El clásico de horror, La matanza de Texas , llevó al límite a su equipo de rodaje entre el calor infernal y un sin fin de accidente
Imagina un verano en Texas, donde el termómetro roza los 45°C. Ahora, visualiza un equipo de rodaje, agotado, sumergido en un ambiente que rozaba lo insalubre, filmando una de las películas de terror más icónicas de todos los tiempos: “La matanza de Texas”. La creación de esta obra maestra fue tan aterradora como la trama que desveló a millones de espectadores. Hoy, a medio siglo de su estreno, revelamos las adversidades y horrores que superaron sus creadores, en un rodaje marcado por el sacrificio, el ingenio y una dosis considerable de locura.
El infierno detrás de cámara
Bajo la dirección de Tobe Hooper, “La matanza de Texas” no solo innovó el género de terror, sino que también se convirtió en una leyenda por las condiciones extremas en las que se filmó. En julio de 1973, en una casa victoriana que servía de morada a Leatherface y su macabra familia, el calor se volvió un personaje más de esta historia, alcanzando hasta los 46°C en su interior. La atmósfera se volvió insoportable, especialmente al añadir cadáveres de animales reales como parte de la escenografía, creando un olor nauseabundo que, según cuentan, obligaba al equipo a correr hacia las ventanas buscando un respiro.
La dedicación al realismo no se detuvo ante el clima adverso ni ante el presupuesto limitado de menos de $140,000 dólares. Los actores, vestidos siempre con el mismo atuendo para mantener la continuidad, enfrentaron jornadas de 12 a 16 horas, siete días a la semana, sumergidos en un entorno que desafiaba su resistencia física y mental. Gunnar Hansen, quien dio vida a Leatherface, tuvo que llevar la misma ropa sin lavar durante todo el rodaje, una decisión que, si bien contribuyó a la autenticidad del personaje, refleja el nivel de compromiso (y sufrimiento) que implicó la producción.
Un legado de terror y supervivencia
Las heridas físicas y los desafíos emocionales fueron constantes para el reparto. Marilyn Burns, la heroína final de la película, experimentó el terror de forma muy real, siendo atada, golpeada, y obligada a gritar durante horas. La escena de la cena, una de las más perturbadoras, se filmó en una maratónica sesión de 26 horas bajo un calor asfixiante, exacerbado por el papel alquitrán que cubría las ventanas.
A pesar de las condiciones, el equipo logró capturar una atmósfera de horror que trascendió la pantalla, contribuyendo a que “La matanza de Texas” se convirtiera en un hito del cine de terror. Daniel Pearl, el director de fotografía, afirmó que el sufrimiento vivido durante el rodaje se trasladó de manera efectiva a la película, creando una experiencia inmersiva para el espectador que difícilmente podría haberse logrado en un ambiente cómodo.
Un eco en la cultura del terror
“La matanza de Texas” no solo pavimentó el camino para el género slasher y presentó uno de los primeros ejemplos del tropo de la “final girl” con Sally Hardesty, sino que su influencia se extiende a lo largo de décadas, inspirando obras como la trilogía X de Ti West. A pesar de las tribulaciones, el filme se erige como una obra maestra que redefine el horror, mostrando que a veces, de las condiciones más adversas emergen las historias más memorables.
Mientras celebramos su 50 aniversario, “La matanza de Texas” sigue siendo una prueba del poder del cine para transportarnos a realidades aterradoras, recordándonos que detrás de cada escena, hay un equipo de valientes que enfrentaron sus propios horrores para traernos los nuestros. Disponible gratuitamente en Tubi en Estados Unidos, este clásico nos invita a reflexionar sobre los límites del arte, la resistencia humana y el inquebrantable deseo de contar historias que perduren en el tiempo.