viernes, octubre 18, 2024

La batalla de James Bond que duró varias décadas

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Panini

Conoce el origen de Thunderball y Never Say Never Again y la disputa legal que se produjo por los derechos de James Bond entre Ian Fleming y Kevin McClory

¿Sabías que una de las películas más icónicas de James Bond, Thunderball, no solo fue un éxito en taquilla, sino también el epicentro de un conflicto legal que duró más de medio siglo? La historia detrás de este enfrentamiento entre creativos revela los peligros de las colaboraciones en el cine, donde a menudo las contribuciones de los involucrados no son reconocidas como deberían. Lo que comenzó como un guion coescrito se transformó en una novela y luego en una película que marcaría el inicio de una prolongada disputa por los derechos de James Bond.

En 1961, Ian Fleming, ya famoso por sus novelas de James Bond, publicó Thunderball, una obra que, aunque acreditada únicamente a él, tenía sus raíces en un guion que había desarrollado junto a Kevin McClory y Jack Whittingham. Fleming, aprovechando ideas del guion, decidió transformarlo en una novela sin dar crédito a sus colaboradores. Esto no pasó desapercibido para McClory, quien, al darse cuenta de la omisión, emprendió acciones legales que desencadenaron un enfrentamiento que se prolongaría durante décadas.

James Bond

Una novela que desató la tormenta

En el momento en que Thunderball llegó a las librerías, McClory ya había iniciado el proceso legal. Fleming, debilitado tanto física como creativamente, no había anticipado la magnitud del problema en el que se había metido. La batalla legal comenzó con McClory y Whittingham buscando el reconocimiento y los derechos que consideraban suyos. Finalmente, en 1963, McClory obtuvo una victoria significativa: un acuerdo que le otorgó 35,000 libras y los derechos para las adaptaciones cinematográficas y televisivas de la historia, mientras Whittingham, agotado por los costos, se retiró del pleito.

Con estos derechos en mano, McClory se posicionó como productor único de la adaptación cinematográfica de Thunderball en 1965. La película fue un éxito rotundo, recaudando 141 millones de dólares y consolidando aún más la figura de James Bond en el cine. Sin embargo, este triunfo no fue suficiente para McClory, quien todavía veía oportunidades para explotar su participación en el mundo de Bond.

James Bond

Thunderball renace como Never Say Never Again

Casi dos décadas después del estreno de Thunderball, McClory decidió revivir la historia. En 1983, produjo Never Say Never Again, una reinterpretación del mismo material fuente. Esta película, que volvió a contar con Sean Connery en el papel de Bond, fue producida sin la participación de MGM, y lanzada en paralelo a Octopussy, protagonizada por Roger Moore. La película no solo fue bien recibida por la crítica, sino que también recaudó 160 millones de dólares, demostrando que McClory todavía tenía la capacidad de influir en la franquicia.

Pero el éxito de Never Say Never Again no marcó el final del conflicto. McClory continuó su lucha legal, esta vez intentando reclamar la propiedad parcial del personaje de James Bond. Sin embargo, en el año 2000, el tribunal desestimó su demanda debido a la tardanza en su presentación. Seis años después, McClory falleció sin haber logrado obtener la totalidad de lo que buscaba.

El final de la batalla

Finalmente, en 2013, después de un litigio que se extendió por más de medio siglo, MGM y Danjaq, la compañía que posee los derechos de la franquicia, recuperaron el control total sobre el personaje de James Bond. Esta resolución puso fin a una de las disputas legales más largas en la historia del cine, cerrando un capítulo que había estado presente desde los primeros días del espía más famoso del mundo.

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La historia de Thunderball y sus repercusiones legales no solo es un recordatorio de las complicaciones que pueden surgir en la creación de obras colaborativas, sino también un ejemplo de cómo los conflictos de derechos pueden persistir y evolucionar a lo largo de las décadas. Para los fans de James Bond, es una fascinante mirada detrás de la cortina de la franquicia, revelando cómo los desacuerdos sobre la autoría y los derechos pueden dar forma, o en este caso, desestabilizar, incluso las producciones más exitosas.

La próxima vez que veas Thunderball o Never Say Never Again, recuerda que estas películas son más que emocionantes historias de espionaje; son también piezas de un complejo rompecabezas legal que tomó más de 50 años en resolverse. ¿Quién diría que detrás de la elegancia y la acción de James Bond se ocultaba una de las batallas legales más largas de la historia del cine?

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