Una revolución llamada Rasputín es una novela gráfica publicada por Norma Editorial en la que Hernán Migoya y Manolo Carot, acercan al lector a un personaje tan misterioso como carismático en las postrimerías del reinado zarista
Norma Editorial ha publicado esta novela gráfica guionizada por Hernán Migoya y dibujada por Manolo Carot, donde acercan al gran público una figura histórica tan denostada como admirada, partiendo de una visita al museo por parte de escolares actuales quienes desconocen la historia de su país.
La época histórica en la que Rasputín vivió fue muy convulsa, puesto que coincidió con el fin de los grandes imperios y el antiguo orden, lo que los historiadores llaman el siglo XIX largo, donde el Zar comenzaba a ser cuestionado por todos los frentes, más aún al intervenir en la I Guerra Mundial, que provocó una gran hambruna e insatisfacción en sus súbditos.
La revolución rusa de 1917 era esperada desde 1870 porque la Rusia zarista estaba sumida en crisis y se buscaba un cambio a un régimen vetusto e incompetente para atender a su población.
Grigori Yefímovich Rasputin, nació en la localidad de Pokróvskoye, en 1869, falleciendo en la capital imperial, San Petersburgo, en 1916. fue un místico ruso con una gran influencia en los últimos días de la dinastía Románov, puesto que al ser convocado en 1905 para sanar al príncipe heredero, quien sufría hemofilia, mejoró y se mantuvo cercano al entorno de la zarina.
La trama de Una revolución llamada Rasputín
La novela gráfica arranca en el siglo XXI con la visita de unos estudiantes al museo en San Petersburgo, donde el curador de este explica la historia de los últimos años de Rasputín, conocido místico a quien llegaron a comparar con Jesucristo y era conocido como el monje loco, que era muy respetado por los pobres a quienes ayudaba sin cobrar por su intercesión, pero, a su vez, era un mujeriego empedernido.
En los albores de la revolución Bolchevique y con Rusia enfangada en la Gran Guerra, la corte era un hervidero de problemas, con una gran separación entre los gobernantes y el pueblo, que sufría la carestía y el hastío provocado por la guerra. Aquí Rasputín seguía manejando los hilos que su poder le otorgaba, pero en parte de la nobleza había sembrado tanto odio que existía un complot para asesinarlo.
En las páginas se muestra una pequeña niña, Alisa, que se convertirá en martirio y aliada de Rasputín, Alisa –Alisa Zinovyevna Rosenbaum-, quien más tarde seguirá su camino fuera de las fronteras rusas y será la prestigiosa Alice O’Connor, más conocida como Ayn Rand quien escribió las famosas novelas El manantial y La rebelión de Atlas, además de desarrollar un sistema filosófico, el objetivismo.
La compleja relación de Rasputín con la corte del Zar, el acérrimo odio de los extranjeros, los bolcheviques y los ultranacionalistas, no pararán a este quién seguirá ofreciendo sus bendiciones a quien se lo solicite, pero al igual que César fue avisado de los idus, Rasputín no cejará de realizar lo que desea frente a las advertencias de los hados, encarnados en su hija y Alisa.
Los artistas
El ponferradino Hernán Migoya es un gran conocido en el mundo del noveno arte, con más de treinta años como guionista y escritor en sus espaldas, como detalle de sus innumerables trabajos se pueden citar Nuevas Hazañas Bélicas, ambientadas en la Guerra Civil Española, así como la adaptación para Norma Editorial de las novelas de Pepe Carvalho escritas por Manuel Vázquez Montalbán: Tatuaje, La soledad del mánager o Los mares del sur.
Con el excelso bagaje que le precede Hernán Migoya teje una historia que, pese a conocer el resultado del monje loco, sumerge al lector en ella de una forma absoluta, por lo que el relato es fluido y sin estridencias, lo que no le resta un ápice de interés, sobre todo cuando interactúa con Alisa o con sus enemigos no declarados, dando forma a un Rasputín muy sólido.
El hecho de haber centrado la acción en los últimos tiempos del místico hace que el autor se centre no sólo en el protagonista, sino que, además, teje una tupida red de secundarios que realza la trama, puesto que tan interesante es el punto de vista de Rasputín, como el de las personas que tratan de eliminarle del tablero. El uso de diferentes planos aporta un elemento de viveza que el lector sabe apreciar.
Por otra parte, Manolo Carot -también conocido como Man, con casi tres décadas en el noveno arte- en el apartado gráfico, sabe trasladar perfectamente la idea planteada por el protagonista, realizando un trazo intenso que vigoriza las expresiones de Rasputín y hace aún más inocentes las de Alisa. Por otra parte, el manejo de las sombras enfatiza el tono sombrío en las viñetas y el color que aplica hace que se intensifique la acción.
El detalle del dibujante con los elementos que rodean a Rasputín es digno de encomio, puesto que sabe trasladar la acción a su momento histórico y no duda en dibujar elementos que, a simple vista, pueden pasar desapercibidos, pero dan valor al momento histórico que está viviendo el personaje.
La edición
Norma Editorial ha publicado Una revolución llamada Rasputín de Hernán Migoya y Manolo Carot en cartoné, con un tamaño de 23,5 x 31,2 y una extensión de 88 páginas a color; todo ello acompañado como extra de un dossier gráfico a cargo de Carot, así como una breve página con los términos en ruso utilizados en la novela gráfica.
UN IMPACTANTE RETRATO DE LOS ÚLTIMOS DÍAS DE LA RUSIA ZARISTA
Santo, místico, mujeriego, azote de la aristocracia, defensor de los judíos y las minorías sexuales, amigo del pueblo, Grigori Yefímovich Rasputín concita en torno a sí tal cantidad de adhesiones como de odios.
Mientras la nobleza rusa, la ultraderecha política y los servicios secretos extranjeros conspiran en un complot para atentar contra su vida, él contará con la inesperada ayuda de una niña excepcional que luchará por salvarlo: la pequeña Alisa, más tarde conocida como Ayn Rand.
El guionista Hernán Migoya y el dibujante Manolo Carot unen sus fuerzas para idear un encuentro explosivo, el del “monje loco” con la futura reina del individualismo a ultranza.
