sábado, noviembre 23, 2024

Reseña de Recuerdos del ejército de Napoleón (1807-1812)

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Panini

Recuerdos del ejército de Napoleón de cARTEm Cómics arrastra al lector al fango de la guerra de Napoleón en el Este europeo, donde la Grande Armée se encuentra ante el nudo gordiano de ir más allá del río Niemen

En 2008 la editorial francesa Delcourt publicó la obra de Michel Dufranne, Alexis Alexander y Jean-Paul Fernández titulada “Souvenirs de la Grande Armée”, que acaba de publicar cARTEm en formato integral por primera vez en castellano, dentro de su colección Súper BD -al igual que, por ejemplo, Los cinco de Cambridge-, coincidiendo con un momento en el que pequeño gran general francés, de origen corso, vuelve a estar bajo los focos gracias a Ridley Scott.

El presente cómic titulado Recuerdos del ejército de Napoleón, no es una oda a la guerra, como podría deducirse del título de la obra, sino más bien al contrario, se trata de una oda a la humanidad dentro de la violencia que es un conflicto bélico, porque narra el día a día de unos soldados bajo el estandarte napoleónico, donde lo más difícil es sobrevivir… aunque no se esté en mitad de un campo de batalla.

Cartem Cómics, Cómic bélico, Cómic Europeo, Cómic histórico

La trama

El tomo integral de Recuerdos del ejército de Napoleón, se estructura en cuatro episodios perfectamente diferenciados: 1807, Polonia; 1808, Los hijos de la viuda; 1809, ¡Ver Viena o morir!; y 1812, Las cacerías del conde Zhúkov. El protagonista será Marcel Godart, a quien en la primera parte el lector conocerá como un brigadier del 2º regimiento de Cazadores a caballo, dentro de la Grande Armée napoleónica. Godart no es francés, sino belga, por ello este será su apodo entre sus compañeros.

Pese a ser una historia bélica, esta tiene un cariz policíaco en muchas de sus historias, porque serán misterios lo que Godart ha de investigar, en un lugar tan caótico como una campaña militar. A partir de pistas e informaciones sesgadas, el brigadier deberá resolver el caso para no perjudicar el esfuerzo bélico y, a su vez, elevar la moral de sus tropas.

El ejército napoleónico hasta 1812, como muestra Recuerdos del ejército de Napoleón, pese a ser de base francesa, contaba con contingentes de numerosas naciones, como belgas, neerlandeses, prusianos… Esta Grande Armée estaba dividida en seis cuerpos de ejército hasta 1808, que se fragmentó entre los ejércitos de España y el del Rin, que en 1809 pasaría a ser el ejército de Alemania.

Salvo en España, donde los combates permanecieron activos -dando lugar a interesantes episodios televisivos-, entre 1810 y 1812 el este europeo no sufrió confrontaciones, hasta que la frágil relación entre París y San Petersburgo desembocaron en la guerra contra Rusia en 1812, donde cerca de 685.000 soldados marcharon hacia los territorios del Zar.

Para la invasión de rusa, además de cerca de 410.000 soldados franceses, se contó con soldados polacos, austriacos, de los diferentes estados italianos, alemanes (bávaros, sajones, prusianos y westfalianos), suizos, daneses, noruegos, españoles, portugueses, croatas e irlandeses. Esta fuerza tan heterogénea tenía la dificultad de poder actuar al unísono, sobre todo por la diferente formación militar y las diferentes lenguas empleadas.

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En los primeros episodios se verá como se forja la amistad entre varios de los componentes del 2º de Cazadores, donde compartirán alegrías y pesares, siempre con “el belga” como elemento conector de todos los protagonistas. La dureza de la campaña se mostrará poco a poco, donde los componentes de la unidad militar irán enfrentándose a diferentes vicisitudes, con las consecuencias pertinentes.

Este ir y venir de hombres hace mella en “el belga” que pese a ir ascendiendo en el escalafón a lo largo del tomo de Recuerdos del ejército de Napoleón, irá notando cada vez más la frialdad de las pérdidas de compañeros en el alma, más aún tras el fracaso napoleónico en Moscú y la dura retirada bajo el implacable invierno ruso, que no dejará incólume a nuestro protagonista.

Los autores

Michel Dufranne, es un autor belga, actualmente crítico literario francófono en su país natal. Dufranne es un todoterreno del mundo editorial, pero además es el artífice de la adaptación al cómic de clásicos como Los tres mosqueteros. Su formación en psicología le hace más simple la adaptación de las personalidades de los personajes a la obra.

En Recuerdos del ejército de Napoleón, Dufranne, pese a seguir el rigor histórico de las campañas napoleónicas, se inspira en uno de sus antepasados muerto en la batalla de Eylau, dándole vida a través de Marcel Godart, con quien comparte apellido. La introspección de este personaje, al igual que otros que se irán descubriendo a lo largo del tomo, es la cualidad más sobresaliente del autor. Además, la facilidad con la que narra la vida diaria de las tropas, lo hace aún más cercano al lector.

