La película de animación sin diálogos, Flow, que ha emocionado a medio planeta y ha hecho historia en los Oscar también está conquistando la taquilla
Una joya animada sin una sola palabra
Lo curioso de Flow es que no necesita diálogos para contar su historia. Su protagonista es un gato negro, carismático y curioso, que sobrevive a un apocalipsis acuático que parece arrasar con el mundo. Lo encontramos varado en un velero junto a otros animales, entre ellos un simpático capibara, un lémur, un perro y un pájaro. Y es ahí, en ese viaje silencioso pero cargado de emociones, donde la película te atrapa sin remedio.
Un fenómeno global (y sí, también en España)
La taquilla global de Flow ha sido todo un fenómeno inesperado. ¿Su mayor éxito? México, donde ha recaudado 6,7 millones de dólares. Le siguen Francia con 5,4 millones, Norteamérica con 4,6 millones, y varios países de Sudamérica (Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay) con 3,4 millones en conjunto. Incluso China ha aportado 2,7 millones al bote, y en España ya ha sumado 1,6 millones, cifra nada despreciable para una película de estas características. Y, por supuesto, en su Letonia natal ha hecho historia con 2,1 millones, un auténtico récord para el país báltico.
Todo esto para un filme que no parecía tener muchas posibilidades en el circuito comercial. Pero el boca a boca, las críticas entusiastas y, claro, el empujón del Oscar, lo han cambiado todo.
Una revolución en el cine de animación
Los expertos lo tienen claro: Flow ha roto moldes. Ross Bonaime, de Collider, escribió que “Flow adopta un enfoque fascinante y eficaz para contar historias animadas y demuestra que la barrera entre los diferentes tipos debería romperse más a menudo”. Y añade: “Nunca opta por el camino fácil. Es ese realismo el que hace que la película sea tan impresionante, porque toda la historia se transmite a través de la forma en que estos animales interactúan entre sí, su actitud en cada momento y sus motivaciones para sobrevivir”.
Una experiencia para sentir, no para entender
Quizá lo más bello de Flow es que no intenta explicarte nada. No hay moralejas explícitas ni diálogos que te digan cómo sentirte. Todo se transmite a través de las miradas, los gestos, la animación fluida y el ritmo narrativo. Es una película que apela directamente a la empatía, que te obliga a observar, a conectar, a interpretar. Y en ese viaje emocional, el espectador se convierte en parte activa de la historia.