Tras muchos meses esperando (… y reescribiendo), por fin llega a nuestros cines Capitán América: Brave New World. Vamos a ver qué nos ofrece esta nueva entrega de las aventuras del Capi (sin spoilers, por supuesto).
Capitán América: Brave New World (o no)
Tras reunirse con el recién elegido presidente de Estados Unidos Thaddeus Ross (Harrison Ford), Sam (Anthony Mackie) se encuentra en medio de un incidente internacional. Debe descubrir la razón detrás de un perverso complot global antes de que el verdadero cerebro tenga al mundo entero viendo rojo.
Marvel lo ha vuelto a hacer… desperdiciar un buen argumento para terminar presentando una historia bien envuelta pero totalmente vacía en su interior. Y es que este “Mundo Feliz” que se nos promete en el subtítulo (y cuyo significado dentro de la trama a mí se me escapa completamente) no llega al espectador: ni feliz ni nuevo ni nada por el estilo.
Me resulta complicado decir qué tiene de negativo esta película. Sus casi dos horas resultan sumamente entretenidas, bien rodadas (con algunas excepciones que señalaré a continuación) y que, en general, nos dan como resultado una historia aceptable. Pero queremos más. Necesitamos más.
Pero vayamos con lo bueno que tiene Capitán América: Brave New World, que es mucho. Las peleas son vistosas y, en general, muy bien coreografiadas… ¡si hasta tenemos una pelea en el pasillo! 😊. Las acrobacias de Sam son muy efectivas, resolviendo muy bien los movimientos conjuntos de lanzamiento de escudo y utilización de las alas.
Como todos sabéis, el título de Capitán América lo lleva ahora Sam Wilson (como también ocurriera en los cómics) y aunque como superhéroe no podemos tener ninguna queja con él y sus actuaciones, como Capitán América, el manto le viene algo grande (como también ocurriera en los cómics). No vemos nada que nos indique que estamos ante un Capitán América, sino ante otro héroe disfrazado.
Anthony Mackie hace muy bien del Falcon que conocemos, ahora algo más tenso y preocupado por el pesado manto que lleva sobre sus hombros, pero el guion no nos muestra en ningún momento la confianza o el “poder de +Carisma” que esperamos del Capi. El “síndrome del impostor” que sufre Sam bien podría ser un símil de lo que le ocurre a la película en sí.
Y es que en un momento en que Sam tiene un diálogo con un antiguo compañero, le pregunta si su emotivo discurso ha sido redactado por otros (por una IA debería haber preguntado), y ese mismo carácter frío y sin alma puede decirse de este guion.
Tampoco es nuevo que se nos presente un héroe que duda de sí mismo, pero no se explora este tema, dejándolo en la superficie sin más, sin profundizar lo suficiente. No se nos muestra el dilema, tan solo se expresan esas dudas en las palabras “redactadas por otros” que salen de la boca de Sam.
Si antes dije que las escenas de lucha están bien realizadas visualmente, eso no quita para que estén faltas de emoción, de tensión. Durante toda la película no sentimos esa pretendida urgencia que se nos intenta comunicar. La amenaza no parece tan grande como nos quieren decir. No se consigue la tensión necesaria para que el espectador esté totalmente interesado en lo que ocurre en pantalla. Se nos lleva de una misión a otra con demasiada rapidez, dejando de lado la historia, que intenta ser un thriller conspirativo.
Y con eso llegamos al villano. De nuevo, los guionistas de Marvel no han sabido crear un enemigo bien escrito, al que veamos como una amenaza digna de tenernos en vilo. Ni el personaje que interpreta Tim Blake Nelson, ni el de Giancarlo Esposito son verdaderamente un peligro (a pesar de todas sus especiales características)
También se pasa ligeramente por encima el que debería ser uno de los grandes dilemas morales de la historia: su decisión de trabajar para el Gobierno y, sobre todo, para el Presidente Ross (antes “Trueno” Ross), ese general que persiguió obsesivamente a Hulk y que, incluso, trató de someter a Los Vengadores mediante los Tratados de Sokovia… ¡si hasta le encarceló por ello, como nos recuerdan varias veces! Un breve (y superficial) diálogo con Isaiah Bradley es lo único que vemos en este sentido. Es más, nos enteramos que este nuevo Presidente ha hecho algunas cosas claramente ilegales en su carrera hacia la Presidencia y tampoco se explora este “drama”, al que simplemente se pasa página.
La acción no es espectacular pero resulta adecuada. El humor es muy escaso y bien introducido. Anthony Mackie tiene carisma y, sobre todo, presencia (a ver si podemos verlo en una historia a su altura), pero la trama que se nos cuenta en insípida. Está escrita sin alma (algo que suele ocurrir cuando existen muchas manos y reescrituras) y a pesar de su intento de mostrarnos una trama dramática, pasa por nosotros sin dejar huella.
Solo Mackie (y en ocasiones Ford) mantiene unidas todas las sub tramas mal coordinadas que se nos presenta en esta película. Como debe ser, es el verdadero protagonista de la película, y el que tiene mejores líneas. Su papel de mentor (de Joaquín Torres, el nuevo Falcon), como de alumno de Isaiah nos lo sitúa en el momento emocional correcto para entender al Presidente Ross y para, al final, aceptar su papel como Capitán América (aun sin suero)
Y hablando de Ford y de su personaje Thadeus Ross… sabemos cuál es su alter ego, ya desde los cómics pero sobre todo por el tráiler. Y es que no se entiende cómo Marvel no ha guardado este cambio como gran sorpresa, más aun viendo lo tarde que aparece en la película.
No es que la película sea mala, en absoluto, pero a estas alturas debemos exigir más al guion de estas películas. Y no, no estoy exigiendo más de lo que debo. Las historias de Superhéroes (como todas las historias) deberían simplemente ser un instrumento para presentarnos ideas que, al menos, sean interesante. Y no, no es tan difícil escribir una historia interesante con estos personajes después de 15 años desde el Nuevo Universo Cinematográfico Marvel.
Por cierto, hay una escena tras todos los créditos. Totalmente prescindible, eso sí.