La emisión simultánea de los episodios 5 y 6 de “Daredevil: Born Again” ofrece un ejercicio de contrastes deliberados que muestra las dos caras creativas que compiten en esta temporada. El resultado es una experiencia desigual pero intrigante que finalmente encamina la serie hacia la dirección que los seguidores más fieles esperaban.
Daredevil: Born Again episodio 5: Un desvío tonal desconcertante
El quinto episodio representa una ruptura radical con el tono establecido hasta ahora. Con un enfoque sorprendentemente ligero que evoca el “espíritu St. Patrick” tan querido por los neoyorquinos, este capítulo se presenta como una pieza prácticamente autónoma. Las abundantes referencias a Kamala Khan (mencionada hasta cinco veces) y la aparición del Funko Pop resultan especialmente llamativas en un universo que, hasta ahora, había apostado por un enfoque más sombrío.
Este cambio de registro no es casual. El episodio constituye un vestigio de aquella primera versión de la temporada que Marvel decidió descartar casi en su totalidad. La mano de Grainne Godfree (guionista procedente de producciones DC como “Flash” o “Leyendas del Mañana”) se deja notar en un tono que remite más a las producciones familiares de Disney que al Daredevil al que estamos acostumbrados.
A pesar de su carácter aparentemente prescindible, el episodio aporta un elemento crucial al desarrollo del personaje: Matt utiliza por primera vez una máscara colorida para perseguir al jefe de una banda, marcando su primer acto como justiciero tras la muerte de Foggy y señalando el inicio de su regreso a la identidad de Daredevil.
Técnicamente, el episodio destaca por secuencias como la pelea silenciosa en el banco, una demostración brillante de las habilidades de Matt que evita caer en el espectáculo gratuito para centrarse en la eficacia y el sigilo.
Episodio 6: Retorno a la oscuridad
El sexto capítulo recupera el pulso narrativo y tonal de la serie, profundizando en los paralelismos entre Matt Murdock y Wilson Fisk. La trama de Muse, el inquietante asesino en serie, emerge como eje central, mientras ambos protagonistas reaccionan de manera opuesta pero complementaria: Matt se rinde a su lado oscuro como justiciero violento, mientras Fisk instrumentaliza la situación para justificar la creación de una fuerza policial especial bajo su control.
El trabajo actoral brilla especialmente en la representación física de los personajes. Vincent D’Onofrio construye a Fisk a través de tics nerviosos en dedos y rostro, transmitiendo magistralmente su hartazgo del encorsetamiento que supone ser alcalde y su naturaleza violenta apenas contenida.
Adaptación: Del cómic a la pantalla
La serie introduce a personajes como Muse y Cole North, significativos en las etapas recientes del cómic. Resulta interesante cómo Muse ha sido adaptado: mientras que en el material original posee poderes sobrehumanos (superfuerza, velocidad y la capacidad de ser imperceptible para los sentidos agudizados de Daredevil), aquí se presenta como un asesino más terrenal pero igualmente inquietante.
El guion juega con paralelismos visuales efectivos, como las escenas yuxtapuestas donde Daredevil lucha contra Muse mientras Kingpin golpea violentamente al novio de Vanessa, ambas secuencias culminando con un golpe seco que subraya las similitudes entre estos dos hombres aparentemente opuestos.
Limitaciones narrativas
La serie muestra algunas deficiencias en el desarrollo de sus arcos narrativos. La aceptación por parte de Matt de su personalidad más oscura resulta algo precipitada, careciendo de la progresión orgánica que requeriría un conflicto de tal calado moral. La ausencia de elementos católicos significativos (confesionarios, iglesias) es notoria en una serie sobre un personaje definido en gran medida por su fe y su sentido de culpa.
Sorprende también la mención a sesenta desaparecidos (presumiblemente víctimas de Muse) sin que esto haya generado una alarma social proporcional, lo que plantea ciertas inconsistencias en la construcción del mundo narrativo.
Con estos episodios, “Daredevil: Born Again” evidencia una tensión entre su ambición narrativa y cierta tendencia a estancarse en los mismos temas sin avanzar lo suficiente, un problema recurrente en las producciones televisivas de Marvel. La serie parece perseguir simultáneamente dos identidades: la del producto comercial accesible y la de la narración oscura y compleja que los fans de Daredevil esperan, sin terminar de decantarse plenamente por ninguna de ellas.