Análisis del final de la serie animada La Casa Búho
Y fue así como La Casa Búho llegó a su fin. Luego de tres temporadas, tres años al aire, y una incontable dosis de ñoñerías del más grueso calibre, la pequeña Luz Noceda dio su lucha final para salvar las Islas Hirvientes. Su público no podría estar más orgulloso.
Con el estreno del tercer especial, Terrace y su equipo han completado la premisa que comenzó en octubre del año pasado, desde aquel duelo a muerte durante la noche de Halloween. Esto seguido de una entrada al juego de un sociópata éldrico, pero que acabaría siendo el títere de su propia marioneta: Belos.
Asimismo, se destaca la forma en que Dana concluyó los arcos de relación de sus personajes, especialmente entre Luz y su madre, con esta última demostrando por qué está junto a las madres mejor escritas de la ficción. ¿Pero cómo se logró todo lo propuesto?
Analizando el final de La Casa Búho
Desde que Dana compartió en su cuenta de Twitter aquella ilustración titulada: “Y ahora qué”, se hizo inferir la magnitud que acompañaba la conclusión de su obra. Allí resalta el contraste entre una enfurecida Luz y un Hunter en calma, aunque destrozado. Se aprecia cómo el grupo se reúne en un cuadro en sombras y tratan de cubrirse el uno al otro. Están deshechos. La incertidumbre los tiene sobre su palma, según lo que reflejan sus mustios rostros. Hunter es el que peor muestra, con sus ojos llorosos y los labios fruncidos; pero lo compensan sus brazos abiertos, protectores hacia Willow y Gus.
El caso de Luz es lo contrario. Sus manos se mantienen en los bolsillos y la mirada se solapa hacia abajo, rematando con ese fulgor en las pupilas cargado de odio, deseoso de acabar con sus contrincantes, aunque esto saque lo peor de su ser. Sin duda, la señal de que nuestra protagonista ya se encuentra al interior del Abismo.
Pero aunque la imagen apuntaba a un relato más oscuro, la realidad es que TOH no deja de ser una obra de Disney, motivo por lo que los episodios no abandonaron su vibra tan acogedora. El más importante de estos soportes fue el mismo que sacaría a Luz de su oscuridad: el apoyo incondicional de su madre, Camila Noceda.
De la señora Noceda se destaca lo preocupada que es como madre; atenta con Luz y con los niños que arribaron con ella. Es empeñosa, organizada y sabe adaptarse a los cambios que tocaron su vida.
Este segmento, además, permite a la audiencia conocer su versión respecto a las restricciones que tenía Luz en la escuela respecto a su afán por la fantasía. Y hay un detalle, mientras que otros padres actuarían con desdén, ella era comprensiva y amorosa. Su debilidad fue la amenaza del director y su chantaje emocional, aludiendo a la adolescencia de Camila, de cuando la molestaban por su fanatismo hacia la ciencia ficción (grato homenaje a Star Trek).
Por otro lado, se descubre que Azura, la Bruja Buena es el libro que Manny Noceda le regaló a su hija antes de morir, y que todo este afán es la forma en que Luz conserva la memoria de su padre. Le da otro sentido a su viaje y a las razones para construir su lugar en las Islas.
El clímax de estas premisas concluye con la apertura de ambas antes sus emociones frente al asunto. Luz hace énfasis en que, por su mente fantasiosa, se ha visto envuelta en líos, siendo Belos y el Coleccionista el grano de choclo sobre su excremento; pero Camila interviene con algo muchos padres deberían hacer: enseñarle a su hija que también hace mal las cosas.
Señores, cuando un autor realiza un buen trabajo, hay que reconocérselo, y Dana Terrace vaya que hizo un buen trabajo. Lo mismo pasa con Willow y Hunter, con la brujita a nada del colapso, autoconvencida de que siempre debe estar en control; idea tóxica que le priva de estar en contacto con sus reales sentimientos, la cual le socava. Afortunadamente, Hunter le recuerda que el dolor no le quita su valía, y que no tiene por qué enfrentar las adversidades sola, justo como Camila le señaló a Luz.
Sobra decir que vivir es equivocarse, y que hay niños tan centrados en no decepcionar a quienes les apoyan que ni se dan cuenta cuando los problemas les entierran vivos. Es por eso que la comunicación y la escucha-activa son tan importantes en este proceso, porque rompen estas ilusiones y permiten a los demás abrirse a las problemáticas, siempre dentro de un ambiente seguro y óptimo para hallar soluciones.
Ahora, refiriéndonos ya a sus antagonistas…
El juego final
El Coleccionista es un compilado de lo más nocivo de ser infante sin orientación. Su condición se agrava al tratarse de un ente inmortal capaz de manejar el tiempo y el espacio; pero lo peor de su persona es que, con todo ese poder, no deja de ser un niño, siendo tan manipulable como uno, tal y como Belos lo demuestra al regresar a las Islas.
El trasfondo del Coleccionista es tratado por medio de la paleta de colores, así como por ciertas simbologías inspiradas en cuentos infantiles. Para empezar, los tonos pasteles que, cuando se enoja, lo hacen ver frío, implacable; justo como una persona con la que no conviene tratar. Lo que debería hacerlo ver dulce y amable, lo vuelve aterrador.
Como segundo punto, se tiene la luna menguante que este graba en la frente de sus víctimas para convertirlas en marionetas. Aquello representa la primera cara de Hécate, deidad griega precursora de la hechicería, que se relaciona con la niñez, por lo que se puede inferir que el hechizo regresa a sus presas a un estado infantil; dependiente y manejable, igual que su dominador. En este caso, también muestra cómo el Coleccionista ve a los demás: herramientas para sus caprichos, reflejo de la nula empatía del ente. Risible, pues es esta misma la que lo atrae a su perdición, más al caer en garras de un manipulador del calibre de Belos.
Por otro lado, esta vez pasando a Eda y King, Dana se permite cerrar todos los cabos pendientes respecto a los titanes. Se aprecia el origen de la magia, por qué la rivalidad con los Archivistas y qué hizo al padre de King ocultar a su hijo. Asimismo, se dio una vista del poder de esos niños, sobretodo de quien decía ser el “rey de los demonios”, pero que resultó ser más: el corazón de un mundo, y la clave para la esperanza no se diera por perdida.
De esa forma, ya para ir cerrando, se rescata cómo Dana caracterizó a su último antagonista, con una carga simbólica que ilustró sin fallos los vicios de la crianza, sus consecuencias, y los subproductos del abuso contra los menores. A esto se suma cómo el aprovechamiento y la manipulación puede ser peor que cualquier agresión, pues se sustenta en la buena voluntad del otro.
El mayor exponente de este mal fue Belos, un veneno que basó su actuar en el control de los otros. Lo hizo con Hunter, con Huesosburgo, Luz, Lilith, y el propio Coleccionista. Su forma final, como este limo cadavérico que se introduce en cuerpos ajenos solo sintetiza su real naturaleza: un parásito; un veneno que corrompe todo.
Pero del mismo modo, esta historia nos muestra cómo la empatía y la amabilidad puede destruir esos ciclos y liberar a estas personas; cómo la sinceridad y el desinterés logran inclinar esa balanza, a la vez que estos reciben lo mismo que antes otorgaron. Y una premisa así no podría ser más esperable de la digna sucesora de Harry Potter.