Alexis Alexander, pseudónimo del dibujante serbio Vladimir Aleksić, es el encargado de dar rostro al brigadier, los cazadores del 2º y el resto de los contendientes. Para ello, utiliza un estilo sobrio y claro, con numerosos detalles faciales e, incluso, de los fondos, pudiéndose apreciar los listones de madera en las casas, los charcos dejados por las pisadas o las hojas caducas cayendo de los árboles.

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El detalle de los rostros y las expresiones facilita al lector de Recuerdos del ejército de Napoleón saber los pensamientos que rondan en la mente de los personajes, así como los sentimientos que despiertan en ellos, siendo esencial en una trama tan extensa como la de Recuerdos del ejército de Napoleón con grandes cuadros de diálogo en cada viñeta.

Por último, pero no menos importante porque complementa perfectamente el trabajo de sus compañeros, está el color de la mano de Jean-Paul Fernández, quien con maestría sabe dotar de colores fríos a la campaña rusa, donde su invierno es casi oscuridad permanente; colores verdes y marrones en la frondosidad del bosque. Este gran uso de las diferentes tonalidades cromáticas enfatiza la secuenciación de las acciones de los militares.

La edición de Recuerdos del ejército de Napoleón

La grandísima calidad y el esmero de cARTEm Cómics, sigue siendo uno de sus valores incontestables, porque como si de una forja se tratase, su panoplia es una tarjeta de visita que pocos pueden igualar, dentro de un rango de calidad-precio equiparable. El ejército de Napoleón está encuadernado en cartoné, en un formato grande de 22 x 31 cm y una longitud de 208 páginas, donde la traducción corre, esta vez, a cargo de José E. Martínez Tur.

En los extras de la obra, casi una veintena de páginas para apreciar la confección de la trama y bajo el título de Tras las huellas del ejército de Napoleón, se pueden observar los bocetos de las viñetas del tomo, un cronograma de la vida de Napoleón Bonaparte, las diferentes etapas que tuvo el imperio francés decimonónico, un pequeño mapa de situación, un glosario, una pequeña biografía de los autores y unas notas finales a cargo del traductor.

En esta obra no se ensalza el género bélico, sino la hazaña de sobrevivir el día a día en uno de ellos, perfectamente narrado e ilustrado por Michel Dufranne, Alexis Alexander y Jean-Paul Fernández. De este modo refleja las dificultades de los soldados, sus anhelos y desvelos, sus ansias y sus miedos, o como diría Calderón de la Barca en la octava de Las Comedias, titulada “El Sitio de Breda”:

Aquí la necesidad

no es infamia; y si es honrado,

pobre y desnudo un soldado

tiene mejor cualidad

que el más galán y lucido;

(…)

Aquí la más principal

hazaña es obedecer,

y el modo cómo ha de ser

es ni pedir ni rehusar.

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Recuerdos del ejército de Napoleón

Tras las victorias de Austerlitz y Jena, el ejército de Napoleón atraviesa Polonia para tomar posiciones en suelo ruso. Las tensiones y rivalidades animan al grueso de las tropas. A pocos días de una batalla crucial, la moral está por los suelos… Descubre la vida diaria de los soldados del Emperador durante las grandes campañas militares de la epopeya napoleónica en esta edición integral.

Dentro de las filas de la Grande Armée

En el apogeo de la epopeya napoleónica, tras las victorias estratégicas en Austerlitz y Jena, el ejército de Napoleón se encontraba en una posición envidiable en Europa. La Grande Armée, como se conocía a su poderoso contingente militar, era una fuerza formidable que había demostrado su destreza y disciplina en el campo de batalla.

Sin embargo, los destinos de miles de hombres se encontraban en un momento crítico mientras atravesaban las vastas extensiones de Polonia con la mirada puesta en el suelo ruso, donde se desplegarían escenarios que marcarían la historia.

La travesía de Polonia fue una experiencia desafiante para los soldados del Emperador. A medida que las marchas continuaban y el clima implacable comenzaba a hacer estragos, la moral del ejército comenzó a desgastarse.

Las condiciones de vida en campaña eran duras y a menudo crueles: las largas jornadas de marcha, la falta de suministros adecuados y la exposición constante a los elementos naturales dejaron a muchos soldados exhaustos y desesperados. La fatiga y el hambre se volvieron compañeros constantes en este viaje hacia el territorio ruso.

A pesar de las victorias anteriores, las tensiones y rivalidades internas también comenzaron a hacer mella en el ánimo colectivo. El ejército estaba compuesto por hombres de diferentes regiones y nacionalidades que habían sido reclutados o convocados para servir en la Grande Armée.

Las diferencias culturales y lingüísticas a menudo resultaban en malentendidos y conflictos entre las filas. Además, las rivalidades personales y políticas entre los oficiales podían afectar la cohesión del ejército en momentos críticos.

A medida que se acercaba una batalla crucial en suelo ruso, la moral estaba en su punto más bajo. Los soldados comenzaron a cuestionar la viabilidad de sus esfuerzos y a preguntarse si valía la pena seguir luchando en condiciones tan adversas.

Sin embargo, a pesar de estos desafíos, la figura carismática y liderazgo indiscutible de Napoleón inspiraba cierta esperanza en las filas. Su habilidad para galvanizar a sus hombres y renovar su compromiso con la causa les proporcionaba un sentido renovado de propósito.

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