Una declaración desafiante encendió la mecha de una historia que llevó a Bruce Wayne al borde de la locura… y al legado de Batman más allá
Una frase encapsuló la era de Grant Morrison
Desde el primer número de su etapa al frente de la serie, Morrison tenía un plan. Y no hablamos de un argumento genérico. Hablamos de una estructura en tres actos que incluía giros, misterios, fracturas psicológicas, viajes en el tiempo, y por supuesto, un legado. Pero lo realmente brillante fue cómo una sola línea de diálogo sirvió como prólogo, clímax y legado.
Una mente forjada en la oscuridad… y desafiada por ella
El arco R.I.P. no es solo una historia más de villanos y puñetazos. Es un estudio psicológico. El enemigo principal no es un Joker, ni un Dos Caras: es la duda. La organización secreta El Guante Negro, con ramificaciones que se extienden incluso al pasado de la familia Wayne, se propone destruir no al hombre… sino al símbolo.
Y lo hacen bien. Publican falsos diarios de sus padres, manipulan recuerdos, infiltran la vida de Bruce a través de su amante Jezebel Jet… quien, sorpresa (o no), resulta ser parte de los villanos.
Pero Bruce no cae. O sí, pero con truco.
Cuando Bruce Wayne ya no puede más… pero el Caballero Oscuro sigue de pie
Sí, Bruce estaba preparado para esto. Sí, sabía que Jezebel era una traidora. Sí, construyó una versión extrema de sí mismo como último recurso. Como un antivirus para su alma.
La batalla final contra El Guante Negro termina en tragedia. Bruce cae junto al misterioso Doctor Hurt (que insinúa ser Thomas Wayne), en un accidente de helicóptero. Batman ha muerto… o eso parece.
El legado no muere, se transforma
Porque de eso iba todo desde el principio. Del legado. De que la idea de Batman es inmortal, porque siempre habrá alguien dispuesto a llevar el manto. Y Morrison no solo lo escribió… lo demostró.
Batman y Robin se relanzó con Dick como el Caballero Oscuro y Damian como un Robin tan letal como arrogante. Y el ciclo continuó.
5 palabras, 3 actos, 1 leyenda
Morrison, como ya había hecho en JLA o Action Comics, sembró las pistas desde el primer número. Incluso elementos que no estaban en su plan inicial, como la aparición de Damian, se integraron con naturalidad, demostrando su capacidad de adaptación sin perder el rumbo.
Esta es una lección no solo de escritura, sino de amor por el personaje. Porque más allá de lo experimental, de los multiversos, de los dobles sentidos y homenajes, Morrison entendió la esencia de Batman: que no se trata de un hombre, sino de un ideal. Uno que se niega a morir.