen, leñe).

De forma inevitable, en 1988 este mutante de baja estatura pero de mucha mala leche comenzó a correr aventuras en su propia cabecera, aunque en realidad su debut en solitario (si obviamos Honor, de Frank Miller y Chris Claremont) fue en una serie que no llevaba su nombre, Marvel Comics Presents, incluida en este tomo, pero la suya llegaría inmediatamente después a los diez números. Y no fue precisamente una de esas series que cierran a la decena de números, sino que hablamos de una serie que ha llegado de forma más o menos continua hasta nuestros días.

Madripur, ciudad sin ley

Tras los eventos acaecidos en La Masacre Mutante era hora de un cambio de aires para Logan. Los X-Men estaban ahora en Oceanía y eso no está demasiado lejos de Madripur, una isla ficticia ubicada en el sudeste asiático, y allí fue donde el señor Claremont se lo llevó. El guionista británico acompañaría a Logan durante suficientes números como para sentar las bases de lo que sería la dinámica del personaje para luego pasar el testigo a un talento emergente como era Peter David, que lo estaba petando con la revolución que había montado en la serie de Hulk (quien de forma inevitable se pasará por estas páginas, junto a otros ilustres héroes de Marvel Comics como Jessica Drew).

Aunque desde la primera página se nos presenta aquí a nuestro protagonista con su típico traje marrón de aquella época (probablemente el más chulo que ha tenido, mucho mejor que el habitual amarillo), no tardará mucho en dejar las mallas por una sencilla gabardina y un parche para su ojo izquierdo (de ahí que sea aquí conocido como Parche), lo que le da evidentemente un aspecto mucho menos superheroico y mucho más criminal, mimetizándose así con el ambiente de la isla.

En cuanto a villanos, el más famoso de los que se pasarán por aquí es probablemente Dientes de Sable (con permiso del Samurai de Plata), pero también habrá hueco para que otros de segunda fila como el estrafalario Puños de navaja, el corrupto general vietnamita Nguyen Ngoc Coy, el vampiro energético Hemorragia, la mutante psíquica Karma o el musculoso Camorra tengan su momento de gloria.

En el apartado gráfico lo cierto es que no hay una labor a destacar excesivamente, ya que el trabajo realizado en general no es para tirar cohetes. Sin embargo los nombres de los implicados sí que son dignos de mención, pues en los créditos nos encontramos con John Buscema (este sí que tiene algunos números realmente inspirados), Gene Colan, Bill Sienkiewicz o Klaus Janson.

En resumidas cuentas, en este primer tomo de las aventuras de Parche nos vamos a encontrar, tras unos inicios un poco complicados, una serie que destaca sobre todo por su originalidad. El nuevo entorno para el mutante de las garras de adamantium, junto al tipo de historias que va a vivir, es todo un soplo de aire fresco para los lectores de X-Men, algo que se agradece mucho entre tanto cómic endogámico de aquella época.